Si hace quince años no se hubiera ya visto en el Teatro Real esta ópera de Piotr Ilich Chaikovski, tras esta versión escénica de Christof Loy uno la juzgaría desabrida, insulsa, de fama inmerecida. Pero pudiendo comparar, deduciremos que un errado director de escena puede impedir disfrutar de la mejor partitura. Es el misterioso duende del teatro, y más del teatro musical.
Si hace quince años no se hubiera ya visto en el Teatro Real esta ópera de Piotr Ilich Chaikovski, tras esta versión escénica de Christof Loy uno la juzgaría desabrida, insulsa, de fama inmerecida. Pero pudiendo comparar, deduciremos que un errado director de escena puede impedir disfrutar de la mejor partitura. Es el misterioso duende del teatro, y más del teatro musical.
Se trata esta vez de una coproducción estrenada en 2020 en la Ópera de Oslo y ya presentada en el Liceo de Barcelona. Tres socios para tan poca cosa, porque aunque nos intenten convencer de que se trata de una lectura conceptual e intimista, lo que vemos es el fabuloso escenario de este teatro reducido a un cubículo de menor tamaño en el que vagan sin rumbo figuras negras que se recuestan en las paredes o se tumban por los suelos escoltando a quien toca cantar en ese momento. Estamos en una gran cocina de una casa solariega a tenor de las doncellas que barren, amasan y cruzan el escenario, y a tenor también de los cocheros o mayordomos que por allí andan. Dos grandes mesas sirven para que todo el mundo se siente y se suba encima. Ahí ocurren sin un detalle más los cuatro cuadros primeros de los tres actos -que Loy ha reordenado en dos partes con intermedio- a los que seguirán los tres finales en un rectángulo blanco, vacío y refulgente.
Visto en su inicio, resulta bonito, fotogénico contraste de blancos y negros. A lo largo de 150 minutos se hace tedioso sobre todo por la absurda presencia del reparto en el escenario, sus movimientos sin ton, sus continuas entradas y salidas sin son: sin ton ni son, expresión de origen musical para decir fuera de lugar, sin un motivo o causa, sin orden y medida, que viene muy al caso porque en su caprichoso fluir termina impidiendo captar el discurrir de la música que dirige de forma notable Gustavo Gimeno, quien asumirá la dirección musical del Teatro Real el próximo curso, y que vuelve a dirigir una ópera rusa, después de El ángel de fuego, de Serguéi Prokófiev, en 2022. Por fortuna el reparto es de gran nivel, y eso compensa: pero no exime lo anteriormente dicho de la puesta en escena, que además es especialmente desgraciada en lo tocante a la presencia del coro, siempre agolpado en barullos discordantes. Disponer de unos de los mejores escenarios europeos y desaprovecharlo alevosamente.
Eugenio Oneguin fue en su origen una novela introspectiva, reflexiva y confesional escrita íntegramente en verso por Alexandr Pushkin (1799-1837), con un narrador omnisciente, amigo del protagonista, que describe su corta y atribulada vida con una distancia crítica, analítica e irónica inspirada, en gran medida, en las peripecias vitales del propio escritor que, como el poeta Lenski en las páginas de su libro, moriría prematuramente en un duelo. Cuando Piotr Ilich Chaikovski (1840-1893) decidió componer una ópera sobre la obra, era ya venerada como un monumento de la literatura rusa, precursora de las grandes novelas de Gógol, Turguénev, Dostoievski o Tolstói; el insigne compositor utiliza en el libreto fragmentos literales, omite y cambia algunas escenas y transforma en música la complejidad de los personajes, a los que trata con benevolencia, sin el sarcasmo original del autor.
La trama es muy sencilla: Tatiana, joven culta y melancólica de una familia rica, se refugia en la literatura para trascender la abulia de la vida rural. Un día conoce a Oneguin, estereotipo del héroe romántico -presumido petimetre con aires de grandeza y rebelde sin causa-, al que confiesa su amor en una carta apasionada en la que Chaikovski incluye los versos de Pushkin, creando una de las más bellas -y más largas- arias del repertorio lírico romántico. Oneguin desdeña a Tatiana y liga con su hermana Olga, una ingenua pizpireta provinciana, provocando los celos de su prometido Lenski, poeta y gran amigo suyo al que acaba matando -¿sin quererlo?- en duelo. A partir de entonces, deambulará sin rumbo, cargando con su hastío y su culpa hasta a cruzarse de nuevo, veinte años más tarde, con Tatiana. Ahora la ingenua joven que conoció se ha convertido en una aristócrata refinada y atractiva, esposa de un príncipe, que aunque conserva su juvenil amor por Eugenio, ansioso por enmendar el error de haberla repudiado, decidirá seguir adelante con su matrimonio y no ceder a sus propuestas de huir juntos.
Dicen que Chaikovski quiso componer una obra sincera e intimista para cantantes jóvenes, capaces de mimetizarse con los personajes, alejados de los divos, fastos y oropeles de los teatros de ópera. Denominada como “escenas líricas en tres actos y siete cuadros”, la ópera se estructura sobre dos mundos diferenciados por la música: el campo, evocado desde el inicio por canciones tradicionales, antífonas ortodoxas y danzas folclóricas con una textura instrumental fluida, nostálgica y sugerente, y la ciudad de los salones burgueses, con el vals, la polonesa o la mazurca, y una orquestación más densa, rica y contrastante.
Entre estos dos mundos se desarrollan los encuentros y desencuentros de los cuatro protagonistas, emparejados con tesituras discordantes -Oneguin, barítono, y Tatiana, soprano; Lenski, tenor, y Olga, mezzosoprano- que sugieren la imposibilidad de un amor recíproco y verdadero. Junto a estos -el barítono Iurii Samoilov y la soprano Kristina Mkhitaryan por un lado, y el tenor Bogdan Volkov y la mezzosoprano Victoria Karkacheva (Olga) por el otro, completan el excelente reparto vocal el bajo Maxim Kuzmin-Karavaev (El príncipe Gremin / Zaretski) -muy aplaudido en su aria ¡Al amor se sucumbe a cualquier edad (Acto III, Escena 1)-, Katarina Dalayman como Lárina, Elena Zilio como Filípievna, Frederic Jost en El capitán, y el tenor sevillano Juan Sancho como Monsieur Triquet.
Iurii Samoilov en su aria «Si yo fuera el hombre que el destino pretendía» y Kristina Mkhitaryan en la suya de la carta «Déjame morir, pero antes…», ambas del primer acto, y Bogdan Volkov en su «Kudá, kudá vy udalilis» («¿Adónde os habéis ido, dorados días de mi primavera?» del segundo acto fueron muy aplaudidos. Si el componente vocal fue lo mejor, el actoral fue tan discutible como la escenografía, especialmente en definir los dos caractertes protagonistas y su evolución psicológica.
Asegurado el componente musical de la velada, el director de escena Christof Loy -que en el Real ha dirigido Ariadne auf Naxos (2006), Lulu (2009), Capriccio (2019), Rusalka (2020), Arabella (2023), La voz humana y La espera (2024) con más fortuna-, se ha empeñado en reinterpretar la ópera; piensa que los tres actos originales rompían una estructura de simetrías -dos hermanas, dos parejas, dos ancianas, dos paisajes, dos cartas, dos bailes…y por eso la modifica en dos etapas: la primera representando supuestamente la soledad buscada (estar solo), y una segunda donde los protagonistas sufrirían con la soledad que los enfrenta a sí mismos (sentirse solo): uf, te lo tienen que contar para captarlo. Y no olvidemos lo peor de todo, la denominada ‘dirección de movimiento’ de Andreas Heise, con unas coreografías repulsivas de violencia gratuita y erotismo vulgar.
La música emocional de Chaikovski cuenta con algunas de las páginas más inspiradas de la ópera romántica; es una partitura sin grandilocuencias, más medida y mozartiana que exhuberante y romántica. Eugenio Oneguin siempre se ha programado en Madrid con compañías invitadas, con sus propios solistas, coro y orquesta: en el Teatro de la Zarzuela, en 1972 (con el Teatro Nacional de Sofia) y en 1981 (con el Teatro Kirov de Leningrado) y en el Teatro Real, en 2010, con el Teatro del Bolshói, en la producción de Dmitri Tcherniakov. A nuestra reseña de entonces les remitimos (ver reseña) para que puedan juzgar si el hecho de que sea la primera vez que la ópera se presenta en el Real con una producción propia, aunque compartida con la Ópera de Oslo y el Liceu de Barcelona, puede considerarse mucho avance, teniendo en cuenta además la nula participación española en el equipo artístico y la escasa en el reparto.
Chaikovski se casó con una antigua alumna que le había declarado su pasión, y por miedo a acabar como Oneguin, corroído por los remordimientos, no la rechazó. Y su matrimonio fue un desastre. ‘Aquellos que sean capaces de buscar en una ópera la representación musical de sensaciones sencillas, simples y universales, lejos de la alta tragedia y la teatralidad, podrán (espero) encontrar satisfacción en mi ópera. En una palabra, está escrita sinceramente y he puesto todas mis esperanzas en esa sinceridad’, dejó escrito.
PD.- No es cuestión musical sino vital, pero los dos protagonistas masculinos de esta representación son ucranianos. Piensen en ello sin que nosotros les influenciemos.
Aproximación al espectáculo (valoración del 1 al 10)
Interés: 8
Música: 8
Libreto: 8
Dirección artística: 6
Dirección musical: 8
Puesta en escena: 5
Interpretación: 8
Producción: 7
TEATRO REAL
Eugenio Oneguin
Escenas líricas en tres actos
Diez funciones del 22 de nero al 18 de febrero de 2025
Música de Piotr Ilich Chaikovski (1840-1893)
Libreto del compositor, su hermano Modest Chaikovski y Konstantin Shilovski, basado en la novela homónima (1931) en verso de Aleksandr Pushkin
Estrenada en el Teatro Maly del Conservatorio de Moscú el 29 de marzo de 1879 y en el Teatro Bolshói el 23 de enero de 1881
Estrenada en el Teatro Real el 7 de septiembre de 2010
Nueva producción del Teatro Real, en coproducción con Den Norske Opera & Ballett (Oslo) y el Gran Teatre del Liceu
Equipo artístico
Dirección musical: Gustavo Gimeno
Kornilios Michailidis __ 18 feb
Dirección de escena: Christof Loy
Escenografía: Raimund Orfeo Voigt
Vestuario: Herbert Murauer
Iluminación: Olaf Winter
Dirección de movimiento: Andreas Heise
Dirección del coro: José Luis Basso
Reparto
Lárina: Katarina Dalayman
Tatiana: Kristina Mkhitaryan
Olga: Victoria Karkacheva
Filípievna: Elena Zilio
Eugenio Oneguin: Iurii Samoilov
Lenski: Bogdan Volkov
El príncipe Gremin / Zaretski: Maxim Kuzmin-Karavaev
Capitán: Frederic Jost
Monsieur Triquet: Juan Sancho
Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real
Conmemoración del 225º aniversario del nacimiento de Aleksandr Pushkin
AGENDA | ACTIVIDADES CULTURALES
–11 y 18 enero a las 11.00 y 12.30 horas | REAL JARDÍN BOTÁNICO-CSIC
12 y 26 de enero, y 1, 15 y 22 de febrero a las 12.30 horas
VISITA GUIADA: El jardín de invierno también enamora
–Fechas por determinar en febrero | MUSEO DEL ROMANTICISMO
VISITA GUIADA: Los duelos por honor en el Romanticismo
–8 de febrero a las 10.00 horas | SALA DE ARMAS DE MADRID
CURSO DE INICIACIÓN DE ESGRIMA: Esgrima para todos
–14 de febrero a las 19.30 horas | TEATRO REAL, Sala de orquesta
RETRANSMISIÓN: Eugenio Oneguin se emitirá en directo en MEZZO y en MyOperaPlayer.