Para bien o para mal, el Teatro Real es esta temporada el disparate a la enésima potencia. Monsieur Gerard Mortier nos abofetea por partida doble con su prejuiciosa visión de la colonización hispanoamericana -algo que al fin y al cabo a pocos ya importa- y por vía de sus amados favoritos -el director musical Teodor Currentzis y el director de escena Peter Sellars- nos presenta el ltimo plato de la ópera posmoderna, una recreación de una semiópera de Henry Purcell con cambio de argumento, injertos de sus salmos, supresión de sus recitativos, introducción de una nueva y persistente hermenetica coreógrafica y de amplios extractos de un relato nicaragense contemporáneo traducido al inglés. Es decir, una ópera de Peter Sellars aprovechando la caducidad de derechos de autor de los clásicos, secundada desde el foso por una recreación cosaca del barroco inglés, y convertida en un pastiche espectacular, en un cóctel de cuatro horas de duración que sin embargo puede cautivar y plantear no pocas especulaciones interesantes al amante de los parajes peligrosos en la travesía cultural.
Sobre una estructura original de apenas una hora de msica hipnótica escrita hace tres siglos por el gran Henry Purcell, -considerado el mejor compositor inglés de todos los tiempos- para salvar un libreto demencial que relata una invasión disparatada de los aztecas por los incas -cójase esa mosca por el rabo-, trufada de amores dificultosos entre la reina de los aztecas y el caudillo de los incas, Sellars ha inventado la llegada de Don Pedrarias Dávila a la región de Tierra Firme, el romance apasionado de su lugarteniente Don Pedro de Alvarado con Teculihuatzin, una princesa indígena convertida en dama castellana (Doña Luisa), aderezado al gusto global, con desvaríos genocidas, loas feministas, apologéticas indigenistas y toda esa ristra de truculencias que exigen los guiones modernos para conquistas sus cinco minutos de fama.
Las neuronas explotarían de exigir un mínimo de coherencia. Pero no hemos vendo hoy a eso, sino a presenciar sin prejuicios un espectáculo de grandes pretensiones y presupuesto astronómico que entre otros lujos incluye la presencia en Madrid durante varias semanas de la orquesta y el coro de la ópera de Perm, ciudad rusa a 4.600 kilómetros de distancia. Un espectáculo de puro estilo posmoderno, en el que las formas suplantan al fondo, sólo importan las apariencias y todo consiste en mezclarlo todo de forma original y al gusto de las redes sociales.
En este paradigma, The indian queen es una falacia brillante, agotadora, y a veces repugnante. Y al mismo tiempo fascinante. Un producto cultural repleto de paradojas. Un fruto diabólico al que hay que reconocer méritos. Cuando después de cien minutos llegó el intermedio, hubo muchas deserciones en un día de estreno especialmente desangelado, con las primeras filas de la platea vacías por la deserción de los mejores abonados. Tras un paréntesis de media hora al sufrido espectador le esperaban otros ochenta y cinco minutos precedidos de negros presagios. Pero la mitad del aforo que decidió resistir valientemente se encontró con lo inesperado: la obra crecía, las fabulosas incursiones a cámara lenta de un coro extraordinario vocal y actoralmente compensaban los absurdos parloteos de la narradora de la novela La niña blanca y los pájaros sin pies que juras solemnemente jamás leer. Las hermosísimas voces del elenco compensaban las piruetas casi siempre chirriantes de dos parejas de bailarines insertados con calzador en el montaje. La fluidez de la orquesta y la finura del conjunto de continuo -con archilaud, tiorba y salterio incluidos- compensaban tanto fusilamiento sumario por parte de una conquistadores en traje de camuflaje. Y los movimientos celestiales de los impresionantes paneles pintados por Gronk compensaban tanta chorrada a vueltas con un supuesto chamán y sus mejunjes.
Entonces llegaba el momento clave del espectáculo. El de reconocer que sus muchas fallidas arrogancias no podían ocultar su magnetismo, su embrujo, su poder casi telrico. Únicamente tras las exequias de esta Doña Luisa que no dejó de ser Teculihuatzin la obra se desmorona en un cuarto de hora plmbeo y final.
La monótona y repetitiva partitura de Purcell había alcanzado gran poder seductor en el tratamiento de Currentzis apoyado en esos insistentes himnos que el coro convertía en proclamas, y la dramaturgia de Sellars, la escenografía de Gronk, el vestuario de Ramicova, y la iluminación de Ingalls, en sinfonías visuales de enorme belleza.
Ya hemos loado el conjunto equilibrado y armónico de las voces del elenco pero nos falta celebrar sus dotes interpretativas, en las que probablemente lleva mérito Sellars. Julia Bullock nos convenció plenamente, y nos gustaron especialmente Nadine Koutcher y Vince Li. Un reparto de melting pot que colaboraba al exotismo del producto. No hacía falta transmutar al ibérico Don Pedro en un efebo negro, musculado a la perfección, semidesnudo media obra para goce de ese nuevo pblico del power gay que quiere sustituir al que se solazaba de los desnudos femeninos. Sobraría de principio a final el relato nicaragense, en inglés para más inri, así como la aportación danzística que riza el rizo del espectáculo total pero resulta artificial menos en alguna evolución individual de una impresionante señora, Caitlin Scranton.
En realidad pudiera ser que bajando un grado la egótica del director artístico y sus ocurrencias y desvaríos, ciñéndose a la obra de Purcell, dejando la trama tan estrambótica como era, y aplicando todo el saber de este equipo artístico, el montaje hubiera durado la mitad y valido el doble.
El denostado pblico del Teatro Real supo demostrar que sabe. Aguantó el desafío, desdeñó la provocación y aplaudió al final los muchos méritos de la propuesta, especialmente al coro y la orquesta importados, abucheando nicamente a Sellars, que se mostraba radiante. Ya lo hemos dicho: un agotador desafío, irritante y fascinante en proporciones parecidas. Merece la pena sin duda pues tutto sumato resulta un espectáculo excepcional.
VALORACIÓN DEL ESPECTCULO (del 1 al 10)
Interés: 8
Partitura: 8
Libreto: 4
Dirección musical: 8
Dirección artística: 8
Orquesta: 8
Coro: 8
Voces: 8
Escenografía: 8
Realización: 8
Producción: 8
Programa de mano: 7
Documentación a los medios: 8
Teatro Real
THE INDIAN QUEEN
Henry Purcell (1658 1695)
Semiópera en cinco actos y un prólogo
con msica de Henry Purcell y libreto de John Dryden
Nueva versión de Peter Sellars
Canciones e himnos de Henry Purcell, con textos de Katherine Philips, George Herbert y otros. Textos hablados extraídos de la novela La niña blanca y los pájaros sin pies, de Rosario Aguilar
Nueva producción del Teatro Real, en coproducción con la Ópera de Perm y la English National Opera de Londres
Equipo artístico
Director musical Teodor Currentzis
Director de escena Peter Sellars
Escenógrafo Gronk
Figurinista Dunya Ramicova
Iluminador James F. Ingalls
Coreógrafo Christopher Williams
Colaborador del director de escena Robert Castro
Director del coro Vitaly Polonsky
Reparto
Hunahphéroe maya / Dios gemelo Vince Yi
Teculihuatzin (Doña Luisa) la reina indígena Julia Bullock
Doña Isabel esposa de Don Pedrarias Dávila Nadine Koutcher
Don Pedrarias Dávila capitán general y gobernador de Tierra Firme Markus Brutscher
Don Pedro de Alvarado conquistador Noah Stewart
Ixbalanqué héroe maya / Dios gemelo Christophe Dumaux
Sacerdote maya Luthando Qave
Leonor hija de Teculihuatzin y Don Pedro de Alvarado Maritxell Carrero
Dioses mayas Burr Johnson, Takemi Kitamura, Caitlin Scranton, Paul Singh, Tecn Umán
Jefe maya Christopher Williams
Leonor niña- Celine Peña
Coro y Orquesta de la Ópera de Perm (MusicAeterna)
Exposición de los bocetos y cuadros de Gronk para la escenografía de The Indian Queen en la sexta planta
Duración aproximada
Parte I: 1 hora y 40 min.
Pausa de 25 min.
Parte II: 1 hora y 25 min.
Fechas: 5, 7, 9, 10, 13, 15, 17, 19 de noviembre de 2013, 20.00 horas; domingos, 18.00 horas
Retransmisión: la función del 19 será transmitida en directo por Radio Clásica, de Radio Nacional de España, la Unión Europea de Radiodifusión (UER), y los canales Mezzo y Mezzo HD y Palco Digital.
Fotos: Javier del Real.