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Pánico a madurar a destiempo
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Pánico a madurar a destiempo

Por José Catalán Deus
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jcdeustelefonicanet/6/6/17
sábado 17 de agosto de 2019, 01:00h

Escrita en 2005 y estrenada en España esta versión en 2016, se repone ahora en Madrid. Pánico es una comedia urbana como tantas, con tres jóvenos a los que cuesta madurar entre ataques de ansiedad, ejercicios de meditación y análisis introspectivos. Para pasar un rato un poco largo y un poco vacío.

No se nota en casi nada que el autor es finlandés y que Mika Myllyaho es es el director general del Teatro Nacional de Finlandia a partir de haber escrito en la pasada década una trilogía iniciada con esta Pánico y seguida de Caos y Armonía. No se nota en casi nada que haya arrasado en medio mundo, como nos dicen para animarnos, pues tiene una trama y un texto excesivamente convencional, con diálogos triviales sin moverse del salón salvo pequeñas incursiones en el cuarto de baño. No se nota lo que nos señala el director, el hecho de que sea una reflexión en las dos emociones más potentes que existen: el amor y el miedo, y no porque no se hable y mucho de amor, y no porque sus tres personajes masculinos no tengan miedo ante el futuro, sino porque hay poca reflexión añadida a su crisis afectiva y generacional. La comedia no la vivimos como esa olla a presión que va cogiendo ritmo a medida que la situación se va calentando y termina liberando su propio vapor, que nos dice Quino Falero, sino como un espectáculo cansino que se prolonga en ocurrencias previsibles que nunca llegan a romper la descomunal distancia emocional que las separa del espectador a pesar de una proximidad física casi íntima de aforo reducido en sala pequeña.

Leo llega de imprevisto, de madrugada y borracho al piso de Max, su amigo de la infancia. Y es a la mañana siguiente cuando, avergonzado y desesperado, le pide un favor: que sea su terapeuta durante una semana, justo el tiempo que le ha dado su pareja para encontrar razones para seguir juntos. pero Leo no sabe que Max está atravesando también una crisis existencial: hace relativamente poco se separó de su mujer y tuvo que ir a terapia para superarlo. No funcionó, y ahora está en una fase de bsqueda del equilibrio espiritual mediante ejercicios de meditación y silencio mientras ni siquiera se atreve a salir de casa y cerrar la puerta del cuarto de baño. La llegada de Leo trastoca su vida pero se decide a ayudarlo no sin continuos malentendidos entre ambos. Y además hay un tercero en discordia: Joni, hermano de Max y amigo también de Leo, que es presentador de un programa televisivo, un talk show de mucho éxito, cuyo problema es ser un ligón impenitente y egótico. La inminencia de una separación no deseada en uno, alumbrará la conmoción de una separación reciente en otro, mientras un grave contratiempo profesional deja en pelotas (literales) al tercero. Finalmente llega la moraleja: madurar de una puñetera vez, mirarse tal y como uno es y apechar con los problemas cotidianos es lo que todos debemos hacer en ese momento de la vida en que toca -mejor pronto que tarde-, en el medio del camino de la divina comedia que nos contó Dante. Pero nos coge ya con todo descontado y desenganchando.

Pánico es aceptable y no sabemos cuánto mérito o demérito tiene la versión de Fernando J. López, si las demenciales disquisiciones sobre el cine de Almodóvar ya venían de origen, y si tanto se parece la generación X entre sí, como para no distinguir Madrid de Helsinki. Pero la dirección de Quino Falero no consigue esa trasustanciación milagrosa que debe ocurrir cuando se apagan las luces de la sala para que el teatro te llegue, y la pieza no consigue levantar el vuelo, sino que planea alargándose más de lo prometido en la escena de la guitarra, en el manido discursito antisitema y anticonsumo del recién despedido, en la exhibición innecesaria y casi porno de este macizorro Joni y en el recurso a verse muertos de los tres amigos para por fin saberse vivos. Y es que a los tres intérpretes parece haberlos cogido esta reposición de improviso: Mon Ceballos más acelerado de lo debido, Felipe Andrés más taciturno de lo conveniente, y Guillermo Ortega más atontolinado de lo prudente para por ese orden ser creibles y alabados por su interpretación.

En torno a su desajuste actoral, una producción cicatera -con decorado roto incluido-, un vestuario anodino salvo el completamente improcedente de Mon Ceballos, -que mejor estaba con el traje y corbata de las fotos promocionales que con este uniforme de macarra-, con iluminación incoherente, con vídeos innecesarios y con un baño descolado y un mueble bar polivalente que sirve para guardarlo todo. Mucho diseño gráfico en la promoción y poco nivel en el escenario. Sólo la canícula que cierra a cal y canto los teatros pblicos justifica la oferta demasiado mediocre -como en este caso- de algunos de los comerciales.

VALORACIÓN DEL ESPECTCULO (del 1 al 10)
Interés: 5
Texto: 6
Versión: 8
Dirección: 5
Interpretación: 6
Escenografía: 5
Producción: 5

TEATROS LUCHANA
PNICO
Autor: Mika Myllyaho
Versión: Fernando J. López
Dirección: Quino Falero
Del 16/08 al 31/08 de 2019
Viernes y sábados 20:30

Reparto: Mon Ceballos, Guillermo Ortega y Felipe Andrés.

Escenografía: Arturo Martín Burgos
Vestuario: Guadalupe Valero
Ayudante de dirección y gerente en gira: Enrique Corrales
Diseño Audiovisuales: Jess Rivera
Diseño Luces: Pilar Velasco
Espacio sonoro: Daniel Galindo
Un coproducción de Coarte Producciones y DOS Palmas Producciones
Dirección de producción: Rosa Fernandez Cruz
Productora asociada: Dionisia Pérez
Distribución: Mara Bonilla
Fotos y diseño gráfico: Javier Naval
Montaje fotográfico provisional y predossier: Paula Guida.

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