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TEATRO

Escena final.
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Escena final.

Excepcional historia de una escalera evocadora

Por José Catalán Deus
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jcdeustelefonicanet/6/6/17
miércoles 29 de enero de 2025, 19:54h
Pocas veces se alcanza en escena una emotividad tan sublime, tan real, tan auténtica. Pocas veces coinciden las excelencias de texto, montaje e interpretación en una sinfonía profunda, en el tono justo que tiene la vida corriente, sin recurrir a piruetas literarias, escenografías complicadas o presencias sobreactuadas. La justa vía de en medio, el camino del tao.
75 años después del estreno de esta misma obra en este mismo teatro, regresa este clásico de Antonio Buero Vallejo que, tras ganar el premio Lope de Vega del Ayuntamiento de Madrid en 1949, se ha convertido en una de las obras esenciales de la literatura dramática de nuestro país, a nuestro modesto gusto la más importante del siglo pasado, superior a Valle, Lorca y los demás. El tiempo pasa suave y brusco a veces, lento y tumultuoso en otras, por esta escalera de una casa de vecinos como tantas y tantas, mientras avanzan, se consumen, confluyen y se enfrentan las vidas de sus vecinos; gente corriente que, con sus anhelos y frustraciones, van aguantando como pueden esta enfermedad letal que es la vida. Un buen puñado de historias captadas a lo largo de tres décadas, en la primavera de 1919, el otoño de 1929 y el invierno de 1949, con una levísima referencia a la guerra en 1939. Un quinto piso sin ascensor (en un séptimo sin ascensor vivió quien esto escribe los primeros veinte años de su vida), con cuatro puertas (quien decimos vivia en la del centro derecha, la que en la obra ocupa don Manuel y su hija Elvira) en las moran otras tantas familias cuyas vidas se entrecruzan; una escalera por la que suben y bajan a sus obligaciones; un rellano donde hablan, discuten y se quieren. No hay más; ni menos. Porque con ello Buero construye un prisma humano repleto de confluencias y aristas, un conjunto de personas y situaciones con mil matices, un retrato verídico de un tiempo y un país que llevamos dentro y que brota lleno de nostalgias y recuerdos agridulces que conmueven profundamente.

Antonio Buero Vallejo (1916-2000), muy aficionado a la literatura y la pintura desde pronto, era hijo de un teniente coronel que fue fusilado en Paracuellos por los desalmados facinerosos del Frente Popular cinco meses después de comenzada la guerra solo por el hecho de no ser adicto a su causa. Llamado a filas en 1937, estaba en la jefatura de sanidad en Valencia cuando acabó la guerra y tras un mes prisionero fue puesto en libertad y comenzó a trabajar en la reorganización del partido comunista, al cual se había afiliado tan solo un año antes; detenido el grupo clandestino del que formaba parte y confesado por su parte que había imitado sellos y firmas de Falange para falsificar documentos, será condenado a la pena de muerte por ‘adhesión a la rebelión’. Tras ocho meses, se le conmutó la pena por treinta años y amnistiado salió libre en marzo de 1946. Se puso a escribir inmediatamente, presentó esta obra al premio Lope de Vega, lo ganó, estrenó con enorme éxito y así se orientó su vida a lo ancho de treinta obras teatrales. Entró en la RAE en 1971 y ganó el Cervantes en 1986. Definía su dramaturgia como realismo simbólico y otros lo han apellidado teatro social.

Para ser una obra primeriza -con solo tres intentos anteriores- de un treintañero autodidacta recién salido de la cárcel, Buero se atrevió con 17 personajes y una trama compleja de cuatro familias a lo largo de dos generaciones. Una obra que aún hoy es un desafío complejo de poner en escena. Helena Pimenta lo hace con fidelidad absoluta en fondo y forma y ese es el fundamento de su exitosa tarea. La escenografía de José Tomé y Marcos Carazo consigue un realismo sobrio, un encuadre adecuado y una total visibilidad para el movimiento continuo en escena de tantos personajes, en el que acierta una vez más Nuria Castejón, incorporando bonitos toques coreográficos que sitúan el cambio de la primera a la segunda década. Certera iluminación de José Manuel Guerra y adecuados vestuario de Gabriela Salaverri y caracterización de Moisés Echevarría. Solo un minúsculo reparo: la poblada barba de Urbano parece exótica en un obrero de los años veinte.

En cuanto al reparto, es un coro tan conjuntado y atinado que se hace difícil y hasta innecesario desmenuzarlo. Al menos a nuestra vista, no hubo el menor desajuste este martes, en el que tocaba a Puchi Lagarde hacer de Paca y a Nicolás Camacho de Manolín. Desde que la acción se inicia con la visita temida del cobrador de la luz, hasta que la escena final se congela mientras se lee una frase del autor en rubricado homenaje, sus intervenciones todas mantienen el impacto de una historia que no decae en ningún momento, que discurre impresionante, convincente cien por cien.

Volvamos a celebrar al autor, tan incomprendido por los que quisieron hacer de él símbolo de causas perdidas, un tanto marginado en estas décadas de cultureta progre que ha despreciado buena parte de nuestro patrimonio en las letras y las artes. La última representación de La escalera (como se titulaba originalmente) fue en 2003. Con ocasión de que el CDN nos ofreciera en 2018 ‘El concierto de San Ovidio’ escribimos algunos trazos sobre su figura independiente, discreta y humilde que no vamos a repetir ahora. Citemos a otros, al catedrático Javier Huerta Calvo decía en una exposición de homenaje celebrada en 2023: ‘Se da en nuestro tiempo un uso no siempre ponderado y riguroso del término memoria, adornado con pomposos adjetivos como histórica o democrática. En esta charla trataremos de la verdadera memoria: aquella que, sin interferencias ideológicas, nos trae el recuerdo de un dramaturgo como Antonio Buero Vallejo que, durante el franquismo, exploró en la historia profunda de España, con el ánimo de inquietar y remover las conciencias’. Y Helena Pimenta declaraba la semana pasada: ‘Buero decía que el teatro social no es formular un panfleto, sino mirar hacia partes de la sociedad que tienen una serie de dificultades y ponerlas sobre el tapete para ver cómo podemos ayudar a resolverlas’. La buena batuta empuñada por esta veterana en su doble vertiente escenográfica y actoral merece que la concedamos el punto y final.

El concierto de San Ovidio, visión y ceguera

Aproximación al espectáculo (del 1 al 10)
Interés, 10
Dirección, 9
Puesta en escena, 9
Interpretación, 9
Producción, 10
Programa de mano, n/h
Información a los medios, 8

TEATRO ESPAÑOL
Historia de una escalera
Autor: Antonio Buero Vallejo
Dirección: Helena Pimenta
Del 24 Enero al 30 Marzo 2025

Reparto:
Cobrador de la luz / Señor bien vestido: David Bueno
Generosa: Juana Cordero
Paca: Gloria Muñoz / Puchi Lagarde
Elvira: Gabriela Flores
Doña Asunción: Luisa Martínez Pazos
Don Manuel: Mariano Llorente
Trini: Concha Delgado
Carmina: Marta Poveda
Fernando: David Luque
Urbano: Agus Ruiz
Rosa: Carmen del Valle
Pepe: José Luis Alcobendas
Señor Juan: Javier Lago
Joven bien vestido: Alejandro Sigüenza
Manolín: Darío Ibarra / Eneko Haren / Nicolás Camacho
Carmina, hija: Andrea M. Santos
Fernando, hijo: Juan Carlos Mesonero

Escenografía: José Tomé y Marcos Carazo
Vestuario: Gabriela Salaverri
Iluminación: José Manuel Guerra
Movimiento: Nuria Castejón
Caracterización: Moisés Echevarría
Ayudante de dirección: Abel Ferris
Ayudante de vestuario: Sabina Atlanta
Residente de ayudantía de dirección: Majo Moreno
Asistente artístico: Víctor Barahona
Una producción del Teatro Español

Precio 6 a 22€
Hora 19:00h
Duración 90 minutos.

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