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Rabia lacrimógena
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Rabia lacrimógena

Por José Catalán Deus
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jcdeustelefonicanet/6/6/17
domingo 24 de septiembre de 2023, 01:00h

El muy alabado dramaturgo argentino Claudio Tolcachir se sintió identificado con una novela de amor parental más allá de lo biológico, como era en su caso de matrimonio homosexual con niño de tero alquilado. Y se sube al escenario para contárnoslo. La propuesta es meritoria pero no consigue convencernos.

Adaptando la novela Rabia de Sergio Bizzio, en un trabajo que ha debido ser difícil pues lo firman un equipo de cuatro, nos ofrece un arriesgado monólogo de ochenta minutos de duración en el que cuenta lo que le ocurre al albañil José María que en un arrebato mata a su capataz y sin saber a dónde huir, se refugia en la mansión donde está empleada su novia Rosa. En los tres años en que vive escondido en la buhardilla le da tiempo a espiar a fondo a la familia propietaria, conocer la violación de su novia por el señorito, matarlo a escondidas y ahijar al niño engendrado como si fuera suyo hasta que llegue la rabia de verdad y en serio.

La narración es kafkiana, sin el insecto de La Metamorfosis pero con un roedor que hace las veces, una espiral claustrofóbica y de violencia latente, nos dicen. Tolcachir la desgrana con naturalidad en pasajes más afortunados, como los de su instinto paternal más allá de la sangre, y más impostados, como el de las masturbaciones. La escenografía de Emilio Valenzuela saca petróleo de la nada, con una escalera movible, con imágenes proyectadas sutilmente y la presencia notoria de la iluminación de Gómez Cornejo (no así la del espacio sonoro de Sandra Vicente, que cuesta captar), y la pieza se sigue con interés en su artificiosidad nunca evitada, en sus incoherencias y recovecos, hasta desear que termine y lo haga de forma un tanto sorpresiva.

La pieza es marcadamente sensiblera y hace acopio de sentimentalismo para ganarse al espectador. Dice Tolcachir que mientras le contaba el argumento al director de La Abadía, Juan Mayorga, le sugirió que fuera el mismo quien la interpretara. Y así, aparecerá en escena como ese padre adoptivo, más allá de los lazos biológicos, que es en la vida real, identificado con el personaje y la peripecia que cuenta el relato de Bizzio, publicado en 2004, cuyo relanzamiento ha tenido casualmente un tratamiento espectacular en la portada del suplemento cultural de El País este mismo 16 de septiembre, y cuyos méritos no terminamos de vislumbrar sin haberlo leído.

Tolcachir (Buenos Aires, 1975) como actor había participado en más de treinta obras y como director cofundó en 1998 la compañía Timbre 4, que luego se haría tan famosa por representar sus piezas en un piso al que se accedía tocando precisamente el timbre cuatro. Tras La omisión de la familia Coleman, Tercer cuerpo y El viento en un violín, una soberbia trilogía en la que cuajó un personalidad y estilo propios, Tolcachir había creado en 2014 Emilia, una obra dura y densa con la que ganaba profundidad (ver nuestra reseña de entonces), y mientras realizado grandes trabajos de dirección como Copenhague, de Michael Frayn, con Emilio Gutiérrez Caba, Carlos Hipólito y Malena Gutiérrez, y Tierra del fuego, de Mario Diament, con Alicia Borrachero y Tristán Ulloa. En Madrid estrenaría en 2010 una excelente puesta en escena de Todos eran mis hijos de Arthur Miller en el Teatro Español, la citada Emiliay y La Máquina de Turing en los Teatros del Canal y Tierra de Fuego en las Naves del Matadero, además de Copenhague de Michael Frayn, en esta misma Abadía, Tercer Cuerpo en el Infanta Isabel y La Guerra de nuestros antepasados en el Bellas Artes. Su anterior propuesta, Próximo, en este mismo teatro en 2019, era una comedia con visos de propaganda, una historia de amor homosexual a través de internet.

De padres e hijos, de Arthur Miller a Claudio Tolcachir, por J.C.Deus

Emilia y el psicodrama

Próximo a Tolcachir

Claudio Tolcachir está casado con el actor Gerardo Otero y ambos son padres por gestación subrogada de una niña, Camila, nacida en el otoño de 2017, y de un niño posterior, Gaspar, por el mismo procedimiento. Es comprensible que se haya sentido subyugado por el personaje José María capaz de querer como suyo al hijo de un delito horrible en la mujer amada. Es comprensible que haya hecho de ello un jalón en su trayectoria teatral. Pero también debe ser comprensible que a nosotros nos parezca su propuesta un tanto tramposa, un melodrama de fácil producción y éxito asegurado. Lo que siempre se ha llamado teatro comercial sin más trascendencia.

Rabia es una simulación irreal y su título no proviene de donde dicen sino de algo más ramplón que sabrán al final. Es una coproducción con siete firmas -lo nunca visto- para un montaje bien sencillo. Facilona propuesta para ir tirando.

Aproximación al espectáculo (del 1 al 10)
Interés, 6
Adaptación, 6
Dirección, 6
Escenografía, 7
Interpretación, 7
Iluminación, 9
Vestuario, 6
Producción, 6
Documentación a los medios, 6
Programa de mano, 6

Teatro de la Abadía
Rabia, a partir de la novela de Sergio Bizzio
Adaptación: Claudio Tolcachir, Lautaro Perotti, María García de Oteyza, Mónica Acevedo
Interpetada por Claudio Tolcachir

Iluminación: Juan Gómez Cornejo
Espacio sonoro: Sandra Vicente
Videoescena y escenografía: Emilio Valenzuela
Ayudantes de dirección: Mónica Acevedo, María García de Oteyza
Dirección de producción: Ana Jelín
Distribución: Producciones Teatrales Contemporáneas
Una producción de Producciones Teatrales Contemporáneas, Timbre 4, Morris Gilbert-Mejor Teatro, Pentación, Mariano Pagani, Teatro Picadero y Hause & Richman.

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