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Pinter en tierra de nadie
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Pinter en tierra de nadie

Por José Catalán Deus
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jcdeustelefonicanet/6/6/17
viernes 17 de enero de 2014, 01:00h

Harold Pinter es uno de los autores teatrales actualmente más representado en el mundo. Con 29 piezas largas y 15 cortas, tiene mucho para elegir y esta Tierra de nadie (No mans land) no es la mejor elección.

Demasiado local, demasiado coyuntural, bastante desmadejada y poco sugerente cuatro décadas después de escrita. Xavier Albertí la ha querido para presentarse al frente del Teatre Nacional de Catalunya, en una opción muy conservadora, muy convencional y muy tediosa que ahora viene al Teatro Español interpretada en castellano.

Decepciona el texto, decepciona el montaje y decepciona la interpretación si exceptuamos a Lluís Homar.

Sin duda que sonará a herejía, pero la pieza nos parece mal ensamblada, con una primera parte entre dos desconocidos que se tantean y una segunda parte en la que resulta que se conocen y mucho, que han sido compañeros de profesión, vecinos y hasta protagonistas de un triángulo amatorio. Los interminables monólogos se suceden sin continuidad ni sentido.

El encuentro casual de los dos ancianos en un pub y la invitación de uno al otro para seguir bebiendo en su casa, languidece interminablemente hasta que el anfitrión se retira a dormir y aparecen dos fulanos que abordan al huésped con hostilidad contenida y le dejan encerrado toda la noche en el salón. Por la mañana le traen un desayuno opíparo y se reanuda la sesión, ahora ya convertidos los extraños en antiguos conocidos.

Constaremos que los fulanos son empleados domésticos del dueño de la casa, mientras su jefe y el huésped prosiguen el trasiego sistemático del enorme mueble bar que domina la escena; beben y beben, hablan y hablan, hasta que el segundo solicite encarecida y prolijamente al primero pasar a su servicio como secretario, y este le rechace con desprecio olímpico. A estas alturas, la duración oficial de la pieza se ha ampliado hasta 120 interminables minutos agotando la paciencia del más pintado. La obra termina con alguna frase pretenciosa, de las muchas que contiene, sin que podamos recordarla.

La escenografía agrada en un primer impacto, un elegante espacio de ocio que parece más un bar de copas que un salón particular. Un enorme mueble bar es el centro de la acción y todo lo que ocurre en el escenario gira en torno a dar cuenta rápida del vodka primero, del whisky después, y del cava, finalmente en ración doble con muchas exhibición de descorches en honor promocional de la producción propia. El vestuario es corriente, salvo el oportuno detalle de las sandalias; la iluminación, llevadera. El ritmo, lento y la duración -insistimos- mayor de lo anunciado y definitivamente excesiva. La vecina de localidad empezó a dar cabezadas mayestáticas a los tres cuartos de hora y las interrumpió poco antes del final (eso sí, para aplaudir con buen ánimo). No apreciamos que la dirección colaborara a vencer las barreras objetivas de un texto con mucho hermetismo, dobles intenciones, y probablemente muchos guiños al lugar y la época en que fue estrenado. Y tampoco que consiguiera que los intérpretes nos transmitieran credibilidad a sus personajes. Contradictorios hasta resultar incomprensibles. En ese sentido, el celebrado Josep Maria Pou nos decepcionó, y Ramon Pujol y David Selvas nos parecieron poco más que histriónicos. Lluís Homar aguanta firme un tipo que primero es más listo que nadie, luego se queda pasmado y finalmente se convierte en pordiosero sin necesidad.

En definitiva, una obra muy fallida en primer lugar debido al texto en sí. Y en segundo lugar, al montaje, que no aporta el imprescindible valor añadido que lo justifique. Un espectáculo más propio de La Latina que del Matadero, muy burguesote, de cita de matrimonios con cena posterior.

Obligados por la circunstancia, hemos pasado revista a los ltimos pínteres que hemos visto, cinco en las ltimas cuatro temporadas. En enero de 2012 también en estas Naves del Español, una pieza de intriga en un ambiente opresivo entre dos personajes anómalos, El montaplatos, con dirección, Andrés Lima e interpretada por Alberto San Juan y Guillermo Toledo (ver nuestra reseña de entonces). Una obra primeriza, influida por el cine negro y por Samuel Beckett, una obra sin dificultades, bien resuelta, entretenida y con cierto aire intelectual.

Unos meses después llegó Viejos Tiempos (ver nuestra reseña de entonces), en mayo de 2012 en la Sala Pequeña del Teatro Español de Madrid, un drama psicológico que no consiguió interesarnos, repleto de guiños muy británicos, y muy de otra época.

Anteriormente, en enero de 209, en la sala pequeña del Español y en coproducción ccon el Centre dArts Escèniques de Reus (CAER), estuvo Regreso al Hogar, The Homecoming (ver nuestra reseña de entonces), escrita por Pinter con 34 años, con dirección de Ferran Madico y traducción de Eduardo Mendoza, otra obra que resulta un tanto convencional pasado tanto tiempo, con final brutal, gratuito y hasta sádico. Pero una gran pieza esta vez, perfectamente ejecutada e interpretada.

Celebración llegó en 2010 al CDN (ver nuestra reseña de entonces), con dirección de Carlos Fernández de Castro, una de las ltimas obras escritas por el británico, un morboso, inquietante muestrario de perversión cotidiana. Pinter estaba al final de su vida profesional y aplicó su experiencia a un texto sobrio, a unos diálogos certeros.

Y finalmente, en 2011, de nuevo en la sala Pequeña del Teatro Español, Betrayal (Traición) (ver nuestra reseña de entonces), con traducción, versión y dirección de María Fernández Ache, una obra de una inteligencia que iba más allá del soberbio texto, con un montaje que captaba la dimensión emocional, sin duda mucho más importante. Ambientada en 1968 en Londres pero trasladada a Madrid entre 1984 y 1993. El Pinter del justo medio, entre Regreso al hogar y Celebración, menos brutal que la primera, y menos amarga que la segunda. Pinter se mostraba en ella maduro, equidistante. Construía un tratado palpitante sobre la mejor manera de minimizar los daños colaterales cuando surge el peor de los ataques en la guerra permanente que es la vida en pareja.

Diríamos, en resumen, que tenía motivos fundados el hecho de que Tierra de nadie no hubiera sido estrenada hasta ahora en España, y que nos parece inferior a las otras cinco citadas del mismo autor.

En cuanto a Xavier Albertí añadamos que nos gustó en su época zarzuelera, aquellas divertidas adaptaciones de El trío de la africana (ver reseña) y La corte del faraón (ver reseña) que llegaron a Madrid en 2009. Celebramos en su momento aquella vía de renovación del género y los aciertos, más en el primero que en el segundo título. Celebramos también la producción de Luces de Bohemia de Ramón María del ValleInclán que con dirección de Lluís Homar y dramaturgia y composición musical suya ofreciera el CDN en 2012 (ver reseña). En 2011 se ocupó de la dirección artística de Yo, Dalí (ver reseña), el estreno absoluto en el Teatro de la Zarzuela de la ópera de Xavier Benguerel para 11 voces, orquesta y coro con libreto de Jaime Salom, en un tono convencional y aceptable.

Aproximación al espectáculo (del 1 al 10)
Interés, 5
Texto, 6
Dirección, 6
Escenografía, 5
Interpretación, 6
Producción, 5
Documentación para los medios, 6
Programa de mano, 5

Naves del Matadero
TIERRA DE NADIE
De Harold Pinter
Dirección: Xavier Albertí
Del 15 de enero al 2 de febrero

Intérpretes: Lluís Homar, Josep Maria Pou, Ramon Pujol y David Selvas
Traducción Joan Sellent
Escenografía Lluc Castells
Vestuario María Araujo
Iluminación Xavier Albertí y David Bofarull
Ayudante de dirección Albert Arribas

Duración 1 h 40 min
De martes a sábados a las 20 horas Domingos a las 19 horas
Martes, miércoles y jueves 16.50 Viernes, sábado y domingo 22
Paseo de la Chopera 14.

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