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Escena del montaje.
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Escena del montaje.

'Tirant lo Blanc' solo en parte y muy aderezado

Por José Catalán Deus
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jcdeustelefonicanet/6/6/17
lunes 27 de enero de 2025, 11:43h
‘Me llaman Tirante el Blanco, porque mi padre era señor de la Marca de Tirania, que confronta por mar con Inglaterra, y mi madre, la hija del duque de Bretaña, se llamaba Blanca; por esto quisieron que yo me llamase Tirante elBlanco’, explicará el personaje en el segundo capítulo. Estamos ante una novela caballeresca escrita a mitad del siglo XV por el noble Joanot Martorell, obra cumbre de la literatura en valenciano, que quizás no pudo terminar (se especula con que lo hizo a su muerte Martí Joan de Galba) pero que a partir de su edición en 1490 se difundió rápidamente, pues no era una de tantas fantasías del género que trastornó a Alonso Quijano, sino que tenía realismo junto a lo fantasioso, era algo irónica y hasta procaz para la época con inusuales escenas eróticas. Cervantes la destaca en El Quijote y la salva de la quema. Comienza con la narración de las aventuras del caballero Guillem de Vàroic en Inglaterra, donde el héroe es armado caballero tras diversos combates singulares contra reyes, duques y gigantes.​ De Inglaterra marcha a Francia, Sicilia y Rodas –asediada ésta por los genoveses y el sultán de El Cairo, que son también derrotados por el héroe–; después, a Jerusalén, Alejandría, Trípoli y Túnez, la cual conquista. Va después a Bizancio –sitiada por el sultán y el Gran Turco– solicitado por el emperador, y en Constantinopla se enamora de su hija Carmesina. En la historia de estos amores, con la intervención de la viuda Reposada y de la doncella Placerdemivida, se ha centrado esta dramaturgia. Tras haber luchado en Berbería, Tirante se casa con Carmesina y es nombrado césar del Imperio Bizantino; reconquista tierras a los turcos y, enfermo, muere. Al saberlo, muere también Carmesina.

‘Hoy sigue haciéndonos de espejo’ dice la propuesta, y estamos de acuerdo, pues Martorell escribió un consumado ejemplo de tergiversación de lo realmente ocurrido -la toma de Constantinopla por un imperio turco emergente- y metáfora al pelo de tanta memoria histórica actual, de tanta novela o teatro supuestamente históricos, que cambian o deforman los hechos para que se adecúen a prejuicios y conveniencias, algo habitual en la adaptación teatral de textos clásicos.

Martorell (1413-1465) pertenecía a la baja nobleza de Gandía, vivió aventuras y viajó por los confines del mundo de entonces, y finalmente siete años después de la caída de Constantinopla y cinco antes de morir comienza a escribir esta ucronía de un héroe inspirado en el personaje real de Roger de Flor, un caballero templario y caudillo mercenario italiano al servicio de la Corona de Aragón al mando de los destacamentos almogávares, y después a las órdenes del emperador bizantino contra los turcos.

En la dedicatoria ‘al muy ilustre príncipe y señor rey expectante don Fernando de Portugal’ dice. ‘…Me atreveré, a pesar de mi ignorancia, a traducir la referida obra no solamente de la lengua inglesa a la portuguesa, sino de la portuguesa a la vulgar valenciana, para que la nación de donde soy natural se pueda llegar a alegrar por tantos y tantos insignes actos como se hallan en ella’. Marius Serra -el autor de la versión- opina de esta extensa obra narrativa ‘de una riqueza lingüística extraordinaria’ , que está ‘escrita en el catalán del siglo de oro valenciano’. Catalán o valenciano, la polémica idiomática sigue viva y no entraremos en ella. Serra publicó en 2020 una versión en catalán moderno de la obra (ya había hecho Jordi Tiñena Amorós en 2011 un resumen en 271 páginas) sobre la que se ha montado esta dramatización que selecciona extractos a partir de su capítulo XIX y los adereza con interpretaciones y contextualizaciones que declamadas por los mismos actores que interpretan a los personajes, en vez de por un narrador o comentador al uso, confunden más que aclaran.

Cómo abordar una novela tan vasta, diversa y espectacular, cómo escoger qué hay de relevante, qué cuenta de nosotros mismos, quién es nuestro Tirant, se pregunta retóricamente Serra. ‘Queremos que el foco ilumine la peripecia norteafricana de un Tirant migrante en tierra extranjera, probablemente la parte menos divulgada de la novela. Este espejo mediterráneo, frontera movediza transformada en cementerio, nos permite desplazar los puntos de vista de los personajes en la línea del tiempo hasta acercarnos a nuestros saturados oídos sus voces aparentemente lejanas’. Un propósito teóricamente loable pero prácticamente culpable del aire confuso que domina la propuesta, pues se pretende que el caballero sea al mismo tiempo un extranjero, un héroe, un asesino, un migrante, un conquistador, un colonizador, culpable de ser blanco cristiano frente a árabes y musulmanes, en cuya huidiza personalidad termina dominando la faceta violenta, machista, racista, predatoria y sanguinaria con que resultaría el personaje -y la novela entera- de ser juzgado fuera de contexto, al gusto actual de la corrección política.

Tanta ideología perjudica el acercamiento relajado al clásico. Algo que ha debido sucederles al director y los actores, pues el reparto siempre parece querernos decir más de lo que dice la obra. Sinceramente, la dirección actoral nos parece equivocada, más preocupada por un resultón melting pot del reparto (hay una ‘asesora en diversidad’, ni más ni menos) que por la credibilidad de sus personajes. Tirant es un figurón y Carmesina una tontuela, pero sí que el Emir es un bereber auténtico, Escariano un negro muy negro y Maragadina canta en genuino árabe. Quizás sea Júlia Genís como la doncella Plaerdemavida el componente más destacado del reparto.

En el equipo artístico habría que subrayar la aportación de Judit Neddermann cuyas composiciones musicales interpretadas en directo y acompañadas a menudo por el elenco amenizan la velada hasta disolver su trama en una atmósfera sentimental que a algunos sonaba a fado. Una escenografía mínima permite dramaturgias brillantes como la tormenta o el bautismo colectivo, muy efectivas y efectistas, apoyadas en el notable vestuario de Nidia Tusal, la caracterización de Núria Llunell y la iluminación de Toni Ubach. Buen movimiento escénico y sonido.

Estrenado en el Grec Festival de Barcelona y coproducido junto al Teatre Romea, llega este Tirante de Tirania a Madrid: un héroe acartonado junto a una princesa meliflua en una trama inverosímil que se contempla con curiosidad pero sin emoción alguna; su visita permitía acercarse a la escena cultural catalana, tan alejada por décadas obtusas. Y eso le hacía más interesante: fue pasarela un tanto inestable.

Aproximación al espectáculo (del 1 al 10)
Interés, 7
Versión, 6
Dirección, 7
Interpretación, 6
Puesta en escena, 7
Producción, 8
Programa de mano, 8
Documentación a los medios, 5

COMPAÑÍA NACIONAL DE TEATRO CLÁSICO
Teatro de la Comedia
Sala Tirso de Molina
Tirant lo Blanc, a partir del clásico de Joanot Martorell
Del 16 al 26 de enero de 2025
Espectáculo en catalán con subtítulos en castellano

Rubén de Eguía / Quim Ávila -Tirant lo Blanc (17 y 18 de enero de 2025)
Moha Amazian – Emir
Júlia Genís – Plaerdemavida
Mamadou Diallo – Escariano
Agnès Jabbour – La Viuda reposada/ Maragadina
Clara Mingueza – Carmesina
Ireneu Tranis – Señor de Agramunt / Fraile

Texto Màrius Serra (a partir del clásico de Joanot Martorell)
Música Judit Neddermann
Escenografía Judit Colomer
Iluminación Toni Ubach
Vestuario Nídia Tusal
Composición musical Judit Neddermann
Espacio sonoro Roger Giménez
Movimiento escénico y ayudantía de dirección Carla Tovias
Caracterización Núria Llunell
Coach de dramaturgia y asesoramiento en diversidad Denise Duncan
Dirección de producción Maite Pijuan
Producción Teatre Romea y Grec 2024.
Con el apoyo de Generalitat de Catalunya – ICEC Institut Català de les Empreses Culturals.

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