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La ópera Orfeo con la danza de protagonista

La ópera Orfeo con la danza de protagonista

Por José Catalán Deus
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jcdeustelefonicanet/6/6/17
sábado 26 de noviembre de 2022, 01:00h

Coreografiar la partitura de Claudio Monteverdi hasta hacer bailar a cantantes, coro e instrumentistas junto al cuerpo de baile, tenía su riesgo y tiene su mérito. En su conjunto, la propuesta de Sasha Waltz es sobresaliente formalmente pero La favola dOrfeo (La fábula de Orfeo), una de las primeras obras que se catalogaron como ópera, está mejor como la concibió su creador. Y la partitura nunca se dejó vencer por tan ambiciosa y original puesta en escena. Hay que calificar de absolutamente excelente la dirección musical de Leonardo García Alarcón en su primera irrupción en el Real. La Freiburger Barockorchester sonó como en el mismo Olimpo, el Vocalconsort Berlin aleteó vocalmente como querubines divinos, y el reparto estuvo en todo momento a la altura de la cima.

El mito de Orfeo, el cantor tracio que con la pureza de su canto llega a convencer a las divinidades infernales para que le devuelvan a su amada Eurídice, es uno de los pilares del pensamiento occidental junto con el mito de Edipo. Sería hijo de Apolo y de la musas Calíope. Cuando tocaba su lira, las fieras se calmaban, y la gente se reunía para oyéndole relajarse y olvidar sus penas. Así enamoró a la bella Eurídice. En su honor se desarrollaron los misterios órficos, rituales iniciáticos legendarios. Con su msica, Orfeo era capaz incluso de mover árboles y rocas y detener el curso de los ríos; fue con los Argonautas en busca del vellocino de oro y se le atribuye ser uno de los pioneros de la civilización, habiendo enseñado a la humanidad las artes de la medicina, la escritura y la agricultura. En su aspecto más conectado con la vida religiosa, fue augur y profeta. Practicó las artes de la magia, en especial la astrología. Fundó o hizo accesibles muchos cultos importantes, como los de Apolo y Dioniso; instituyó ritos místicos, tanto pblicos como privados; prescribió rituales iniciatorios y de purificación. Se dice que visitó Egipto y que allí se familiarizó con los escritos de Moisés, y con la creencia en que la vida no terminaba. El orfismo cree en la transmigración de las almas, obligadas a encarnarse hasta que alcancen la purificación y perfección. El cubismo órfico, así bautizado en 1913 por el poeta Guillaume Apollinaire, es una pintura que no tiene técnicamente más que color, contrastes de color, pero que se desarrollan en el tiempo y se perciben simultáneamente, de un solo golpe, y sus representantes más conocidos fueron Robert y Sonia Delaunay.

Pues bien, hete aquí el mito eterno en nueva versión. La directora y coreógrafa que nos propone una puesta en escena donde la danza rivaliza en protagonismo con la msica, fue cofundadora en 1993 de la compañía Sasha Waltz & Guests, con un enfoque artístico basado en formas interdisciplinares de interpretación y creación, y poco a poco centrada en la condensación de procesos colaborativos y el desarrollo sincrónico de la coreografía y la msica. Dice la señora Waltz: He querido esta vez profundizar an más en la fusión entre la msica y la danza e involucrar a los bailarines de otra manera. Si bien el coro es siempre teatral en las óperas, esa teatralidad se puede ampliar mediante el trabajo con el cuerpo. Para Orfeo quería que no solo el cuerpo coral se moviera en escena, sino que también los bailarines trabajasen con su voz y cantasen Los cantantes tienen que integrar los elementos coreográficos en su línea musical Esos dos mundos tan distintos convergen También en Orfeo quería que los msicos estuvieran en el escenario, como parte del acontecimiento, como performers y como elenco. A través de la colaboración con Pablo Heras Casado, surgió la relación con la Freiburger Barockorchester, ya que Pablo trabaja allí regularmente como director invitado. Por aquí ha debido llegar su presencia en Madrid en esta temporada, 18 años después de su estreno en Amsterdam.

La propuesta es una exquisitez formal. La escenografía de Alexander Schwarz, el vestuario de Bernd Skodzig, la iluminación de Martin Hauk y hasta la completa secuencia de los vídeos de Tapio Snellman son de una elegancia y belleza estética sin par. La coreografía de Waltz es brillante y ejemplar en algunos tramos, precaria y pedestre en otros: consigue sincronizar con el argumento en bastantes ocasiones, pero en otras distrae y embarulla, y algunos ideas, como los frutos y los árboles, no llegan a plasmar la idea de su autora.

La soprano francesa Julie Roset y el barítono austriaco Georg Nigl -factor decisivo para la directora- fueron una Eurídice y un Orfeo magníficos. Con gran elegancia y mucho vibrato brilló la mezzosoprano sueca Charlotte Hellekant en una Mensajera/Esperanza arrolladora tanto en su victoria como en su derrota. El bajo Alex Rosen fue un excelente Caronte vocal y actoralmente, y el barítono Julián Millán resultó un Apolo más discreto pero igual de eficaz. La Proserpina de Luciana Mancini y el Plutón de Konstantin Wolff completaron una velada plena.

El Teatro Real ya presentó en trilogía a lo largo de tres temporadas otro LOrfeo (2008) acompañado de Il ritorno dUlisse in patria (2009) y Lincoronazione di Poppea(2010), coproducido con el Teatro La Fenice de Venecia con William Christie como director musical al frente de Les Arts Florissants y el director escénico Pier Luigi Pizzi a cargo de la puesta en escena, escenografía y figurines. Un gran proyecto (y dos años después el recordado Gérard Mortier insistió con otra producción poco afortunada). En aquella ocasión, Christie nos decía: Monteverdi la representó por vez primera en un palacio no en un teatro, y los asistentes seguramente participaron en su nacimiento en lo que sería sin duda un momento mágico que intentamos resucitar. Tras esa primera parte, un himno al amor y al placer, al humanismo y al Renacimiento, llega una segunda dramática, aparece la muerte de golpe, y el descenso a los infiernos, que no es dantesco, con llamas, sino el vacío interior, la desolación. Es difícil encontrar en toda la historia de la ópera algo como estos veinte minutos de smarrimento, de confusión, un climax bien moderno, tan actual y de forma tan desconcertante. Finalmente, se arriba al vacío, se va la orquesta, Apolo llega con sus vestiduras frente a un Oerfeo que es un hombre de hoy con el que podemos identificarnos.

Un año antes, en 2007, el New London Consort dirigido por Philip Pickett, y con Jonathan Miller en la dirección de escena, pusieron en pie una gran representación de LOrfeo de Monteverdi en el Patio de Caballos del Palacio Real de Madrid, con Mark Tucker como Orfeo y Revital Raviv como Euridice.

El mito de Orfeo está ligado desde el principio al elemento musical y sobre su historia del amor con la ninfa Eurídice se basa el libreto de la primera ópera, la Eurídice de Ottavio Rinuccini (1600). Entre este monteverdiano LOrfeo (1607) y Orpheus und Eurydike de Ernst Krenek (1926), se fue agotando el mundo idílico imaginado por Monteverdi para dejar paso a un infierno, el del siglo XX, encarnado por la guerra, la muerte y la destrucción, y entre medias Christoph Willibald Gluck revolucionó en el XVIII el género con su Orphée et Eurydice y el retorno del recitar cantando. También Ígor Stravinski recurrió al personaje para uno de los trabajos más importantes de su período neoclásico, el ballet Orpheus, y en el XIX Jacques Offenbach lo llevó al teatro en clave de parodia. Ahora Waltz vuelve a la exquisitez formal, a la magnificiencia palaciega con un recitar cantando y bailando que es sin duda una aportación a la perenne vitalidad del mito.

Aproximación al espectáculo (valoración del 1 al 10)
Interés: 9
Dirección musical: 9
Dirección artística: 9
Coreografía: 7
Voces: 8
Orquesta: 9
Coro: 9
Producción: 9

Teatro Real
LORFEO
Claudio Monteverdi (1567 1643)
Favola in musica en un prólogo y cinco actos
20, 21, 23, 24 de noviembre
Libreto de Alessandro Striggio, basado en Las metamorfosis de Ovidio y Las geórgicas de Virgilio
Coreografía de Sasha Waltz

Estrenada en el Palacio Ducal de Mantua el 24 de febrero de 1607
Estrenada en el Teatro Real el 2 de octubre de 1999

FICHA ARTÍSTICA
Dirección musical Leonardo García Alarcón
Dirección y coreografía Sasha Waltz
Escenografía Alexander Schwarz
Vestuario Bernd Skodzig
Iluminador Martin Hauk
Diseñador de vídeo Tapio Snellman

REPARTO
La msica / Eurídice Julie Roset
Orfeo Georg Nigl
La mensajera / La esperanza Charlotte Hellekant
Caronte Alex Rosen
Proserpina Luciana Mancini
Plutón Konstantin Wolff
Apolo / Eco / Pastor 4 Julián Millán
Ninfa / Pastor 1 Cécile Kempenaers
Pastor 2 / Espíritu Leandro Marziotte
Pastor 5 / Espíritu Hans Wijers
Pastor 3 / Espíritu Florian Feth

Vocalconsort Berlin
Freiburger Barockorchester

Producción de Sasha Waltz & Guests en colaboración con la Dutch National Opera Amsterdam, el Grand Théatre du Luxembourg, el Bergen International Festival y la Opéra de Lille.
Apoyado por el Kulturstiftung des Bundes y el LOTTO-Stiftung Berlin

Duración aproximada 2 horas y 25 minutos
Primera parte: 1 hora y 20 minutos
Pausa de 25 minutos
Segunda parte: 40 minutos
19.30 horas. Domingo: 18:00 horas.

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