Menos mal que a la autora le ha salido un rugido inteligente y no un panfleto al uso. Esta comedia, puesta en escena de forma original e interpretada de forma convincente, amenazaba con ser otro pregón subvencionado y sin embargo permite pasar un buen rato a base de tomarse a broma esa tontería de hombres todos malos y mujeres todas buenas.
‘1924. Otros surrealismos’ consigue demostrar que este movimiento artístico aún puede decir cosas tras un siglo de existencia. Y es que la exposición presenta aspectos menos conocidos, especialmente una visión amplia de la contribución española e iberoamericana y de la presencia femenina. Un armario fantástico es la puerta de entrada a un recorrido de lo más sugerente e interesante.
De Lisboa llegan 18 de las ‘vedute’, -vistas de los paisajes icónicos venecianos, como el puente de Rialto o el Palacio Ducal, sus fiestas y los alrededores-, de este prestigioso seguidor de Canaletto al que heredó como el paisajista más importante de la época y al que se atribuyen más de ochocientas obras.
Si hace quince años no se hubiera ya visto en el Teatro Real esta ópera de Piotr Ilich Chaikovski, tras esta versión escénica de Christof Loy uno la juzgaría desabrida, insulsa, de fama inmerecida. Pero pudiendo comparar, deduciremos que un errado director de escena puede impedir disfrutar de la mejor partitura. Es el misterioso duende del teatro, y más del teatro musical.
Pocas veces se alcanza en escena una emotividad tan sublime, tan real, tan auténtica. Pocas veces coinciden las excelencias de texto, montaje e interpretación en una sinfonía profunda, en el tono justo que tiene la vida corriente, sin recurrir a piruetas literarias, escenografías complicadas o presencias sobreactuadas. La justa vía de en medio, el camino del tao.