Hace tiempo tuve el placer de conocer y entablar amistad, además de colaborar en algunos asuntos que no vienen al caso, con un grupo de iraníes exiliados en Montreal de la dictadura del Sah Mohammad Reza Pahlaví. La mayoría eran profesionales; abundaban los médicos e ingenieros, mientras que las féminas solían ejercer de enfermeras y maestras. Perfectamente integrados en la sociedad canadiense, vestían y se comportaban de forma tan parecida a los españoles que por entonces residíamos por aquellos lares, que la amistad brotaba con toda naturalidad. Una parte importante de aquella colonia volvió a Irán a principios de los setenta para intentar derrocar al Sah. Eran miembros del Peoples Mujahedin-e-Khalq marxist-leninist que fue aniquilado por el Líder Supremo ayatolá Jomeini al comienzo de su implacable teocracia.
En el otoño de 1994 tuve la ocasión de ir a Teherán por motivo de una exposición internacional. Tras la paz con Irak, parecía entonces que el rigor teocrático se rebajaba gracias a que Rafsanyaní había optado por la apertura internacional. El chador entonces era minoritario en la capital iraní. Las mujeres jóvenes conducían Renaults 12 en el laberíntico tráfico y se atrevían a enseñar la parte delantera del cabello usando el chal en lugar del makhné. En la calle iban enfundadas en gabardinas de colores opacos, pero de colores al fin y al cabo, mientras que en las casas y guateques privados se decoraban el rostro y vestían minifaldas más cortas que en París. La sociedad civil en Teherán. basada en una clase media mercantil e intelectual occidentalizada, resistía con tesón gandhiano el intento de retroceso al medievo.
El largo preámbulo anterior creo que viene a cuento para explicar el meollo de El viajante, pues se trata de un film presentador de la sociedad de clase media actual del caótico Teherán. La habilidad con que el guion de Asghar Farhadi nos va introduciendo en la trama es tan gradualmente natural y próximo que puede inducirnos a imaginar que esta historia está ocurriendo en Carabanchel, si no fuera por los mantos que cubren la cabeza de a las señoras durante todo el día. Al fin y al cabo, la afición por el teatro de Emad y Rana explicitada en la representación de una obra como Muerte de un viajante que catapultó a la fama a Arthur Miller en 1949 por su descarnada crítica al sueño americano y la inhumana entropía del sistema capitalista, es la metáfora con que Farhadi estructura su obra.
Así, las grietas del edificio que obliga a desalojar el apartamento donde vive la pareja protagonista, son la antesala simbólica que muestra la fragilidad de convicciones y principios morales y culturales que creemos bien asentados, pero que un acontecimiento inesperado pero consustancial a nuestra sociedad, desbordan y ponen en cuestión los valores que parecían sólidos.
Si el guion y la dirección de Farhadi son magistrales, al ir dosificando la intensidad dramática con precisión y talento, además de mostrar la realidad del Irán contemporáneo, la interpretación de todos los actores, tan lejana al histrionismo y a la afectación actualmente en boga, merece resaltarse. Sin duda destaca la interpretación sobresaliente de Shahab Hosseini, pero no menos impresionante me ha parecido la sobriedad digna con que reviste a su personaje Taraneh Alidoosti.
El viajante merece una visita al cine.
El viajante
País: Irán
Director: Asghar Farhadi
Guión: Asghar Farhadi
Msica: Sattar Oraki
Fotografía: Hossein Jafarian
Reparto de Protagonistas: Shahab Hosseini, Taraneh Alidoosti, Babak Karimi, Mina Sadati
Productora: Coproducción Irán-Francia; Arte France Cinéma / Farhadi Film Production / Memento Films Production
Género: Drama.
Duración: 92 min
Premios: Oscar 2016 a la mejor película de habla no inglesa.
Globos de Oro: Nominada a Mejor película de habla no inglesa.
Festival de Cannes 2016: Mejor actor (Shahab Hosseini) y guión.
National Board of Review (NBR) 2016: Mejor película de habla no inglesa.
Critics Choice Awards 2016: Nominada a Mejor película de habla no inglesa.
Festival Internacional de Valladolid 2016 Seminci: Sección oficial.