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¡Qué malos son los empresarios!
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¡Qué malos son los empresarios!

Por José Catalán Deus
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jcdeustelefonicanet/6/6/17
viernes 09 de marzo de 2012, 01:00h

Lo que viene a demostrar esta 'Insensatez' de Handke es precisamente lo contrario de lo que han entendido sus rescatadores: la solidez y pervivencia del sistema capitalista a través de las constantes crisis y probablemente también tras ésta

Die Unvernnftigen -título original- debe significar insensatez y quizás no se ha conservado para evitar el inevitable juego de palabras. El Centro Dramático Nacional y el Teatre Lliure cometen una insensatez con esta producción, creyendo que como la obra habla de empresarios y productos, de ventas y mercados, ya estaba automáticamente de actualidad. Pero han pasado cuarenta años del estreno de esta pretenciosa y fallida pieza, y todo en ella te aplasta en la butaca como si tuvieras una vaca en brazos. Otro ejemplo desastroso de la bsqueda oportunista de guiños de renombre para vender papillas indignadas. Y van unos cuantos esta temporada.

Por qué intentar adentrarse en un largo poema hecho de palabras con apariencia de texto teatral?, se pregunta Lluís Pasqual. Por qué rescatar este anticuado y plmbeo texto alemán que Peter Handke escribió con treinta años de edad y demasiadas ínfulas, del que seguro que no está demasiado orgulloso y que no es precisamente lo más representativo de su teatro?, nos preguntamos nosotros. Pues porque por narices hay que hablar de crisis, de capitalismo malo, de anónimos indignados buenos, porque hay que amagar y no dar. Vi esta obra protagonizada por Gerard Depardieu en 1976 en París y me marcó, pero no me volví a acordar de ella hasta hace un año y medio, supongo que por las circunstancias, declaraba Pasqual hace unos días. Eso mismo decimos.

Pasqual reconoce que es una obra dura, difícil, fea, incluso por la densidad del texto y porque casi todo son monólogos. Pero por este modesto reducto nos gustan los textos densos, los monólogos, las obras llenas de enjundia que hacen pensar y contienen reflexiones agudas sobre el mundo y los humanos. El problema es que en esta ocasión nos encontramos con una reflexión que si hace cuarenta años tuvo su impacto, hoy es una banalidad a tono con la repetitiva papilla de desinformación que alimenta facebook y las barras de los bares en cualquier rincón del globo. Para oír al plmbeo señor Quitt y a sus pesadísimos amigos, me bajo a la tasca, me monto en un autobs lleno, o en el colmo de la desesperación activo esa estupidez mayscula que es twitter.

Quitt no es Gaspar o Insultos al pblico o El pupilo quiere ser tutor, ni siquiera esa obra sin palabras que estrenó Handke en 1992, lo que puede pasar en una plaza céntrica de una ciudad cualquier durante dos horas. Eduard Fernández ha dicho que es la obra más difícil que ha hecho en su vida. Desde luego debe ser la que menos le contente. Está desastroso, insoportable y patético. Los tres socios del protagonista no le van a ala zaga. Marta Marco hace el papel de Paula Tax errático como su vestimenta, y Míriam Iscla se salvaría como la señora Quitt de no ser por la intervención final. Sólo sobrevive en este naufragio actoral Jordi Boixaderas que salva con esfuerzo y oficio ese personaje imposible que es Hans, un mayordomo que parece Wittgenstein, un confidente disfrazado de sirivente, de frases restallantes y solemnes sermones a lo iñaqui: gabilondo, por supuesto.

Este naufragio actoral parece responsabilidad del director, que ha explicado que ve Quitt como una falsa obra de teatro en la que los actores hacen como que interpretan. Ese hacen como que interpretan colabora a un helador distanciamiento que en la segunda parte resulta casi insoportable. Algo pasa en el escenario y en los pasillos, algo parlotean interminablemente Harald von Wullnow, Bertolt KoerberKent y KarlHeinz Lutz, algo significan esos vídeos insulsos y esa presencia irritante en la gran pantalla del listorrón Quitt; pero sea lo que fuere, carece del menor interés.

Pasqual añade que los actores más que interpretar, encarnan a los personajes, dan su biología a esas palabras, porque es un texto hecho de palabras, palabras, palabras. Y así es, una cascada de palabrarería, sin sentido muchas veces, no sabemos si por culpa de un texto original con carencias o de una traducción fallida.

En este Die Unvernnftigen, Handke realiza la crónica del ocaso de un gran empresario, Hermann Quitt. Quitt está harto de su vida en la cima de la escala social y siente que la lógica despiadada de los negocios ya no le proporciona felicidad
alguna. Cree que el individualismo moderno sólo es la repetición de viejos modelos de los que él es simplemente una copia de la copia dela copia. Después de traicionar a sus tres rivales, se asegura su posición por encima de todos pero naturalmente el dinero y el poder no dan la felicidad y termina suicidándose, aplastando su cabeza contra una roca en el original, pegándose un tiro en esta versión que tan poco viene al caso.

La desestructuración de las convenciones teatrales que Handke plantea tuvo su sentido entonces pero hoy resulta manida. El tantas veces acertado escenógrafo Paco Azorín tampoco está esta vez sembrado, con esos billares absurdos, esos socorridos copeteos, esas letrazas por qué sí y un espacio romo. La iluminación fallaba. El vestuario es feo. La msica, de relleno. Buscamos y rebuscamos y no conseguimos recordar algo que compense.

Lo que viene a demostrar esta Insensatez de Handke es precisamente lo contrario de lo que han entendido sus rescatadores: la solidez y pervivencia del sistema capitalista a través de las constantes crisis y probablemente también tras ésta. Cuarenta años después de que Handke se desgañitara desbrozando las incongruencias del llamado libre mercado, las tendencias monopolistas irrefrenables, la manipulación constante de los consumidores a través de la publicidad y la mercadotecnica, la distorsión del mercado mediante todo tipo de prácticas inmorales, cuarenta años después y tres crisis más tarde, aquí estamos, representando un alegato de hace medio siglo como si acabara de salir del horno. Yo creo que esto ni es coherente con la experiencia de los oficiantes ni es respetuoso con el teóricamente respetable pblico.

La sala estaba llena al día siguiente del estreno de un pblico expectante dispuesto a una incondicional entrega. El intermedio innecesario causó algn estrago. La segunda parte empeoró los defectos de la primera y se hizo interminable. Los aplausos fueron de cortesía y muchas caras reflejaban cierto estupor. No pareció que la obra convenciera.

VALORACIÓN DEL ESPECTCULO (del 1 al 10)
Interés: 5
Texto: 5
Dirección: 4
Interpretación: 4
Escenografía: 4
Realización: 5
Producción: 4

CDN TEATRO VALLE INCLN
Quitt. Las personas no razonables están en vías de extinción
De Peter Handke
Dirección, Lluís Pasqual
Producción, Centro Dramático Nacional y Teatre Lliure

Equipo artístico
Traducción: Pablo Martín
Escenografía: Paco Azorín
Vestuario: Isidre Prunés
Iluminación Xavier Clot
Caracterización: Mariona Trias, Lluís Soriano
Asesor musical, Josep M. Arrizabalaga
Msica original blues, Ricard Gili
Sonido, Igor Pinto
Coreografía, Montse Colomé
Vídeo, Alessandro Arcangeli
Ayudante de dirección, Pau Carrió

Reparto (por orden alfabético)
Bertolt KoerberKent, Andreu Benito
Hans, Jordi Boixaderas
KarlHeinz Lutz, Jordi Bosch
Hermann Quitt, Eduard Fernández
Señora Quitt, Míriam Iscla
Harald von Wullnow, Lluís Marco
Paula Tax, Marta Marco
Franz Kilb, Boris Ruiz

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