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Un Otelo impecable

Un Otelo impecable

Por José Catalán Deus
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jcdeustelefonicanet/6/6/17
viernes 15 de agosto de 2014, 01:00h

Está obra es un clásico universal, continuamente representado, porque es sin duda una de las mejores que escribiera William Shakespeare, un drama en el que argumento, estructura, personajes y texto rayan la perfección teatral. Esta versión es muy buena y su principal mérito es hacer la pieza accesible al espectador menos bregado. Pocas veces se ha escuchado un Otelo tan inteligible, se ha visto un Otelo tan claro. Estrenar en verano puede parecer locura pero es acierto. Llega en plena sequía teatral y eso colabora a que sepa más sabrosa.

Escrita hacia 1603, antes que Hamlet y después que Macbeth, la pieza es protagonizada por Otelo, general moro al servicio de Venecia, que acaba de conseguir el amor y la mano de Desdémona, una noble veneciana; pero Yago, despechado porque Otelo ha nombrado como lugarteniente a otro, el buen Casio, y no a él, trama venganza financiada por un pretendiente despechado de Desdémona, el pusilánime Rodrigo. Ante un ataque de los turcos, Otelo es enviado a Chipre y hasta allí le acompañan el resto de los personajes. Yago trama la intriga más insidiosa para que Otelo crea que su mujer le traiciona con Casio. Y este, tan buen guerrero como torpe cortesano, cae en la trampa y termina convertido en un loco asesino.

La versión de Yolanda Pallín consigue un texto actual sin traicionar el original escrito hace cuatro siglos. Los retoques que introduce tienen la virtud de encajar sin fisuras y de colaborar a la comprensión. Por ejemplo, cuando la trama se traslada de Venecia a Chipre, el primer actor que interviene inicia su parlamento diciendo Estamos en Chipre, necesario al no haber cambiado la escenografía.

La dirección de Eduardo Vasco patentiza el gran conocimiento práctico adquirido durante su larga etapa al frente de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, donde algunos todavía le echamos de menos. Aplica el arte de representar obras antiguas sin aburrir con historicismo o destruir con modernidades; consigue una justa expresión del colectivo actoral, que sobre todo brilla en una perfecta dicción, con tono adecuado y dejes contenidos. Se les entiende a todos y a cada uno perfectamente en largas y complicadas intervenciones, encadenando frases literarias sin fallo alguno. Alcanzando tan alto nivel de interpretación en palabras y gestos, se echa en falta una mejor coreografía, mayor fantasía de movimientos en escena, variedad de situaciones que amenicen un drama donde apenas pasa nada hasta el desenlace. No pocos de los largos diálogos se desarrollan en remedos de peleas y forcejeos que resultan un tanto artificiosos.

Indudablemente la adaptación ganaría con una puesta en escena más ambiciosa, en la que se hubieran movilizado más recursos y desplegado más tramoya. La escenografía de Carolina González es elegante y funcional en su parca propuesta: un cortinón carmesí y un tríptico abstracto se suceden en ocupar el centro del escenario como todo decorado; dos largos bancos a los lados entran y salen de escena como todo complemento. Es un mínimo -pero notable y de muy buen gusto- envoltorio para el sobresaliente vestuario, lo mejor de la propuesta escénica. Falla la iluminación en cumplir con el protagonismo que inevitablemente debe adoptar en el planteamiento del director. Y acierta completamente la msica en directo, una banda sonora abundante y acertada, una adaptación de diferentes trabajos de dos grandes compositores post-románticos: Robert Schumann y Alexander Scriabin. Piano y pianista confirman que el recurso musical resulta casi imprescindible a la hora de montar clásicos.

Los actores en Shakespeare en general y en Otelo en particular lo son casi todo a la hora de la representación, dada el nivel de calidad de texto y trama. Y en este montaje repetimos que están a la altura de su responsabilidad. Además de la buena dirección que les orienta, todos ponen bastante de su parte. Sin duda el Yago de Arturo Querejeta es lo más destacable, por encima del Otelo de Daniel Albaladejo; y eso proviene de la misma pieza, que podría titularse Yago con casi más motivo que Otelo, puesto que habiendo sido siempre entendida como el gran alegato sobre los celos, podría también entenderse como una enorme reflexión sobre la insidia. El fiero moro mauritano es un cervatillo indefenso para su intrigante, maniobrero y urdidor subordinado. Yago es ese resentido envidioso agazapado enemigo tan comn entre los humanos desde siempre, ese resentido vengativo que es comn encontrarse en la oficina o en el vecindario, que te la tiene jurada por ser más listo, más guapo o más inteligente. Querejeta se come a Albaladejo, como debe ser en este drama.

El Casio de Fernando Sendino y el Rodrigo de Héctor Carballo resultan flojos y desdibujados. Quizás no puede ser de otra manera. Bien las féminas, no sólo la Desdémona de Cristina Adua, una dulce comparsa hasta la hora de la muerte, sino también, y casi más, su doncella Emilia, a la que Cristina Rodes da gran empaque, aunque no acierte a transmitirnos por qué secretos motivos accede a ser cómplice fatal de Yago. Francisco Rojas y José Ramón Iglesias realzan sus personajes secundarios por partida doble, aunque el Dux y Ludovico parezcan gemelos y aunque resulte bastante mejor Montano que Brabancio.

Casi dos horas y sin desmayo. Una pieza redonda que sólo flaquea en la escena final. Shakespeare terminó como pudo, haciendo decir a Otelo eso de siempre he querido ser justo, dando la muerte a quien lo merecía y a Vasco se le ha ocurrido completarlo con una pistola apuntando a su cabeza, en una escena suspendida que es la misma con la que se inicia la obra. Lo uno y lo otro nos deja insatisfechos, deseosos de castigo -sino divino al menos teatral- para todos los Yagos.

La compañía Noviembre Teatro la estrenó el mes pasado en el festival Clásicos de Alcalá y ganaron con ello el galardón a la labor de una institución, entidad o persona cuyo trabajo haya sobresalido en la recuperación del teatro clásico, la creación de nuevos pblicos, o en la puesta en valor de la literatura áurea. Por una vez y sin que sirva de precedente, nos parece un premio justo.

Aproximación al espectáculo (del 1 al 10)
Interés, 8
Versión, 8
Dirección, 8
Interpretación, 8
Puesta en escena, 7
Producción, 7

TEATRO BELLAS ARTES
Otelo, de William Shakespeare
del 30 de julio al 14 de septiembre de 2014
DIRECCIÓN: Eduardo Vasco
VERSIÓN: Yolanda Pallín

REPARTO:
Daniel Albaladejo (Otelo)
Arturo Querejeta (Yago)
Fernando Sendino (Casio)
Héctor Carballo (Rodrigo)
Cristina Adua (Desdémona)
Isabel Rodes (Emilia)
Francisco Rojas (Ludovico)
José Ramón Iglesias (Brabancio / Montano)
ngel Galán (Pianista / Criado)

MÚSICA: ngel Galán / Eduardo Vasco
ILUMINACIÓN: Miguel ngel Camacho
ESCENOGRAFÍA: Carolina González
VESTUARIO: Lorenzo Caprile
PRODUCCIÓN: Miguel ngel Alcántara

COPRODUCCIÓN: Noviembre Compañía de Teatro y Teatro Calderón de Valladolid
Duración: 1 hora y 50 minutos.

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