Néstor pronto se desplazó a la península, primero a Madrid, donde inició su periodo de formación, y después a Barcelona, donde vivió de 1907 a 1913, frecuentando los círculos modernistas y exponiendo con buena crítica. En 1913 se trasladó de nuevo a Madrid donde conoció a Valle- Inclán, Lorca y a un joven Dalí que quedó prendado por la audacia protosurrealista de su obra. Viajó también a Londres, París y Bruselas, asumiendo los rasgos y preceptos de los prerrafaelitas y Whistler,de los simbolistas europeos como Gustave Moreau. Vivió en la capital francesa junto a su pareja, el compositor Gustavo Durán, durante una década y ello propició su proyección internacional. En 1934 regresó a Las Palmas tras su ruptura sentimental y a causa también de los problemas económicos derivados de la crisis mundial de 1929. Murió inesperadamente en 1938 a consecuencia de una neumonía. Tras su muerte fue cayendo en el olvido. La exposición ocupa diez salas de la primera planta del edificio antiguo e incluye una extensa recopilación de libros, cuadernos, revistas, carteles, postales y fotografías.
La sala 1 recoge sus inicios en busca de una identidad propia como artista. Desde joven mostró una gran destreza en la práctica del dibujo. Apoyado por su madre, comenzó a tomar clases. A los trece años ya se traslada a Madrid, copiaba a los maestros en el Museo del Prado y acude a las tertulias del Café Levante. Con Adagio (1903) comienza a indagar en el mundo simbolista y al impresionismo con Calle Mayor de Madrid (1904). La sala 2 está dedicada a los 16 años que pasó en Barcelona, integrándose en los círculos artísticos y perfilando su personal concepción del arte, marcado por un desbordante cromatismo, como en La hermana de las rosas (1908) y el Retrato de Enrique Granados (1909-1910) de ecos modernistas. En esta sala, también podemos ver el polémico Epitalamio o las bodas del príncipe Néstor (1909), que se exhibió en Bruselas en 1910. Este lienzo, de grandes dimensiones (210 x 231 cm) presenta dos figuras cogidas de la mano, a la izquierda, un retrato del propio Néstor, y a la derecha, su propia versión travestida y feminizada. El Jardín de las Hespérides (1909), una de las obras inspiradas en el poema l’Atlàntida de Jacint Verdaguer. La sala 3 se titula ‘El círculo decadente’ para reflejar su distanciamiento del naturalismo y el realismo, muy en boga en aquellos años; ahonda en personajes ambiguos y refinados, seres etéreos y sensuales que se escapan de los cánones binarios de la época. Ya es un artista reconocido, con una serie de figuras de físico andrógino como Un caballero inglés (1910) o Estampa romántica (1910-1913), y Los siete vicios (1913), de trasfondo homoerótico, que acompañaba un poema de Rubén Darío.
Es en la sala 4 cuando se llega a su más ambicioso proyecto, el Poema de los Elementos, iniciado en 1913: la construcción de una suerte de capilla con cuatro grandes murales dedicados a las cuatro estaciones y cuatro momentos del día: aurora, mediodía, crepúsculo y noche. El Poema del Atlántico o El poema del mar (1923) consta de ocho lienzos que llevan por título: Amanecer, Mediodía, Tarde y Noche. Y Bajamar, Pleamar, Mar en borrasca y Mar en reposo. En esta serie, comparten espacio enormes y desproporcionados peces con jóvenes desnudos suspendidos en las aguas que provocan una visión fantástica donde conviven las sensaciones de sueño, pesadilla, temor y placer. Mar en Reposo, que es el lienzo que cierra El poema del mar, muestra dos cuerpos masculinos desnudos, uno de los cuales, el de cabellos dorados es Gustavo Durán, un joven músico que fue pareja del artista durante una década, canto inequívoco al amor entre hombres. En el Poema de la tierra, destacan tanto el simbolismo masónico como la representación de la sexualidad en cuerpos adultos androides con el telón de fondo vegetal presente de las Islas Canarias (cardones, drago, higuera del Himalaya…). Son figuras musculadas, barrocas, en poses acrobáticas, de desbordante carnalidad. La serie la componen ocho obras, tituladas Orto, Mediodía, Véspero, Noche y Primavera, Verano, Otoño e Invierno, tres de ellas inconclusas.
Néstor necesitaba producir las obras que el mercado demandaba para satisfacer sus necesidades económicas. Y es ahí donde localizamos las pinturas, dibujos y grabados que podemos ver en la sala cinco, en los que utiliza su dominio del cromatismo y del dibujo para representar a la mujer española ataviada con ropas tradicionales de maja o manola. En obras como Mantillas (1915) o El garrotín (1928) se pueden ver mujeres musculadas con una fuerza de carácter alejada de la pasividad. En otras obras, en cambio, respeta el gusto hegemónico. Las distintas feminidades que Néstor plasmó en sus obras derivan de diversas aproximaciones estéticas: Señorita Acebal (1914) sigue la estela simbolista, Marquesa de Casa Maury (1931) está próxima al art decó cosmopolita, mientras que Requiebro (1930) se identifica plenamente con el folclorismo español.
Para un admirador del arte clásico como Néstor, la elección del sátiro de origen griego no es casual y se recoge en la sexta sala. Esta divinidad campestre, caracterizada por su cornamenta, patas de macho cabrío y cuerpo masculino, está asociada a deidades como Dionisos, Pan y Príapo. La libidinosidad un tanto impúdica de los sátiros de Néstor está representada en la carnalidad de los labios, la mirada lasciva, la belleza tentadora de los hombros torneados o los gestos concupiscentes; pintó sátiros desde la juventud hasta la madurez y los mostró con la la simbología masónica, como el que vuelve su espalda hacia el espectador y con la mano derecha forma con sus dedos la escuadra, símbolo de la conciliación entre lo espiritual y lo terrenal. En la séptima, se expone su talento escenográfico, con atmósferas espectrales muy distintas a los montajes costumbristas de la época. En julio de 1936, poco antes del estallido de la guerra civil, Alejandro Casona llevó a escena La sirena varada, una obra con un decorado enormemente innovador en la que Néstor incorporó elementos próximos al repertorio surrealista como son el ojo, la oreja, los labios o las alas.
En la octava sala se muestra su faceta muralista, con los murales del Teatro Pérez Galdós en Las Palmas, donde plasmó escenas barrocas con figuras clásicas como Apolo y las musas. Su último mural fue un encargo del Casino de Santa Cruz de Tenerife (1932-1936), conjunto, de grandes dimensiones y una oda al trabajo agrícola y pesquero. En la novena se presta atención a su capacidad polifacética. Su madre, Josefina de la Torre y su tío, el barítono Néstor de la Torre, influyeron en su gusto por la música, y su hermano Miguel le acercó a la arquitectura. La concepción estética de Néstor se centraba en la unidad de las artes, donde la integración de elementos como textiles, objetos, joyas, muebles, figuritas de adorno y obras de arte era esencial para crear atmósferas refinadas. En su visión, cada accesorio y detalle cumplía una función vital en la composición total. Fue diseñador de telas para una tienda de Nueva York y realizó dibujos arquitectónicos para los proyectos de su hermano. Finalmente, en la sala 10, ser aborda su canariedad. Reflejando la cultura popular trabajó para atraer un turismo que aportara ingresos a la economía insular, con escritos, conferencias, discursos, actos festivos, diseño de ropa y demás.
El catálogo contiene textos del comisario, Juan Vicente Aliaga, ‘La singularidad de un artista simbolista extemporáneo’; ‘La fortuna crítica’ de Néstor, de Aitor Quiney; ‘Néstor y la isla imaginada’ de Ángeles Alemán y ‘La conciliación de opuestos en la obra de Néstor: un viaje esotérico a través del arte y la masonería’, de Fabio García Saleh, pero da por sabida una aproximación a su vida, que tiene tanto interés como su obra y las claves de la misma, especialmente su relación con la masonería, y su nulo interés en la política y máxima atención a la espiritualidad.
Aliaga (Valencia, 1959) es profesor de Teoría del arte moderno y contemporáneo, centrado en los estudios feministas, de género y queer, autor de ‘Un mundo perseguido. Del silencio a la eclosión de la diversidad sexual y de género en el arte del siglo XX’ y ‘Orden fálico. Androcentrismo y violencia de género en las prácticas artísticas del siglo XX’. Ha comisariado numerosas exposiciones, entre ellas, ‘Des/orden moral. Arte y sexualidad en la Europa de entreguerras (IVAM, 2020), y en el Museo Reina Sofía, las de Pepe Espaliú (2003) y Hannah Höch (2004). Su comisariado da la impresión de gran solvencia y consigue el objetivo de descubrir al gran público un artista ignorado más por su insularidad que por su personalidad divergente, a tener en cuenta en el arte español del siglo XX.
La última gran contribución de Néstor fue la creación del Pueblo Canario, un complejo arquitectónico que exalta su cultura, inaugurado en 1956, años después de su muerte. Su legado perdura en el Museo Néstor, de Gran Canaria, que alberga gran parte de su producción artística.
Aproximación a la propuesta (del 1 al 10)
Interés: 8
Despliegue: 8
Comisariado: 8
Catálogo: 7
Programa de mano: n/v
Documentación a los medios: 8
Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía
‘Néstor reencontrado’
14 de mayo de 2025 a 8 de septiembre de 2025
Edificio Sabatini, 1ª planta. Zona A
ORGANIZACIÓN: MNCARS, Fundación Museo Néstor de las Palmas de Gran Canaria y TEA Tenerife Espacio de las Artes
COMISARIADO: Juan Vicente Aliaga
COORDINACIÓN: María del Castillo Cabeza.