Muy célebre ha sido durante décadas el experimento de un profesor en los años 60 que jugando con fuego creó un drama en su clase y un teorema en sociología. Una novela en 1981, un musical en 2006, una película en 2008 y un documental en 2012 popularizaron el asunto. Convertido en obra de teatro, se estrenó en 2013 en Barcelona y llega ahora a Madrid. Su ambientación historicista y cinematográfica es brillante, pero peca de hueca y tediosa. Se queda en simple teatro efectista cuando debía haber sido complejo aldabonazo de actualidad.
California, en los años sesenta. La guerra del Vietnam, la msica rock, la protesta de Luther King, rodean el Cubberley High School, un colegio de Palo Alto en el que durante la primera semana de abril de 1967, Ron Jones, dinámico profesor de historia contemporánea, trata de mostrar a sus alumnos cómo pudo forjarse en la Alemania de los años 30 el nazismo poniendo en marcha un experimento: progresivamente los someterá a un régimen más y más represor y colectivista que van aceptando primero a regañadientes y luego con entusiasmo hasta transformarse sin darse cuenta en un grupo homogéneo de pequeños matones y matonas. Se bautizaron La Tercera Ola, debido a la creencia en que la tercera de una serie de olas en el mar es siempre la más fuerte, y adoptaron el lema Fuerza mediante la disciplina, fuerza mediante la comunidad, fuerza a través de la acción, fuerza a través del orgullo.
El autor del texto explica que el objetivo ha sido seguir los hechos de la manera más fiel posible, tal y como fueron consignados en su momento por el propio Jones en diversos artículos y entrevistas y recopilados más tarde por diversos ex alumnos participantes en el experimento. En este sentido, director y dramaturgo queremos agradecer particularmente las aportaciones de Philip Neel y Mark Hancock, participantes originales del experimento, y del propio Ron Jones, con quienes se ha mantenido contacto personal de cara a la construcción de la obra.
El padre de la idea y director del montaje, Marc Montserrat, confiesa que desde el primer momento que conocí la historia supe que tenía la necesidad vital, y la obligación ética, de contar con toda libertad y desde el escenario de un teatro aquello tan inexplicable que llevó, a unos seres humanos, a cerrar las puertas a seis millones de judíos, otros seres humanos.
Reconstruir los hechos reales les ha llevado a ambientar la obra allí y entonces, California, 1967. Centrarse en el motivo del experimento -cómo y por qué la culta población alemana adoptó un mesianismo piramidal y genocida que sólo podía llevarla a la catástrofe-, les ha impedido trascender la circunstancia y ofrecernos un til antídoto para las reproducciones actuales con formas nuevas y atractivas del viejo mal totalitario, lo cual consiste en imponer las opiniones, creencias y dictámenes de mayorías fanáticas o minorías influyentes como verdades nicas, absolutas e indiscutibles. Advertir al ciudadano corriente y moliente de hoy sobre la eterna maleabilidad mental del ser humano. Vacunarle contra eslóganes molones y respuestas fáciles. Y sobre todo armarle contra las olas que arrastran a las sociedades, contra las oleadas políticas y sociales, los oleajes a la moda, los empujones en las redes de los que se apuntan a un bombardeo.
El montaje es uno de los más luminosos y convincentes de los ltimos tiempos. Es paradigma de ese teatro que imita al cine en busca de su supervivencia, pero que arriesga perder su esencia. Naturalista hasta el hiperrealismo nos traslada al momento y lugar elegido como su de una película taquillera se tratara. Y consigue eso, que nos recostemos en la butaca y oigamos y veamos pasivamente esta comedia de serie B, entretenida y aceptable.
Perfectas la escenografía de Jon Berrondo, el vestuario de María Araujo, la iluminación de Albert Faura, el sonido de Francisco Grande e Igor Pino. Si la duración total hubiera sido la de la primera parte nicamente, quizás nuestro modesto parecer se hubiera inclinado por la calificación de notable bajo. Pero con un duración de la primera parte de hora y media y una segunda parte de contundentes 50 minutos, tras un descanso de quince (que siempre se alargan), darle a esta ola curso total de más de 150 minutos obliga al espectador a correr el riesgo de ahogarse. Cosa a la que no estuvimos dispuestos.
El reparto está acertado en el tono general y en casi todas las individualidades si estuviéramos en el cine viendo una peli americana traducida. Pero como cuando vamos al teatro nos gusta el cuerpo a cuerpo no podemos ocultar el regusto de descontento: no nos creemos a Xavi Mira en ese profe tan correcto; no nos convencen ni el rebelde converso ni el patriota gritón ni el deportista racista ni el negro buenazo ni las tres chicas. A las pruebas para seleccionar al elenco se presentaron 1.500 jóvenes de los que han sido elegidos estos seis: Javier Ballesteros, David Carrillo, Jimmy Castro, Carolina Herrera, Ignacio Jiménez, y Helena Lanza, que junto a Alba Ribas, procedente del montaje del Lliure, forman este notable equipo actoral bien dirigido por Marc Montserrat a su objetivo: narrarnos cinemateatralmente cómo fue aquel suceso. Únicamente.
Lo que es una lástima. En junio pasado, Antonio Elorza, catedrático de Ciencias Políticas en la Universidad Complutense de Madrid, escribía una columna titulada precisamente La Ola (de muy conveniente lectura) en la que partiendo de la citada película alemana de 2008 establecía un paralelismo con lo que desde ese mismo año ocurría en su facultad, el ascenso imparable, el rodillo incesante, el nacimiento e implantación de los dirigentes y seguidores de este poderoso movimiento apelado Podemos, que casualmente tras el estreno ayer en el Teatro Valle Inclán, llena esta mañana de sábado el centro de Madrid con sus cada vez más numerosos y entregados entusiastas.
Y de no establecer una semejanza con Podemos podían haberla establecido, incluso más apropiadamente, con el soberanismo catalán en el que se instalan, indignado allá, subvencionado acá, y el mecanismo premeditado y alevoso por el que hace apenas diez años sólo el 28% de los catalanes concebía Cataluña como una nación, el 25% opinaba que tenía una personalidad diferenciada y nada menos que el 46% la consideraba una región más de España.
Las olas marinas y sociales son peligrosas y dignas de la máxima desconfianza. Esta ola teatral está desactivada por voluntad propia. Vigilemos las olas que nos rodean con salvavidas incorporado.
El profesor Ron Jones cuenta su experimento
Videoclip de promoción de la obra de teatro
Aproximación al espectáculo (del 1 al 10)
Interés, 6
Idea, 6
Texto, 7
Dirección, 8
Interpretación, 8
Escenografía, 8
Msica y sonido, 5
Producción, 8
Documentación para los medios, 7
Programa de mano, 7
CENTRO DRAMTICO NACIONAL
Teatro Valle Inclán
La ola
Del 30 de enero al 22 de marzo de 2015
Texto, Ignacio García May
Idea y dirección, Marc Montserrat Drukker
A partir de un experimento real de Ron Jones
Reparto (por orden alfabético)
Robert Javier Ballesteros
Doug David Carrillo
Norman Jimmy Castro
Wendy Carolina Herrera
Steve Ignacio Jiménez
Aline Helena Lanza
Ron Jones Xavi Mira
Sherry Alba Ribas
Equipo artístico
Escenografía Jon Berrondo
Vestuario María Araujo
Iluminación Albert Faura
Sonido Francisco Grande, Igor Pino
Vídeo Xavier Bergés
Coach vocal Isabel Pastor
Ayudante de dirección Toni González
Producción: Centro Dramático Nacional
Precios: 19 y 24 . Encuentro con el pblico, 21 de febrero
De martes a sábados, a las 20.30 h
Domingos, a las 19.30 h
Plaza de Lavapiés s/n
28012 Madrid.