El terrible conflicto generado a partir de la creación del estado de Israel, simbolizado en la historia de una casa y sus sucesivos ocupantes. Amos Gitai implora reconciliación reconstruyendo las vidas de sus inquilinos palestinos e israelíes, árabes y judíos. Una propuesta de enorme valor intelectual en una puesta en escena memorable. Una producción maravillosa en la que las piedras son testigos verídicos de los sufrimientos e ilusiones de un despliegue impresionante de personajes.
Casi dos horas trepidantes construidas por estos ‘Cheek by Jowl’ en base a una trama enredada e insulsa que podría resultar tediosa si no mediara el ingenio de Donnellan y Ormerod, estos dos hidalgos londinenses trabajando codo con codo con la compañía nacional de teatro clásico. Gran cita para los forofos del teatro de siempre.
Un programa doble del gran ‘género chico’ que resulta un completo acierto. Los compositores Chueca y Chapí se aúnan desplegando algunas de las esencias de la zarzuela, la inigualable contribución española al teatro musical del mundo, en unas escenificaciones graciosas de enfoque y generosas en medios, en las que los repartos y el coro cantan y actúan de forma notable, constreñidos por un arrollador cuerpo de baile.
La compañía que resucitó Antonio Najarro al dejar el Ballet Nacional de España que dirigió durante casi toda la década anterior presenta un espectáculo muy trabajado y con méritos en torno a este famoso poema. Trece bailarines y cinco músicos en un ballet en cinco cuadros con fuerte impronta flamenca.
Esquilo fue el primer dramaturgo de la historia conocida y escribió la trilogía así titulada hace dos milenios y medio. Obviamente, es difícil de representar y entender hoy día, y son numerosos los intentos a lo largo de la historia; versiones y actualizaciones casi siempre fallidas. Esta que ahora se nos ofrece intenta enmedar la esencia de esta tragedia clásica con peregrinas disquisiciones en vez de hacerla accesible en su imperecedera esencia. El experimento nos parece que fracasa.