Gran estreno, de los que honran al teatro español. Una producción ambiciosa de dos horas y media con unas sesenta escenas y un centenar de personajes a cargo de un reparto sobresaliente para una gran adaptación en torno a otro lazarillo de tormes y sus andanzas en el Madrid de inicios del siglo pasado.
La lucha por la vida es una trilogía de Pío Baroja (San Sebastián, 1872-Madrid,1956), uno de los grandes autores de la Generación del 98 y precisamente por ello -por no ser clasificable como de los nuestros o de los otros- en buena parte casi cancelado. Comenzó en 1903 como novela por entregas en el diario El Globo, donde se publicaron hasta 59 capítulos, y entre 1904 y 1905 el autor reescribió lo publicado y lo completó en tres novelas: La busca, Mala hierba y Aurora roja. José Ramón Fernández la ha convertido en una gran tragicomedia partiendo de dos premisas: que no falte nada importante del original y que sea completamente fiel al mismo. Y nos parece que lo ha logrado. Ya lo hizo con El laberinto mágico -concentrando seis novelas de Arturo Barea- que dirigió Ernesto Caballero en el CDN. Una adaptación fiel al autor y leal con la obra.
Ramón Barea ha dirigido el montaje teatral con enorme pericia. La puesta en escena quiere ir a lo esencial, al espíritu de la historia barojiana. Y por ello la escenografía de Jose Ibarrola apenas se nota, con un vestuario de Betitxe Saitua que evoca sin calcar los atuendos de la época, y una iluminación de David Alcorta integrada en la acción narrativa. Su dirección actoral y la interpretación del reparto son excelentes, y sus diez integrantes despliegan una variedad de recursos y una maestría en pasar de un personaje a otro que permiten un ritmo trepidante, un dinamismo sin pausa, un interés constante en lo que ocurre, en lo que dicen, en la historia de Manuel Alcázar, un muchacho de un pueblo de Soria que llega a Madrid a juntarse con su madre viuda que trabaja de sirvienta en una pensión modesta, y así empieza una vida de mera supervivencia en los suburbios madrileños, en un medio hosco y adverso en el que conoce un sinfín de personajes increíbles a fuer de ser auténticos, ambientes y situaciones descritos con precisión sobrada como para imaginarlos, diálogos descarnados y fulgurantes que dejan atónito al espectador de tanta ramplonería actual. La prosa de Baroja brilla en toda su potencial hasta deslumbrar como si reencarnara aquel siglo de oro del idioma.
Una historia trágica en clave irónica, repleta de humor fino para que no atragante, los bajos fondos de entonces en toda su crudeza y en toda su humanidad, holgazanes, pícaros, estafadores, seres desvalidos y gentes de espíritu generoso de todas las épocas y condiciones, a cargo de un gran reparto que encabeza el mismo director dando presencia muy creíble al autor para que anote y coteje escenas y momentos clave, un reparto coral de eficacia colectiva que impide pormenorizar, pues nadie queda atrás en esta sucesión de personajes que quizás El Bizco de Leire Ormazabal lleve al no va más.
Dice Barea que el montaje tiene visos brechtianos porque están contenidos en Baroja, que permite mezclar estilos vodevilescos, zarzueleros, melodramáticos, esperpénticos, para analizar con la distancia suficiente a los personajes y sus peripecias. Ritmo cinematográfico para una narración teatral nada maniquea, que no nos deja empatizar con el héroe, porque el héroe no es ejemplar ni dueño de su destino, y tiene que tomar decisiones que no siempre son las políticamente correctas. El espectador se coloca en el brete de observar activamente a los personajes. Tres novelas río para un espectáculo río, habitado por multitud de seres en un trepidante juego de actores, casi fregolismo. Diez intérpretes para casi 100 personajes. En la trilogía se quedan no menos que otros tantos para quien quiera conocerlos. No nos cabían en el escenario. En la novela barojiana caben muchas capas: La novela, hoy por hoy, es un género multiforme, proteico, es formación, en fermentación; lo abarca todo: el libro filosófico, el libro psicológico, la aventura, la utopía, lo épico; todo absolutamente, pensaba. El teatro contemporáneo, un siglo después, se construye con estos mimbres.
Nos encontramos ante uno de los monumentos de la historia de la literatura, una de las grandes obras del siglo XX, una historia que pasa, que sigue pasando, opina José Ramón Fernández. Una obra teatral de duración convencional contiene unas diez a doce mil palabras. La trilogía de La lucha por la vida se compone de casi doscientas mil. En principio, la desproporción asusta, pero los trabajos anteriores nos daban la seguridad de que esa tarea se puede abordar con éxito. El fin de la versión es llevar esta trilogía al escenario, no usarla para contar otra cosa. El dramaturgo Edward Albee, utilizaba la palabra traducción cuando se refería a las versiones cinematográficas de sus obras. Eso pretendemos: traducir a teatro las novelas de Baroja. Y añade:
Mi método de trabajo es pesado y poco recomendable, pero ha dado buenos resultados. No descarto fragmentos de la obra a priori por poco dramáticos, trato de traducir a teatro la mayor parte posible de la obra. Así, los actores recibieron meses antes un enorme borrador de cuatrocientas páginas. Muchas de esas escenas desaparecerían, pero ellos ya conocerían muchas más cosas sobre sus personajes. La eliminación de escenas la fuimos haciendo poco a poco, en un constante intercambio de borradores y de propuestas con Ramón Barea. Después, el escenario manda; en el proceso de ensayos se quitaron y añadieron cosas hasta la ltima semana.
La trilogía y su adaptación teatral presentan el lado crudo de la vida, pero lo hacen con compasión y con humor. Es muy de celebrar que el Arriaga de Bilbao haya llevado la contraria al ayuntamiento de San Sebastián -ahora Donosti.- que niega a su mejor hijo todo reconocimiento, y que lo haya hecho de la mano de otro teatro que se apellida español.
En nuestra humilde opinión, estamos ante una de las mejores propuestas de la temporada teatral, un mérito enorme de una iniciativa vasca repleta de buenas vibraciones y de excelencia profesional. Ciertamente, el distanciamiento brechtiano exige atención, y ciertamente la duración ronda lo asimilable, pero ciertamente también incluir toda la trilogía lo hace necesario. Un espectáculo grande, de los que agrandan el ánimo.
La Salvadora y Manuel estaban en el cuarto de Juan, que divagaba continuamente. Sentía el enfermo la preocupación de ver la mañana, y a cada paso preguntaba si no había amanecido.
Tenían abiertas las contraventanas por orden de Juan. A las cuatro empezó a amanecer; la luz fría de la mañana comenzó a filtrarse por el cuarto. Juan durmió un rato y se despertó cuando ya era de día.
En el cielo azul, con diafanidades de cristal, volaban las nubes rojas y llameantes del crepsculo.
-Abrid el balcón -dijo Juan.
Manuel abrió el balcón.
-Ahora, levantadme un poco la cabeza.
Metió la Salvadora el brazo por debajo de la almohada y le irguió la cabeza. Luego le colocaron un almohadón debajo para que estuviera más cómodo.
Ya el sol de una mañana de mayo, brillante como el oro, iba iluminando el cuarto.
-Oh! Ahora estoy bien -murmuró el enfermo.
El reflejo rojo del día daba en el rostro pálido del enfermo. De pronto hubo una veladura en sus pupilas, y una contracción en la boca. Estaba muerto.
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-Te has ido al otro mundo con un hermoso sueño -y miraba el cadáver de Juan-,con una bella ilusión! Ni los miserables se levantarán, ni resplandecerá un día nuevo, sino que persistirá la iniquidad en todas partes. Ni colectiva ni individualmente podrán libertarse los humildes de la miseria, ni de la fatiga, ni del trabajo constante y aniquilador.
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VALORACIÓN DEL ESPECTCULO (del 1 al 10)
Interés: 9
Versión: 9
Dirección: 9
Interpretación: 9
Puesta en escena: 7
Producción: 9
Teatro Español
La lucha por la vida
De Pío Baroja
Adaptación José Ramón Fernández
Dirección Ramón Barea
Con Ramón Barea, Aitor Fernandino, Olatz Ganboa, Ione Irazabal, Itziar Lazkano, Sandra Ortueta, Alfonso Torregrosa, Leire Ormazabal, Diego Pérez y Arnatz Puertas
Diseño de espacio escénico José Ibarrola
Diseño de iluminación David Alcorta
Diseño de vestuario Betitxe Saitua
Diseño de espacio sonoro Adrián García de los Ojos
Audiovisuales Ibon Aguirre
Una producción del Teatro Arriaga
Del 21 Marzo al 14 Abril de 2024
Precio de 6 a 22
Martes a domingo / 19h
Duración 165 minutos incluidos 15 de descanso.