Els Joglars prometen abandonar la sátira y ser un dedo en la llaga de la condición existencial de Juan Carlos I. El dedo hurga con crueldad inaudita, ridiculiza y deforma hasta la zafiedad para destrozarlo a él, a su familia, a su época, para que la sal gorda convierta en bazofia el ltimo medio siglo de la historia española. Es otro y muy lamentable añadido a la falaz memoria histórica oficial, y proviene de quien uno nunca lo hubiera pensado. No es que no haya afecto ni respeto en la propuesta; es que no hay siquiera compasión ni empatía. O al menos, así nos lo parece.
El texto de presentación, sin embargo, te sugiere algo más profundo y equilibrado. Dice: las distintas situaciones creadas y vividas por el rey emérito a lo largo de su vida, contienen unos componentes cercanos a la tragedia clásica. Su infancia y juventud, separado de sus padres y entregado a la tutela de un dictador. La muerte del hermano por un disparo fortuito de su pistola. La corona arrebatada al padre. Su poder absoluto heredado de la dictadura y entregado a la democracia. El golpe militar frustrado en el ltimo momento. Los manejos económicos. Su incesante inclinación por las amantes, y finalmente, la abdicación en favor de su hijo y el exilio. La vida del rey emérito provoca en sus contemporáneos los más antagónicos juicios. Els Joglars e dispone a crear un espectáculo en esta línea poliédrica. Entre lo humorístico y lo trágico, el rey emérito rememora los momentos y las situaciones que, a lo largo de los años, le han llevado al exilio y la soledad.
Pero el repaso no va más allá de los lugares comunes, de las leyendas urbanas, de las sentencias rotundas de sobremesa, de los dimes y diretes que unos usan para atacarle y otros para defenderlo. Si los ataques malvados insinuando que la muerte de su hermano Alfonsito no fue tan accidental; que traicionó al padre; que fue franquista medular y demócrata sobrevenido; que urdió el 23F; que es bobo de capirote, superficial, comilón y juerguista; que es un ladrón depravado y un obseso sexual, y que todo lo hizo mal, si todo ello se basa a menudo en hechos inflados y tergiversados, y son como mucho medias verdades exageradas, las defensas piadosas o hagiográficas de sus bondades de estadista y de los logros de su reinado no dejan de serlo así mismo. A este nivel, todo estaba dicho y mal dicho en miles de tertulias mediáticas, cientos de columnas de opinadores y decenas de libros sesgados.
Por eso su mera repetición en el escenario cansa, todo lo hemos oído mil veces. Para que no sea una letanía, la puesta en escena se sita en 2023, en el Golfo Pérsico. El rey emérito, anciano y exiliado quiere sentir el sabor de su lejana y querida patria y alquila un velero para darse una fiesta con una periodista íntima, un amigote de parrandas y un bastardo -quizás suyo- que le hace de bufón, y a la que invita a uno de sus hermanos jeques del petrodólar. El capitán es inglés de Brighton, el servicio lo hacen marroquíes y la tripulación son una galleguiña y tres brutos maromos.
La gran atracción consiste en Ramón Fontseré haciendo de don Juan Carlos, una burla despiadada, un despojo tembloroso y balbuceante, soberbio y ramplón, mal hablado y sobón, que abunda en groserías y caprichos, que consiente a su bastardo que le cante las cuarenta y a su querindonga que le recuerde sus tropelías, mientras él se defiende con generalidades que solo colaboran a desacreditarlo a ojos de un pblico que el día del estreno parecía reir por compromiso y que no se mostró demasiado entusiasta.
Todo es muy convencional en escena, en una producción que se ha esforzado en ahorrar gastos. La retahíla de blablablás críticos y elogiosos se sucede en torno a la preparación de la fallida paella, mientras que lo más logrado son los vaivenes en cubierta, un efecto conseguido hábilmente por el ritmo sincopado de los actores. Las muchas referencias a Shakespeare no consiguen elevar el nivel intelectual o emocional de lo que se oye, y las tormentas y los cañonazos son de salón de actos de instituto. El texto nadie lo firma y da la impresión que se ha ido improvisando durante el largo período de ensayos que Els Joglars siempre gusta de aplicar.
Todo está concebido para que la pieza no sea acusada de embellecer o justificar o comprender o explicar al protagonista, con lo que el resultado final va a pecar de lo contrario, resulta denigratorio, ridiculizador y condenatorio de SM Juan Carlos I, y de paso injusto innecesariamente con franco, el franquismo y los franquistas para así ganar bula o por lo menos tolerancia en esta lamentable españa inquisidora en que vivimos.
Ni Boadella se atreve, pensarán algunos. Pero quizás hay más de un Albert Boadella: la persona ejemplar que ha resistido y hace frente a la opresión separatista en Cataluña, y el dramaturgo que se considera solamente un bufón que entretiene a base de chascarrillos oportunos, elaborados con buen oficio, a la antigua usanza. Esta vez ha puesto una pica en Flandes, algo de combustible para que la pira del régimen juancarlista, este Estado social y democrático de derecho que tiene como forma política la monarquía parlamentaria, termine de arder por los cuatro costados.
VALORACIÓN DEL ESPECTCULO (del 1 al 10)
Interés: 7
Texto: 4
Dramaturgia: 6
Dirección: 7
Interpretación: 6
Escenografía: 6
Producción: 6
Teatro Infanta Isabel
El Rey que fue
Els Joglars
con Albert Boadella y Ramon Fonstserè
A partir del 28 de febrero del 2024
REPARTO
Ramón Fontseré
Pilar Sáenz
Dolors Tuneu
Martí Salvat
Bruno López-Linares
Javier Villena
DIRECCIÓN ARTÍSTICA Albert Boadella
Espacio escénico ELS JOGLARS
Vestuario Pilar Sáenz
Iluminación Bernat Jansà
Espacio sonoro David Angulo
Comunicación Oriol Camprubí
Diseño gráfico NYAM Agencia Creativa / Manuel Vicente
Producción ejecutiva Montserrat Arcarons
Ayudantía de dirección Alberto Castrillo-Ferrer
Distribución ELS JOGLARS
Horario martes, miércoles, jueves y viernes a las 20:00, sábados y domingos a las 19:00
Duración 90 Minutos.