-Lucas Pellicer (gRRound! Ediciones).- La verdad es que no entendimos muy bien porque en vez de entregar de una vez el 29º episodio antes de final de año, sales con esto, un relato de autoficción en el que me parece que desmadras hechos biográficos en alucinaciones
-JCD.- Como explico en el prólogo, este es el primer texto de ficción que escribí, después de decenas de artículos y reportajes periodísticos en la década anterior. Vivía un momento de esos que uno mismo sabe importantes, acumulaba razones para justificar el haber dejado un buen empleo, y no sabía que sería de mí en el futuro; estaba a la expectativa, descubriendo mi yo interior, enriqueciendo mi paradigma del mundo. Entonces, para distraerme, me dió por inventar algo con la ayuda del hachís. Metí en la túrmix gente, sitios y cosas y le eché fantasía.
-LP.- Pero quedó inédito.
-JCD.- Nunca tuve la menor intención de publicarlo, me daba vergüenza, lo consideré un desahogo que me ayudó a pasar página. Hace un par de meses nuestro diseñador, el bueno de Alberto García Briz, al comentarle su existencia me dijo que por qué no lo publicaba y se ofreció a maquetarlo, aburrido de que no termináramos de quitarnos de encima los dos episodios que faltan para terminar la segunda serie de la Crónica. Al principio, me pareció absurdo e inconveniente, pero la tentación se impuso.
LP.- Supongo que habrás tenido que repasarlo y rehacerlo un tanto.
JCD.- No te lo crearás, pero solo lo he leído de pasada, a salto dce mata, y no me ha gustado mucho lo que digo ni cómo lo cuento. Pero me ha recordado aquella época, aquel paisaje, aquellas gentes. Y no me he sentido capaz de mejorarlo. Aparte de que ya no sería testimonio fiel y probablemente no merecía la pena.
LP.- En eso te comprendo, porque yo tampoco he sido capaz de pasar de un simple vistazo por encima. Me ha parecido escrito con una prosa inmadura, mucho peor que la de la Crónica, pero curioso y divertido de puro disparatado.
JCD.- Cierto, quizás necesite un buen repaso estilístico. Es el inicio de un vuelo vital en un momento en el que la gente se resigna y se acomoda a lo que da de sí la vida, este Seje al contrario parece soltar amarras hacia lo desconocido. Es un individuo que ha cumplido 33 años, un momento que tiene fama de ser especial en la vida, la supuesta edad de Cristo cuando es crucificado y resucita. Según el teólogo sufi Algacel, los moradores del Cielo existirán eternamente en un estado de ser de 33 años.
LP.- Pues yo no recuerdo nada especial cuando cumplí los 33.
JCD.- Hace un año leí un artículo a propósito en una revista argentina en el que se comentaba que Científicos y especialistas en salud coinciden en que el ser humano llega a la madurez entre los 26 y los 30 años de edad. Es entonces cuando nuestra neocorteza cerebral culmina su maduración y al mismo tiempo dejamos de producir hormonas del crecimiento en grandes cantidades, situación que afecta la producción de serotonina y dopamina, y al mismo tiempo se experimenta un proceso neurológico que suele llamarse “la edad del desencanto”. La neurosis de la treintena se desencadena en cada persona de forma diferente, unos se adaptan al mundo, otros se resisten, otros se autodestruyen y hasta se suicidan. Muchos coinciden en que de manera inevitable a los 30, un poco antes o después, somos conscientes de que la juventud terminó y debemos adaptarnos a la adultez y vislumbrar la vejez, que inexorablemente vienen por nosotros. El climax físico contrasta con cierta perplejidad, cierta turbulencia mental. Y que según diferentes estudios hasta los 33 los cerebros que tienen cualidades artísticas desarrolladas, viven constantes situaciones del desencanto que tiene profundidades misteriosas, que unido al consumo de drogas y alcohol hace un cóctel explosivo, un azaroso juego bioquímico donde no siempre nuestras facultades coinciden con nuestras voluntades; un cambio de estructura dramático; un momento en que se define nuestra vida futura. El inicio de un renacimiento tras cierta agonía, un intento de trascender en el espacio/tiempo de la vida.
LP.- Bueno, bueno… Y en la portada y contraportada el salvator mundi de El Greco con gafas de sol y casco.
JCD.- Espero que no se entienda como blasfemo porque es todo lo contrario. Seje, desde su guarida en el centro del centro de un país llamado Ispuña, elucubra sobre la conexión que unifica el todo y vislumbra la segunda venida en su humilde existencia de bacteria entre billones apegadas a la alfombra vegetal de una frondosa selva.
–LP.- O sea otro iluminado, otro tocado por la gracia divina, mística frente a la inteligencia artificial.
-JCD.- Si quieres otro Sidarta Gautama, que fracasa, pero persevera, cuyo «despertar» o liberación está antecedido por el sacrificio, la renuncia y la trascendencia, hasta convertirse en «antorcha del dharma» que ilumina el «noble sendero de ocho», entendido como la síntesis de «la visión certera, la determinación adecuada, la expresión equilibrada, la noble conducta, la correcta forma de vida, el esfuerzo justo, la atención esmerada y la concentración suprema. Todo lo demás es vanidad.
–LP.- Para mí que lo que has escrito va a tener peor salida que la Crónica, que ya es decir. No es ni un libro de autoayuda ni de ciencia ficción, no tiene acción solo devaneos mentales, un compendio de espiritualidad mundana, de pecadora santidad inclasificable.
–JCD.- Para mí, aparte de una lógica nostalgia, tiene el valor de constatar que sigo mal que bien siendo el mismo de entonces. «Hay un tipo de tristeza que viene de saber demasiado, de ver el mundo como realmente es. Es la tristeza de entender que la vida no es una gran aventura, sino una serie de pequeños, insignificantes momentos, que el amor no es un cuento de hadas, sino una emoción frágil y fugaz, que la felicidad no es un estado permanente, sino una rara y fugaz vista de algo que nunca podremos sostener. Y en ese entendimiento, hay una profunda soledad, una sensación de estar aislado del mundo, de otras personas, de uno mismo», dijo una vez Virginia Woolf.
–LP.- ¿Y la Crónica, la vas a poder terminar?
-- JCD.- Te respondo con una reflexiones de W.G. Sebald -un escritor alemán que se mató en un accidente de circulación en 2001- las cuales comparto: «Creo que seguiré escribiendo hasta la muerte… la literatura exige todo mi tiempo… He visto a muchos escritores malograrse por requerimientos de publicación. Es algo importante a tener en cuenta. No hay que depender económicamente de la literatura porque entonces se escriben cosas para los demás y no para uno mismo… No concedo entrevistas. Tengo fama de huraño y reconozco serlo. No me gustan las lecturas públicas ni las presentaciones de libros. Pero volviendo a lo que decía, todas las razones son válidas para la escritura. O casi todas. Porque al parecer hoy en día todo el mundo puede escribir. La literatura se ha convertido en un gran supermercado’.
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Entrevistas anteriores con el autor de la Crónica de Medio Siglo:
–Después de los logros efímeros rebrotan las persistentes lacras (6)
–Aquellos fusilamientos hace 49 años (5)
–Novedades de la Crónica (agosto de 2024)
–Novedades de la Crónica (junio de 2024)
–Novedades de la Crónica (mayo de 2024)
–Novedades de la Crónica (abril de 2024)