En el género operístico, las historias truculentas y las muertes trágicas atraían a aquel público ávido de emociones. Hoy, el trágico final de María I Estuardo reina de Escocia ha perdido morbo, pero esta ópera conserva grandes valores afianzados en una producción notable.
Gaetano Donizetti (1797-1848) vivió poco pero le dio para escribir setenta óperas, entre las que destaca la llamada “Trilogía Tudor” -Anna Bolena (1830), Maria Stuarda (1835) y Roberto Devereux (1837)-, cuya trama gravita, directa o indirectamente, en torno a la implacable reina absoluta Isabel I de Inglaterra. Las sanguinarias luchas de poder en su corte repletas de infidelidades, maquinaciones, traiciones y asesinatos encajaban en la búsqueda de argumentos sensacionalistas de este gran creador y enorme compositor, que puso con habilidad el melodismo belcantista al servicio de las emociones exacerbadas, del paroxismo melodramático.
Su 'Maria Stuarda' -estrenada en 1835, censurada dos veces, vuelta a prohibir tras seis representaciones, y olvidada hasta más de un siglo después- se centra en sus últimos días condenada a muerte, la decisión final de ajusticiarla, los esfuerzos de unos y otros para evitarlo o precipitarlo, y todo ello enmarcado en un triángulo amoroso que nunca existió, unos celos femeninos desorbitados y un largo desenlace agónico, interminable antes de que el hacha del verdugo aparezca y baje el telón. La María real fue reina de Escocia entre 1542 y 1567. Única hija legítima de Jacobo V, con seis días de edad sucedió a su padre en el trono escocés. Pasó la mayor parte de su infancia en Francia, mientras Escocia era gobernada por regentes. En 1558 se desposó con el delfín Francisco, quien ascendió al trono francés en 1559. María fue brevemente reina consorte de Francia hasta la muerte repentina de Francisco en diciembre de 1560. Ya viuda, regresó a su tierra el 19 de agosto de 1561. Cuatro años más tarde, se casó con su primo, tuvo un hijo y al poco la residencia de su consorte fue destruida por una explosión y Enrique fue encontrado asesinado en el jardín. Se pensó que el noble James Hepburn había orquestado el asesinato, pero fue absuelto y, al mes siguiente, se unió en matrimonio con la viuda. Forzada a abdicar huyó hacia Inglaterra en busca de la protección de su prima Isabel I, reina de Inglaterra, a pesar de que María ya había reclamado derechos al trono inglés y muchos católicos ingleses la consideraban la legítima soberana, entre ellos los participantes en una rebelión conocida como el Levantamiento del Norte. Al percibirla como una amenaza, Isabel I la confinó en varios castillos y palacios señoriales en el interior del país. Después de dieciocho años y medio bajo custodia, María fue declarada culpable de conspirar para asesinar a la reina inglesa en 1586. Fue decapitada al año siguiente en el castillo de Fotheringhay.
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Yolanda Auyanet y Airam Hernández
'Un duelo de reinas que luchan por el mismo cetro y el mismo amor, víctimas ambas de fuerzas políticas y religiosas que manipulan sus destinos desde la infancia en las encarnizadas guerras de poder que las involucran y transcienden' nos anuncian, una trama de ficción histórica como tantas fantasiosas cuando no tergiversadoras en nuestros días. Donizetti contrató a un joven abogado de 17 años para que le escribiera un guion a su medida partiendo de la obra homónima de Friedrich von Schiller (1759-1805) en un triángulo con una buena, una mala y uno que después de mucho hablar prefiere salvar su cuello. El libreto está bien montado, es equilibrado y define bien a los personajes. Otra cosa es que prescinde de coherencia en la narración y, por ejemplo, la carta de la prisionera es leída con dos contenidos diferentes y el coro da por ejecutada a la prisionera antes de su larga comparecencia final. Y Donizetti creó una partitura de grandes vuelos melódicos y contrastes abruptos que privilegia el perfil psicológico de las protagonistas, atrapadas por una red asfixiante de relaciones disfuncionales y tóxicas. Es precisamente esta caracterización musical y dramatúrgica la que seduce actualmente a importantes directores de escena, más allá de la belleza de su belcantismo.
Quizás lo más destacable de la obra sea su fabulosa sucesión casi ininterrumpida de números vocales a cuál más excelso, arias, duetos, tríos, cuartetos y quintetos, hasta llegar al sexteto final, acompañados de unos coros protagonistas de principio a fin en la historia. Por eso, destaquemos en primer lugar a los intérpretes, al trío protagonista de este lunes en que nos tocó en afortunada suerte el segundo reparto. La soprano grancanaria Yolanda Auyanet como Maria Stuarda, la mezzosoprano valenciana Silvia Tro Santafé como Elisabetta, y el tenor tinerfeño Airam Hernández como Roberto, conde de Leicester personalizaron un trío español de ases que pocas veces se presencia en el género. Impecables de principio a fin, no solo notables en sus exigentes papeles vocales sino también muy centrados actoralmente. No son nuevos precisamente en este teatro -5, 7 y 3 presencias anteriores, respectivamente- pero con esta conjunta actuación sin duda han reafirmado sus carreras. Junto a ellos, dos polacos -el bajo Krzysztof Baczyk como Giorgio Talbot y el barítono Szymon Mechliński como Lord Guglielmo- estuvieron impecables y la soprano argentina Mercedes Gancedo cumplió con su corta intervención como doncella de la reina decapitada.
Y tras de juzgar como sobresaliente la dirección musical de José Miguel Pérez-Sierra, actual director musical del rival y colega Teatro de la Zarzuela, que demostró pericia belcantista, hablemos de la puesta en escena, algo que nació como muy secundario acompañamiento de la música y se ha ido volviendo con el paso de los años imprescindible para realzar el repertorio. Es el sexto trabajo del galés David McVicar en el Teatro Real, después de la inolvidable Otra vuelta de tuerca (2010), de La traviata (2015) (ver nuestra reseña), Rigoletto (2015) (ver nuestra reseña) y Gloriana (2018) (ver nuestra reseña), y de la recientísima Adriana Lecouvreur (ver nuestra reseña), siempre intimista, siempre contenido, siempre fiel a la obra original.
Esta vez, revisa un trabajo suyo de hace una década para el Metropolitan de Nueva York, y sitúa la acción en un espacio conceptual y simbólico diseñado por Hannah Postlethwaite, que cede todo el protagonismo a la partitura y para contextualizar la historia solo se apoya en el espectacular vestuario renacentista concebido por Brigitte Reiffenstuel. Quizás la puesta en escena resulte un tanto parca y en algunos momentos insuficiente, con los personajes dando vueltas en torno a una enorme mesa, pero no le faltan grandes momentos como el cambio de escena en el segundo acto desde el palacio de Westminster al castillo de Fotheringhay. Los bellos contrastes de figurantes y coro al fondo del escenario -producto de la iluminación de Lizzie Powell- aportan dramatismo a una escena a veces muy vacía con tan pocos personajes.
La escenografía parte del dibujo de una escena de la ejecución de la reina María I de Escocia realizado por Robert Beale, diplomático de la reina Isabel I presente en el acto. Sobre las líneas de ese esbozo se irguió un decorado conceptual, transformando la ópera en el trágico camino de la protagonista hacía el patíbulo como destino inexorable que subyace bajo toda la trama. En ese decorado simbólico, un entramado de orejas y ojos evocan el permanente estado de vigilancia, tensión y alerta, ráfagas de sombras insinúan la sangre derramada, y un acorazado gran globo terrestre y una cruz sesgada irrumpen marcando el implacable peso del poder político y religioso.
En definitiva, estamos ante una ópera mediana dentro del enorme catálogo histórico operístico, y también del suyo propio del autor, el de uno de los grandes del género que murió abatido por sucesivas desgracias, minado por la sífilis y demente. Resulta interesante recordar que el Palau de Les Arts valenciano programó esta Maria Stuarda hace tan solo un año en el marco de su proyecto de poner en escena la trilogía Tudor en coproducción con el Teatro San Carlos de Nápoles y la De Nederlandse Opera de Ámsterdam, y que también figuraban en el trío protagonista Silvia Tro Santa Fe e Ismael Jordi en sus mismo papeles de ahora en Real.

Boceto de la ejecución
En el siempre excelente programa de mano del coso madrileño se incluye este párrafo de la crónica de la ejecución real el 8 de febrero de 1587 en el castillo de Fortheringay, con el que terminamos: 'Una de las mujeres llevaba un paño del Corpus Christi doblado en triángulo, que después de besar puso sobre el rostro de la reina de los escoceses, y lo sujetó fuertemente muy apretado al cráneo. Entonces las dos mujeres se separaron de ella, y ella, arrodillándose sobre el cojín con la mayor resolución, y sin hacer ninguna señal ni mostrar miedo a la muerte, recitó en voz alta el salmo 'In te Domine confido, non confundar in eternal. Luego, andando a tientas hacia el tajo, reclinó en él su cabeza apoyando su barbilla. Entonces, manteniéndose muy quieta, mientras uno de los verdugos la sostenía ligeramente con una mano, soportó dos hachazos que le asestó el otro verdugo, sin que ella hiciera el más mínimo ruido o como mucho un ruido imperceptible ni moviera parte alguna de su cuerpo del lugar donde se encontraba, y así el verdugo le cortó la cabeza, salvo un pequeño cartílago, y una vez cortado este el verdugo alzó su cabeza a la vista de todos los asistentes y exclamó ¡Dios salve a la reina!'.
Aproximación al espectáculo (valoración del 1 al 10)
Interés: 8
Partitura: 9
Libreto: 7
Dirección musical: 8
Dirección artística: 8
Voces: 8
Orquesta: 8
Coro: 8
Escenografía: 7
Producción: 7
Teatro Real
MARIA STUARDA
Tragedia lírica en dos actos
Música de Gaetano Donizetti (1797-1848)
14, 16, 17, 19, 20, 23, 26, 27, 29 y 30 de diciembre de 2024
Libreto de Giuseppe Bardari, basado en la obra Maria Stuart, de Friedrich von Schiller
Estrenada en el Teatro alla Scala de Milán el 30 de diciembre de 1835
Nueva producción del Teatro Real, en coproduccion con el Gran Teatre del Liceu, el Donizetti Opera Festival de Bergamo, La Monnaie de Bruselas y la Ópera Nacional de Finlandia
Dirección musical: José Miguel Pérez-Sierra
Dirección de escena: David McVicar
Escenografía: Hannah Postlethwaite
Vestuario: Brigitte Reiffenstuel y David McVicar
Iluminación: Lizzie Powell
Dirección de movimiento: Gareth Mole
Dirección del coro: José Luis Basso
Asistente de la dirección musical: Jon Malaxetxebarria
Asistentes de la dirección de escena: Greg Eldridge y Isabelle Kettle
Elisabetta (Isabel I): Aigul Akhmetshina (14, 17, 20, 23, 26, 29 dic) y Silvia Tro Santafé (16, 19, 27, 30 dic)
Maria Stuarda: Lisette Oropesa (14, 17, 20, 23, 26, 29 dic) y Yolanda Auyanet (16, 19, 27, 30 dic)
Roberto Leicester: Ismael Jordi (14, 17, 20, 23, 26, 29 dic) y Airam Hernández (16, 19, 27, 30 dic)
Giorgio Talbot: Roberto Tagliavini (14, 17, 20, 23, 26, 29 dic) y Krzysztof Bączyk (16, 19, 27, 30 dic)
Lord Guglielmo: Cecil Andrzej Filończyk (14, 17, 20, 23, 26, 29 dic) y Szymon Mechliński (16, 19, 27, 30 dic)
Anna Kennedy: Elissa Pfaender (14, 17, 20, 23, 26, 29 dic) y Mercedes Gancedo (16, 19, 27, 30 dic)
Bailarines
Fran Antón, Magdalena Aizpurua, Paola Cabello, José Carpe, Carlos Ibáñez, Billy Jackson, Mariana Limeres, Javier López, Daniel Mellado, Elisa Morris, Nacho Rodríguez, Giuseppe Romano, Raúl Santos y David Vento
Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real
Duración aproximada: 2 horas y 40 minutos
Acto I: 1 hora y 15 minutos
Pausa de 25 minutos
Acto II: 1 hora
ACTIVIDADES CULTURALES
14, 15 y 21 de diciembre, a las 10.30 horas| MUSEO DE HISTORIA DE MADRID
CHARLA EN MOVIMIENTO: Las intrigas de la corte española.
15 de diciembre, a las 11.00 y a las 13.00 horas | REAL TEATRO DE RETIRO, Sala Pacífico
TALLER MUSICAL EN FAMILIA: ¡Todos al Real Teatro!
17 de diciembre, a las 18.30 horas| BIBLIOTECA REGIONAL DE MADRID
CONFERENCIA: María Estuardo: ni trono, ni cabeza, ni teatro donde cantarla.