Una comedia de malentendidos a partir de la manía universal de hacer vídeos de escenas cotidianas y difundirlos por la red, sirve a Alfredo Sanzol, quizás nuestro mejor autor dramático actual, para recordar a su padre, fallecido el año pasado, para enmendar malentendidos paternofiliales del pasado y seguir sus consejos desde el otro mundo. La inquietante constatación del diálogo siempre fallido entre generaciones irrumpe tras las hilarantes peripecias de cuatro personajes corrientes escindidos entre trabajo y ocio, deseos y obligaciones, azar y destino. Podía ser una pieza de enredo de las del Siglo de Oro por méritos de argumento, texto y trama, pero viene disfrazada con hongos alucinógenos, cabezadas ante el ordenador, excursiones cinegéticas y bsqueda a trompicones de relaciones afectivas, hasta que un elefante rosa desencadena un final inesperado, muy poético y nada habitual.
La calma mágica es divertida, superficial, y asegura un rato distraído que se agradece en estos tiempos de melodrama social. Parece una ingeniosa comedia más, pero esconde una pieza en buena parte autobiográfica con la que el autor se ha liberado de un gran lastre. Contina su buen hacer de textos ingeniosos basados en grandes dotes de observación ordenadas con oficio literario y olfato teatral. Y esta vez incursiona en esos terrenos inestables donde la alucinación, la realidad y el sueño están en un mismo plano, dice.
El protagonista es un alter ego del autor antes de su actual éxito, cuando las cosas le eran adversas. Oliver es un desastroso aspirante a escritor, atormentado por la inseguridad de su malvivir, frustrado en su vocación, temeroso, acomplejado, que cree encontrar una solución a su vida huyendo lejos en pos de una aventura amorosa, y descubre por el contrario que todo radica en reconciliarse con la memoria de su fallecido padre y seguir sus simples consejos. Olga le ha dado trabajo en su empresa, más por pena que otra cosa; su amigo Martín, otro pequeño empresario, se ha convertido en su rival obsesivo por mor de unas imágenes obtenidas sin permiso, y en la pugna por eliminarlas conoce a Olivia, la empleada de Martín, y ambos se gustan a primera vista aunque Oliver mostrará la falta de reflejos que a Martín le sobran en estos lances. Olga y Martín ligan en una excursión cinegética a Montfrage, y Olivia y Oliver por fin conectan y deciden irse a frica a vivir un romance cuidando elefantes. Cuando todo parece arreglado, el destino rejunta a los cuatro, los enfrenta y finalmente deshace las dos ocasionales parejas.
Como en anteriores trabajos de Sanzol hay ingredientes variados que conforman un men original y sincero. La lucidez serena, la calma mágica del título que supuestamente proporcionan los alucinógenos; la caza, reminiscencia del Paleolítico, frente al ecologismo amante de los animales salvajes, propio de nuestros días; vidas anodinas junto a anhelos hermosos; relaciones amorosas que el azar teje y desteje, y el efecto a largo plazo de las dosis continuadas de psilobicina en forma de diálogo de ultratumba. Creo que para mis personajes a medida que transcurre el tiempo los sueños y la realidad llegan a tener el mismo valor entre los recuerdos. Todo lo que ha sucedido en la realidad se mezcla con lo que pudo suceder. Y, como la realidad deja rápidamente el espacio a los sueños, el pasado se parece cada vez más al futuro.
Sanzol parece despreciar o desconocer la carpintería teatral, concentrado en los actores, pero en este caso la escenografía es tan plana que distancia, enfría, aleja y puede perjudicar claramente a la obra. En el anchísimo escenario de la sala Francisco Nieva del Teatro Valle Inclán revestido de madera clara, una mesa con dos sillas se pierde en un extremo mientras en el otro se almacenan diversos cachivaches. Un hueco al fondo a guisa de ventana aporta acertadamente respiro a un lugar desangelado que ejerce de supuesta oficina, apartamento ciudadano, parque natural extremeño y complejo turístico keniata. No hay nada reseñable en escena pero la pieza vive de unos personajes auténticos que suplen presentación tan parca.
Un reparto de buenos actores bien dirigidos. Iñaki Rikarte casi perfecto en su hipondríaco y reprimido Oliver; Aitor Mazo en un hombretón de manual, este Martín algo depredador, pagado de sí mismo, al que la vida le va de cine y le va a ir siempre porque no piensa complicársela; Sandra Ferrs en una Olivia entrañable, veterinaria vocacional pero con los pies en la tierra; y Mireia Gabilondo en una Olga a mitad de camino entre buscadora espiritual y empresaria , quizás el personaje menos definido de todos. La abogada que encarna Aitziber Garmendia tiene un papel corto pero agradecido.
Tanttaka Teatroa es una compañía veterana que trabaja en euskera, catalán y castellano. Sus producciones son notables. En 2011 su director, Fernando Bernués, dirigió en La Abadía La mujer justa una teatralización de la novela de Sándor Márai (ver reseña). Y en 2013 trajeron al CDN un buen montaje de El hijo del acordeonista, la novela de Bernardo Atxaga (ver reseña).
Alfredo Sanzol todavía está en el tramo bueno de la cuarentena y desde hace seis años mantiene una trayectoria ascendente que en nuestra opinión le ha colocado a la cabeza de los autores dramáticos españoles de esta época. Este navarro tranquilo frecuenta los mejores escenarios: Sí, pero no lo soy se estrenó en la sala Princesa del Centro Dramático Nacional en 2008 y luego pasó al Teatre Lliure de Barcelona (ver reseña); Días estupendos vio la luz en la sala Francisco Niebla del CDN en 2009 (ver reseña); Delicadas empezó en 2010 en el Poliorama y el Festival Grec para después venir a Madrid triunfalmente (ver reseña); y En la Luna se estrenó en 2011 en el Teatro de La Abadía y el Teatre Lliure en comandita (ver reseña). Y finalmente Aventura! ya cosechó éxitos en Barcelona en 2012 y los refrendó en los Teatros del Canal en mayo pasado (ver reseña). La calma mágica es su sexta entrega, una por año desde 2008. Un palmarés abultado que puede presentar erguido ante la memoria de su añorado padre.
Amenazan llenos absolutos y ovaciones sinceras en todo el mes previsto para esta estupenda obra.
Sanzol es profundo sin aparentarlo. Consigue esa sencillez que contiene lo profundo. Sabe captar la vida sin antifaces tan abundantes hoy día. Hace el teatro de evasión más comprometido que conocemos. Creo que intento desvelar las paradojas del ser humano en su camino hacia la felicidad, y esas paradojas muchas veces producen humor. Hay también una mirada compasiva y crítica hacia el dolor. Hay rabia y frustración por la estupidez y al mismo tiempo un optimismo vitalista para lograr la armonía y el equilibrio. Así es, tenemos que seguir adelante porque es posible que merezca la pena.
VALORACIÓN DEL ESPECTCULO (del 1 al 10)
Interés: 8
Texto: 8
Dirección: 7
Interpretación: 8
Escenografía: 6
Producción: 6
Programa de mano: 7
Documentación a los medios: 7
CENTRO DRAMTICO NACIONAL
Teatro Valle-Inclán | Sala Francisco Nieva
La calma mágica
Texto y dirección Alfredo Sanzol
Del 10 de octubre al 9 de noviembre de 2014
Reparto (por orden alfabético)
Olivia Sandra Ferrs
Olga Mireia Gabilondo
Abogada Aitziber Garmendia
Martin Aitor Mazo
Oliver Iñaki Rikarte
(Funciones en euskera con Itziar Ituño, Mireia Gabilondo, Aitziber Garmendia, Jose Kruz Gurrutxaga, Martxelo Rubio)
Equipo artístico
Escenografía Alejandro Andjar
Vestuario Ana Turrillas
Iluminación Xabier Lozano
Msica Iñaki Salvador
Ayudantes de dirección Aitziber Garmendia y Vito Rogado
Coproducción Centro Dramático Nacional y Tanttaka Teatroa
Fotografía marcosGpunto
Coproducción Centro Dramático Nacional y Tanttaka Teatroa en colaboración con Gobierno Vasco y Diputación de Guipuzcoa
Horario: martes a sábado 19:00 horas y domingo 18:00 horas
Duración: 1 hora y 40 minutos
Encuentro con el pblico el 23 de octubre al finalizar la función
Los días 1 y 2 de noviembre las funciones se harán en euskera con sobretítulos en castellano. Con la colaboración del Instituto Vasco Etxepare.