El personaje más famoso del teatro español vuelve como casi todos los otoños y lo hace esta vez en El burlador de Sevilla y convidado de piedra atribuido a Tirso de Molina, más sesudo y menos frecuentado que el de la versión romántica de José Zorrilla de dos siglos después. Una notable producción con sobresaliente puesta en escena y notable reparto.
Tirso de Molina es el seudónimo literario del fraile mercedario Gabriel Téllez (1579-1648), una de las glorias del Siglo de Oro; fue un discípulo ferviente de Lope de Vega, a quien conoció como estudiante en Alcalá de Henares; tomó los hábitos a los 22 años y fue ordenado sacerdote a los 27; estuvo desterrado y recluido por su actividad literaria y hasta amenazado de excomunión. Se conservan suyas sesenta piezas dramáticas, aunque afirmara en vida haber escrito 300. Aunque El burlador de Sevilla y convidado de piedra, ha tenido una enorme influencia en la cultura mundial, en su tiempo fue más conocida una primera versión, Tan largo me lo fiais, que segn algunos críticos fue compuesta por el dramaturgo y actor Andrés de Claramonte.
El burlador de Sevilla y convidado de piedra dramatiza la historia de un joven noble español, gran seductor y depredador sexual, que seduce en Nápoles a la duquesa Isabela haciéndose pasar por su novio, el duque Octavio. Tras esto, viaja a España y naufraga en la costa de Tarragona; su criado Catalinón consigue llevarlo hasta la orilla, donde la pescadora Tisbea les socorre; don Juan la seduce con promesas de matrimonio y luego huye a lomos de dos yeguas que para colmo le roba. Llegando a Sevilla encuentra a su colega de aventuras el marqués de la Mota, y el burlador se dispone a seducir a su enamorada, doña Ana de Ulloa; descubierto en su huida por su padre don Gonzalo de Ulloa, lo mata. Yendo a Dos Hermanas, donde lo ha desterrado el rey de Castilla, todavía tiene tiempo de irrumpir en los festejos matrimoniales de dos plebeyos, Arminta y Batricio, y en la noche de bodas, seduce a la recién casada con mentiras sobre Batricio y promesa de matrimonio. De retorno a Sevilla, ante la tumba de don Gonzalo se burla del difunto, invitándolo a cenar. Pero la estatua el convidado de piedra acude a la cita cuando realmente nadie esperaba que un muerto fuera a hacer cosa semejante, y convida a don Juan y a su lacayo Catalinón a cenar a su capilla al día siguiente, Allí, la estatua de don Gonzalo de Ulloa venga sus crímenes por encargo divino arrastrándolo a los infiernos. Tras ello recuperan la honra todas las deshonradas, y pueden así casarse con sus pretendientes.
Tras esta acuñación del personaje burlador, llegarán notables reinterpretaciones del mito, como la de Molière. En el siglo XVIII llegarán tres versiones más: la española de Antonio de Zamora, No hay plazo que no se cumpla, la operística Don Giovanni con libreto de Lorenzo da Ponte y msica de Mozart, y la italiana de Carlo Goldoni, titulada Don Juan o el castigo del libertino. En el romanticismo se dio un nuevo rumbo al mito con el Don Juan de Byron, y El estudiante de Salamanca de Espronceda. junto a la archipopular de Zorrilla y las francesas de Merimée y Alejandro Dumas. Cada una con sus variantes ideológicas y psicológicas. Y más allá de la literatura, Don Juan es un arquetipo tan establecido como el de Edipo, un apetito sexual y un comportamiento compulsivo de seducción insaciables. Es el ligón impenitente, el mujeriego obseso, el macho alfa que en un tiempo estuvo bastante extendido y que en la actualidad es especie en extinción.
Xavier Albertí ha sido muy fiel al original y es de agradecer. Presenta un montaje de exquisita escenografía a cargo de Max Glaenzel -minimalista y elegante, con una iluminación de Juan Gómez Cornejo y un vestuario actualizado de Marian García Milla que no desmerecen. Dirige al reparto con eficacia y la ayuda de Albert Arribas en la dramaturgia, Mariano García en el sonido (los actores llevan amplificador en la mejilla y el protagonista colgado a la espalda con un extraño artilugio) y sobre todo de Vicente Fuentes en el buen decir de unos versos que forman parte de la literatura más granada del barroco hispano. Una versificación polimétrica, con estrofas de cuatro versos octosílabos con rima consonante que se utilizan en las conversaciones, principalmente en las que Don Juan trata de seducir a las damas o en las de castigo; con versos octosílabos que riman en asonante los pares y endecasílabos libres sin rima para resaltar la autoridad de los personajes importantes. Todo ello con elevada musicalidad y uso de estribillos.
El reparto es de habituales intérpretes en la CNTC, bien nutrido por sus generaciones jóvenes. Mikel Arostegui Tolivar es un Don Juan nada pasional, frío y distante, que permanentemente esboza una mueca de desprecio que recuerda a John Malkovich en Las amistades peligrosas. No casa su indiferencia con su obsesión. Quizás sea producto de las elaboraciones intelectuales de Albertí, pero no termina de convencernos. El actor se explica: Podríamos decir, si empleamos el lenguaje más popular, que este Don Juan no es un chulo piscinas. El personaje se ha construido partiendo del texto de la obra original. Por una parte, quiere transgredir un contexto social que él
entiende que es falso a través del amor. Por otro lado, está cercano a la idea mesiánica de Jesucristo.
Tenemos una idea generalizada de don Juan como la encarnación execrable de las capacidades masculinas. Es un personaje que ejecuta sus privilegios hasta las ltimas consecuencias aniquilando lo que se le pone por delante. Esto no cambia en este montaje pero sí el motor que lo mueve. Don Juan comprende que su contexto social se
ampara en el comercio del virgo de la mujer. Por ello, intenta hacer un gesto anárquico rompiendo la estructura social que sostiene la comercialización de la mujer. Demasiado para el inmoral, malvado Tenorio. Al margen de tales disquisiciones, Arostegui sí que sabe ejercer de actor objeto y exhibirse desnudo tanto al inicio como al final de la pieza, en dos escenas sobrantes -yo solo salgo desnuda si lo exige el guion decían las actrices objeto de los años setenta- siendo la ltima además lo peor del montaje, una forma de morir de Juan Tenorio realmente insulsa y antiestética, y por supuesto sin descender a los infiernos.
Antonio Comas es una aportación muy consistente al reparto, un excelente actor/msico/cantante, que fue el protagonista con Mario Gas en el Teatro Español de Auge y caída de la ciudad de Mahagonny de K. Weill, y que ha trabajado mucho con Albert Boadella. Él, con Rafa Castejón -antológica su entrada silbando la ópera de Mozart-, mantiene una banda sonora inspirada en Don Giovanni a veces demasiado excéntrica pero de indudable valor. Nos gustaron también Castejón en Don Gonzalo de Ulloa y Miguel ngel Amor como el Duque Octavio, y no hace falta decirlo, Arturo Querejeta, cuyo aplomo y soltura son proverbiales en estos papeles clásicos que siempre son el mismo: en esta pieza hace de padre y tío de Don Juan colocándose un bigotito con perilla como una nica diferencia entre los dos hermanos.
Entre las burladas es difícil hacer distinciones, de la duquesa Isabela a la plebeya Arminta, pasando por la pescadora Tisbea y por doña Ana de Ulloa. Las cuatro actrices que las representan tienen parecido aire físico y similares modales y dicciones, hasta el punto de hacerse difícilmente distinguibles, cosa descuidada por Albertí y su equipo.
Estrenada en el festival de teatro clásico de Almagro y en el Grec de Barcelona, esta producción supera a otras anteriores que recordemos, como la dirigida por Josep María Mestres en este mismo teatro y con esta misma compañía hace tan solo cuatro años sobre versión de Borja Ortiz de Gondra (ver nuestra reseña) o la de Darío Facal en 2015 en el Teatro Español (ver nuestra reseña), ambas buscando también descubrir un nuevo perfil en el burlador sin llegar a lograrlo. El burlador de Sevilla es nada más que un niño mimado que no ha conocido el afecto, un engreído narcisista, un personaje que parece imposible que fuera diseñado -y se difundiera con éxito- hace cuatro siglos con tanta crudeza, confirmando una vez más que el realismo es el mérito principal de la literatura española y el tremendismo el demérito que a menudo le acompaña.
VALORACIÓN DEL ESPECTCULO (del 1 al 10)
Interés: 8
Versión: 8
Dirección: 8
Puesta en escena: 8
Interpretación: 8
Producción: 8
Programa de mano: 5
Documentación a los medios: 6
Teatro de la Comedia
Compañía Nacional de Teatro Clásico
EL BURLADOR DE SEVILLA
Atribuida a Tirso de Molina
Del 30 de septiembre al 13 de noviembre de 2022
Reparto (por orden alfabético)
Jonás Alonso Anfriso / Ripio / Criado
Miguel ngel Amor Duque Octavio
Cristina Arias Isabela / Belisa
Mikel Arostegui Tolivar Don Juan
Rafa Castejón Don Gonzalo de Ulloa
Antonio Comas Rey de Castilla / Rey de Nápoles /Msico / Criado
Alba Enríquez Arminta
Lara Grube Doña Ana / Mujer
lvaro de Juan Marqués de la Mota / Soldado
Arturo Querejeta Padre de Don Juan / Embajador Don Pedro Tenorio
Isabel Rodes Tisbea
David Soto Giganto Batricio / Criado
Jorge Varandela Catalinón
Equipo artístico
Xavier Albertí Dirección y versión
Albert Arribas Dramaturgista
Max Glaenzel Escenografía
Juan Gómez Cornejo Iluminación
Marian García Milla Vestuario
Vicente Fuentes Asesor de verso
Mariano García Sonido
Coproducción Compañía Nacional de Teatro Clásico y Grec 2022 Festival de Barcelona
De martes a domingo a las 20:00
Duración: 2 h aprox.
Calle Príncipe, 14, 28012, Madrid.