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El público llega a la ópera y causa desconcierto
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El público llega a la ópera y causa desconcierto

Por José Catalán Deus
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jcdeustelefonicanet/6/6/17
miércoles 25 de febrero de 2015, 01:00h

Anoche en el Teatro Real tuvo lugar el esperado estreno mundial de la ópera El Pblico, del compositor madrileño Mauricio Sotelo, con libreto de Andrés Ibáñez, basada en la obra homónima de Federico García Lorca, escrita en 1930 y estrenada medio siglo después de su fallecimiento. Una partitura interesante, brillante a veces y excelentemente ejecutada se vio lastrada por una puesta en escena garrafal. El texto original no pasa de esbozo inmaduro por más que nos esforcemos y las partes vocales -al fin y al cabo lo esencial en la ópera- nos parecieron en general poco inspiradas. La acogida fue tibia con aislados entusiasmos y muchas deserciones en el intermedio; hubo abucheos masivos a esos tres impresentables espantos alusivos a caballos, y un fuerte aplauso a los virtuosismos del guitarrista Cañizares. Sotelo no salió a saludar.

Digamos que este estreno mundial es el legado más directo del fallecido Gerard Mortier, quien encargó El Pblico para el Teatro Real en 2010, pudo trabajar con el equipo artístico de la producción en la génesis del proyecto dramatrgico y llegó incluso a ver la partitura (en versión de canto y piano) y los lienzos de la escenografía de Alexander Polzin antes de su fallecimiento. Quería un alegato homosexual, y acompañado de la mítica aureola que an rodea a Lorca en la nomenclatura que rige la cultura global de nuestros días, parecía una apuesta segura.

En numerosas entrevistas previas, el compositor se había mostrado muy seguro del resultado de su trabajo, esa mezcla del flamenco con melodías tonales y texturas armónicas que van del microtonalismo a grabaciones electrónicas, la cual lleva ya practicando bastantes años. Con las debidas reservas ante una partitura muy compleja que necesita ser más escuchada para valorar sus abundantes momentos álgidos, debemos decir que su excesivo eclecticismo y dispersión produce cierta confusión mental entre pasajes de gran belleza e inspiración y otros que parecían meros meandros. La excelente dirección musical de Pablo Heras-Casado y la sólida presencia de la Klangforum Wien (una orquesta vienesa con una treintena de integrantes trasladada al foso del real para la ocasión) apuntalaron a la msica como la parte positiva de la velada, aunque los efectos musicales anunciados mediante la disposición de 35 altavoces por todo el recinto, no se apreciara, al menos desde las localidades altas.

Fue en el escenario donde la obra se nos hundió irremisiblemente. Disentimos del enfoque del director de escena, Robert Castro, de la no-escenografía de Alexander Polzin, y especialmente del trabajo del figurinista Wojciech Dziedzic y del coreógrafo Darrell Grand Moultrie, que en sus especialidades suponen lo peor que recordamos en este coliseo.

Puede denominarse al texto surrealista para no llamarlo inmaduro, pero el original es un auténtico galimatías sobre el que el libretista se ha debido de sentir impotente. El director de escena y su equipo tenían una difícil tarea para aclarar visualmente una trama con una treintena de personajes vivos, ausentes y alegóricos, que aparecen y desaparecen en escena de forma desordenada para decir cosas a menudo incongruentes. Difícil tarea; fiasco absoluto.

Así que conviene que se lean varias veces la sinopsis oficial y prescindan del libreto. Tenemos una ópera en cinco cuadros y un prólogo en la que Enrique, un director de teatro, que acaba de estrenar una versión deRomeo y Julieta, recibe la visita de Gonzalo, su antiguo amante, que le echa en cara lo poco arriesgado de su propuesta y le insta a que se atreva a vivir la verdad de su amor. Asustado, Enrique invoca a Elena, su esposa, y duda entre su verdadero amor Gonzalo y las normas sociales que le atan a ella. Y a partir del cuadro primero todo se desmadra. Los personajes se disfrazan, Enrique y Gonzalo se abrazan y se rechazan mientras un emperador romano viola a un niño. Luego el director pone en marcha una nueva versión de la obra de Shakespeare en la que junto a lo convencional surge la Sombra oculta y una danza de trajes vacíos. Ahora Julieta es un efebo, los estudiantes revolucionarios lo aclaman y las señoras burguesas se escandalizan. Gonzalo representa la Pasión de Cristo, crucificado, martirizado y finalmente yacente, y se descubre que la vida es sueño, y el teatro, mentira.

Así contado parece hasta congruente; pero en escena es un laberinto al que llegan incluso los mayas, y en el que pululan dos niños afroamericanos y unos alegóricos caballos con calzones y pelambreras blancas que son los cantaores Arcángel y Jess Méndez y el bailaor Rubén Olmo, que probablemente nunca se han visto en otra semejante.

El escenógrafo es también pintor y escultor, y aporta nueve telones pintados que evocan el icónico biombo lorquiano y los rascacielos de Nueva York. Feos y poco estéticos. En la segunda parte, el fondo del escenario lo cubre un inmenso espejo angular que amplía y complica la escena. Un Lorca multicultural y enrevesado, un enorme embrollo donde es imposible separar el grano de la paja, que impide apreciar las cualidades del reparto vocal, enfrentado a unas intervenciones que resultan anecdóticas, salvando el personaje de Julieta que permite destacar a la soprano Isabella Gaudí. Buenas voces masculinas pero apenas distinguibles unas de otras en el maremágnum de disfraces y personajes. Mejores las páginas del coro que ayudan a que la segunda parte de la propuesta sea superior a la primera.

Unas palabras finales sobre la aportación o mejor, basamento, a cargo del flamenco. El cante en no pocos momentos aporta las nicas emociones, aunque en otros llegue a sonar desafinado, desafortunado, desangelado. El baile apenas es reconocible, casi un esperpento desagradable.

Alguien dirá que lo que no puede ser, no puede ser y además es imposible. El pblico es un esbozo titubeante de obra de teatro vanguardista cuya atrevida y justa tesis resulta hoy asunto afortunadamente periclitado. Para este estreno mundial y esta producción propia -cada vez más escasas- debiera haber sido convocado un pleno al diez de artistas españoles en sus componentes musical y artístico. Quizás hubieran engarzado así mejor todas las piezas de tan osado espectáculo. Demasiado cosmopolitismo para producto tan autóctono.

Resulta ineludible recordar dos anteriores estrenos mundiales de óperas españolas en este teatro, El viaje a Simorgh, con msica y libreto de José María Sánchez-Verd, en 2007 (ver nuestra reseña), y La página en blanco de Pilar Jurado en 2011 (ver nuestra reseña). Entre las tres obras hay notables coincidencias más allá de lo circunstancial de tramas y repartos: una notable influencia germana, una percusión invasiva, un estilo ecléctico cargado de ecos e influencias, y unas escrituras vocales nada convincentes.

Desde su reapertura en 1997, el Real ha acogido diez estrenos mundiales de ópera con el de ayer, de ellos siete españoles; los anteriores han sido Don Quijote, de Cristóbal Halffter (2000), La Señorita Cristina, de Luis de Pablo (2001), Dulcinea, de Mauricio Sotelo (2006), El viaje a Simorgh, de José M Sánchez Verd (2007), Faust-Bal, de Leonardo Balada (2009), La página en blanco, de Pilar Jurado (2011), Poppea e Nerone, de Monteverdi-Boesmans (2012), The Perfect American, de Philip Glass (2013) y Brokeback Mountain de Charles Wuorinen (2014).

Aproximación al espectáculo (valoración del 1 al 10)
Interés: 7
Dirección musical: 8
Dirección artística: 5
Voces: 8
Orquesta: 8
Coro: 8
Interpretación actoral: 6
Escenografía: 5
Coreografía: 5
Producción: 6
Programa de mano: 8
Documentación a los medios: 8

Teatro Real
Ópera en cinco cuadros y un prólogo
Basada en la obra de teatro El Pblico de Federico García Lorca (1898-1936)
Msica de Mauricio Sotelo
Libreto de Andrés Ibáñez
Estreno mundial
Producción del Teatro Real

Equipo artístico
Director musical Pablo Heras-Casado
Director de escena Robert Castro
Escenógrafo Alexander Polzin
Figurinista Wojciech Dziedzic
Iluminador Urs Schnebaum
Coreógrafo Darrell Grand Moultrie
Preparación de msica electrónica Mauro Lanza
Ingeniero de sonido Peter Bhm
Técnico de sonido Florian Bogner
Asistente del director musical Pedro-Pablo Prudencio
Asistente del director de escena Bárbara Lluch
Asistente del escenógrafo Nicola Minssen
Asistente del figurinista Anuschka Braun
Asistente del coreógrafo William Isaac
Director del coro Andrés Máspero
Maestros repetidores Patricia Barton, Mack Sayer

Reparto
Director (Enrique) / Figura de pámpanos José Antonio López (barítono)
Caballo blanco primero Arcángel (cantaor)
Caballo blanco segundo Jess Méndez (cantaor)
Caballo blanco tercero Rubén Olmo (bailaor)
Hombre primero (Gonzalo) / Figura de cascabeles / Desnudo rojo Thomas Tatzl (barítono)
Hombre segundo / Caballo blanco primero / Centurión Josep Miquel Ramón (barítono)
Hombre tercero / Caballo negro / Pastor bobo Antonio Lozano (tenor)
Elena / Señora Gun-Brit Barkmin (soprano)
Emperador / Prestidigitador Erin Caves (tenor)
Julieta / Niño Isabella Gaudí (soprano)
Criado / Enfermero José San Antonio (barítono)
Dos Estudiantes Harold Torres y Antonio Magno
El traje de Arlequín Haizam Fathy (bailarín-actor)
El traje de bailarina Leonardo Cremaschi (bailarín-actor)
El traje de pijama Carlos Rodas (bailarín-actor)
Los niños Daniel Kone y Samuel Echardour (bailarines-actores)

Klangforum Wien
Coro Titular del Teatro Real
Percusión, Agustín Diassera
Guitarra, Cañizares

Duración aproximada
Primera parte: 1 hora y 25 min.
Pausa: 30 min.
Segunda parte: 45 min.

Fechas, 24 y 26 de febrero; 1, 4, 6, 9, 11 y 13 de marzo de 2015
20.00 horas; domingos, 18.00 horas.

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