Desde 1975, cuatro décadas de sesgados lugares comunes, de demagogia desaforada por un lado y de pasotismo acobardado por el otro, han contribuido a que el conocimiento del régimen anterior sea hoy incluso peor que cuando terminara con la muerte de Francisco Franco. Entre las verdades de perogrullo establecidas a machacamartillo mediante su repetición una y mil veces está la de que el Franquismo fue un páramo cultural, donde no se creaba ni se editaba ni se representaba ni se debatía nada nuevo y original, donde sólo existia una raquítica cultura oficial y no había más intelectuales que los perseguidos y censurados. En la tarea de restablecer los hechos y aportar una visión más equilibrada, El franquismo y los intelectuales. La cultura en el nacionalcatolicismo, de Antonio Martín Puerta, es una valiosa aportación de lectura imprescindible para todo el que se mueva en el terreno de las ideas y an más para todo ciudadano interesado en conocer la reciente historia de nuestro país.
Antonio Martín Puerta es economista, historiador y profesor, autor de otros trabajos sobre cuestiones históricas contemporáneas, como Ortega y Unamuno en la España de Franco en esta misma editorial. Presenta su obra con estas palabras: Al margen tanto de idealizaciones como de críticas preestablecidas, analiza los antecedentes y resultados del proyecto cultural y político del llamado nacionalcatolicismo, la situación de los intelectuales y su no desdeñable obra durante las dos primeras décadas del régimen de Franco.
Se ha venido en llamar nacionalcatolicismo a la primera etapa del régimen franquista, las dos décadas que transcurren entre la guerra civil y la llegada al poder de los llamados tecnócratas, que se centran en la transformación económica del país con el Plan de Estabilización y los Planes de Desarrollo, desechan las ideas y las formas antiguas, y adoptan un apoliticismo con el que acercarse a Europa Occidental.
Es un término este, el de nacionalcatolicismo, difícil de concretar, tanto que el autor no encuentra definición más ajustada que la que acuñara Karl Schewendemann, jefe de la división política III-A del Ministerio de Asuntos Exteriores del Reich, el 7 de octubre de 1938, para explicar a sus jefes que pretendía Franco: La concepción del Estado en la España nacionalista se orienta hacia una síntesis de la tradición católica y de las ideas de un gobierno autoritario de tendencia social.
Pronto, a mitad de los años cuarenta, el componente falangista perderá su hegemonía real e irá convirtiéndose en una carcasa vacía para terminar al final del período estudiado en mero ropaje formal. La ACNP será el instrumento mediante el que la iglesia intentará imponer su hegemonía ideológica, sin conseguirlo.
En definitiva, el libro abarca dos décadas de un franquismo que en modo alguno puede percibirse como un todo homogéneo. Será precisamente una percepción tan tosca como habitualmente implantada en amplios sectores de la sociedad española, la que impida un riguroso análisis del período histórico que dio lugar a la España del presente, transformación de la España franquista. Prueba de ello, de que el franquismo, por más que vaya vinculado a la figura de Francisco Franco, sufrió diversas transformaciones, la encontramos en un libro que no en vano reconoce que el nacionalcatolicismo se agostaría con la llegada de los tecnócratas de un Opus Dei que sin renunciar a la fe cristiana, introducirá nuevos componentes.
Martín Puerta ilustra un franquismo que desde fuera se veía homogeneo pero por dentro era heterogéneo, pleno de tensiones y en constante pugna por acumular más poder que los rivales. Documenta censura, depuraciones y exilios más allá de la leyenda. Presenta un panorama dialéctico en el que las prohibiciones coexisten a menudo con los permisos, en el que rojos y azules van dejando paso a una nueva fauna rojoazulada o azulrojiza que recibe parabienes y patadas en dosis combinadas, que da una zancada de la repblica al franquismo para a continuación dar otra del franquismo a la democracia. Dos décadas para aquella, otras dos décadas para esta. Un péndulo en el que los intelectuales representan perfectamente al conjunto de la sociedad.
El desvanecimiento del falangismo se producirá por motivos varios, entre los que cabe señalar los acontecimientos universitarios de 1956, cuando el SEU es cuestionado y comienza a tomar cuerpo una oposición a las posiciones dominantes desde los ya por entonces lejanos días de la Guerra Civil de la que hasta el PCE prefería olvidarse apostando por la reconciliación nacional. Se hará visible entonces una particular oposición liderada por franquistas como Ruiz-Giménez, Antonio Tovar o Pedro Laín, integrados en una universidad que verá nuevas revueltas casi una década después, de la mano de revolucionarios tales como Aranguren o Tierno.
Terminado el libro con una apabullante relación de nombres propios y títulos que muestra la notable actividad cultural durante las dos décadas estudiadas, Martín Puerta afirmará que no puede decirse honestamente que el período tratado constituyese un páramo cultural o intelectual, refrendando la tesis de su admirado Julián Marias, explicada con claridad y razonada con solvencia en sendos artículos de 1976 y 1997 que se reproducen como punto final del volumen.
Una gran aportación es detallar y documentar el fracaso de Falange primero, del Movimiento Nacional después, de la iglesia, de los monárquicos y los tradicionalistas, de todas las familias del anterior Régimen a la hora de utilizar su hegemonía autoritaria en imponer un nuevo modelo cultural de derechas. La iglesia católica no supo ni pudo cristianizar de nuevo a una sociedad que ya la había abandonado en buena medida, y en sus componentes más dinámicos -cultura, educación, clases medias urbanas-, antes de que llegara la Segunda Repblica.
El trabajo de Martín Puerta aporta datos, muchos datos; es más tímido a la hora de sacar conclusiones, como si no se atreviera, como si an no fuera posible sin causar escándalo. Roza el gran dilema de por qué sólo se concibe una cultura que sea de izquierdas, de cómo es casi imposible ser conservador, liberal, en el paradigma intelectual del siglo XX. Un paradigma que está siendo superado en las partes septentrionales de Europa y América, pero que sigue férreamente impuesto en la España actual.
Con prólogo de José Manuel Cuenca Toribio, citado a menudo en su texto como figura orientadora del autor, y epílogo de Julián Marías en forma de esos dos artículos mencionados, estamos ante un libro importante por ser a contracorriente. Libro que debería marcar un antes y un después a la hora de analizar la dimensión cultural del franquismo en los años 40 y 50. Libro que es ejemplo y acicate para parecidas revisiones solventes y científicas de la maraña de lugares comunes y deformaciones en que se está convirtiendo la historia española de la segunda mitad del siglo XX.
El franquismo y los intelectuales. La cultura en el nacionalcatolicismo
Antonio Martín Puerta
Ediciones Encuentro
Madrid, 2014
368 páginas
15×23
ISBN: 978-84-9055-032-8
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