El Museo del Prado se mueve tras la ampliación: se sacude el polvo, se acuerda de lo que tiene en sus sótanos, enseña sus joyas, promociona sus fondos, facilita el acceso a la gente, explica mejor sus riquezas. Parece sencillo y obligado, pero hay que hacerlo. Y remover siglos de pereza. Y mentalizar a un personal famoso por su antipatía. Hay que hacerlo pero con cuidado exquisito de conservar el sabor, -hasta el color y el olor- de lo que es un templo sagrado del arte. Es una prueba de fuego, un difícil sendero entre el antiguo caserón inhóspito y el parque de atracciones en que ha terminado el Louvre.
Ahora el Prado acomete la realización de una serie de catálogos exhaustivos que irán acompañados de inéditas muestras completas de los pintores y escuelas que alberga, como nunca antes se hayan visto. Y empieza con El Greco.
La edición de este primer catálogo razonado,va acompañada de la exposición Los Grecos del Prado, en la que por primera vez se rene la totalidad de sus obras que atesora el Museo, incluyendo San Bernardino, la obra que lleva en Toledo desde 1910. A través del recorrido de la muestra, el visitante descubrirá la historia del Greco en el Museo, que fue bien triste hasta hace un siglo, y la forma en la que llegaron sus obras, que por supuesto forman la mejor y mayor representación del artista que se conserva en el mundo.
La exposición incluye 37 obras autógrafas del Greco junto a otras 10 de sus seguidores o su entorno. Comienza con las primeras obras del Greco que se expusieron en el Museo, las procedentes de la colección real. Se trata de una galería de retratos, entre los que figura El caballero de la mano en el pecho y que le otorgaron durante el siglo XIX una notable fama como retratista. Junto a estos se expone también La Trinidad, pintada para el retablo de Santo Domingo de Toledo, una de las grandes obras del artista. Gracias a la incorporación en 1872 de las 15 composiciones del artista procedentes de los fondos del Museo de la Trinidad, -segunda parte de la muestra-, el Greco comenzó a ser cada vez más valorado por sus escenas religiosas, entre las que cabe destacar La Anunciación del retablo de Doña María de Aragón, el nico encargo que tuvo en Madrid.
El siguiente espacio está dedicado a los generosos legados y donaciones que entre 1915 y 1962 aportaron al Prado otras importantes obras del pintor, como el San Sebastián, donación de la Marquesa de Casa Riera en 1959, o las dos excepcionales esculturas de Epimeteo y Pandora, donadas por la viuda del Conde de las Infantas en 1962. Sus donaciones supusieron un gesto de enorme generosidad ya que en el momento de las mismas el Greco ya era sumamente valorado. Había pasado de ser un artista considerado secundario dentro de la escuela italiana en la época de la fundación del Prado, en 1819, a tener un reconocimiento total. Fue la Generación del 98 su mentora y fue el siglo XX un continuo afirmarse de su fama.
La ltima sala rene las obras compradas por el propio Museo o el Estado, y que han servido no sólo para añadir obras tan emblemáticas como La Adoración de los pastores que el Greco realizó para su sepultura, sino para mejorar algunos aspectos de su producción que no estaban representados, o lo están escasamente en la institución, como las series de apóstoles, la producción no religiosa del cretense a través del magnífico lienzo Fábula, o la etapa italiana. A esa fase corresponde la ltima de las adquisiciones, La Huida a Egipto, que ingresó en el Prado en el año 2000.
El Catálogo es un detallado análisis de cada una de las obras, incluyendo información sobre su procedencia, bibliografía, estado de conservación, historia de sus restauraciones, así como iconografía, fuentes visuales y fortuna crítica. Este volumen, dedicado al estudio pormenorizado de la obra del Greco (Candía, Creta, 1541-Toledo, 1614) y de su entorno más inmediato, es el tercer catálogo razonado que publica el Museo, tras la publicación de los de pintura flamenca en 1975. Con esta publicación, el Museo aborda como decimos el proyecto de acometer una revisión completa de su colección de pintura a través de la publicación de los correspondientes catálogos de los distintos artistas, épocas y escuelas que la conforman.
Fruto de varios años de investigación, en los que se han llevado a cabo el estudio técnico y la restauración de todo el conjunto, el catálogo recoge importantes aportaciones. Esta puesta al día de los conocimientos de los grecos del Prado ha esclarecido aspectos artísticos y la valoración de sus obras. Sin olvidar tampoco el lugar que algunas de ellas ocuparon dentro de programas decorativos de la importancia del retablo de Santo Domingo el Antiguo o el del Colegio de doña María de Aragón, a los que se dedica un estudio aparte. El principal ncleo del catálogo lo constituyen las obras autógrafas del artista, entre las que se incluyen las esculturas de Epimeteo y Pandora. El resto lo forman trabajos de escuela, de taller o de sus seguidores, entre los que se halla una reducción del Expolio firmada por el hijo del pintor, Jorge Manuel Theotocopuli.
El trabajo ha corrido a cargo de la especialista en el pintor Leticia Ruiz Gómez, jefa del Departamento de Pintura Española del Renacimiento del Museo Nacional del Prado, un recorrido desde su tímida presencia en las primeras décadas del siglo XIX, hasta su definitivo reconocimiento con el inicio del XX.
Es El Greco de siempre, pero realzado, aireado, potenciado, elevado a su enésima potencia. Un Greco concentrado y potentísimo que desumbra en su visión de conjunto y permite gozar de mil aspectos que podían haber pasado desapercibidos en anteriores ocasiones.
Exposiciones en el Museo
Los Grecos del Prado
04 de Diciembre de 2007 10 de Febrero de 2008
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