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‘I vespri siciliani’, acierto del Teatro Real
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‘I vespri siciliani’, acierto del Teatro Real

Por José Catalán Deus
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jcdeustelefonicanet/6/6/17
miércoles 18 de junio de 2014, 01:00h

Estas vísperas sicilianas marcan el momento álgido de la trayectoria de Giuseppe Verdi y han sido relegadas en el repertorio operístico por razones ajenas a su extraordinaria calidad. La dirección musical de esta versión en concierto que ha presentado el Teatro Real en tres nicas sesiones se debe al especialista norteamericano James Conlon, y puede considerarse entre lo mejor de la temporada. Como siempre hemos defendido, más vale una buena audición sin escenografía que tanta demencial puesta en escena como ha menudeado aquí y menudea en los teatros de ópera de todo el mundo. I vespri siciliani es un portento de musicalidad y vocalidad con el que apenas pueden competir solamente algunas creaciones de Richard Wagner. El director Conlon consiguió de orquesta y coros un trabajo magnífico. Y el elenco de voces estuvo entre lo mejor que aquí se ha visto en los ltimos tiempos.

Hacia la mitad de su vida profesional, Verdi quiso conquistar París, la capital de la gran potencia política y cultural europea del siglo XIX. Hizo todo tipo de concesiones y compuso sobre un libreto en francés una excesiva partitura que el mismo reconocía un tanto monstruosa, trufada de morcillas a la moda -ya fueran tarantelas italianas o boleros españoles- prolongada en cinco actos inacabables, partida por un ballet embutido sin ton ni son. Pero a pesar de todo ello creó una partitura de tal rigor y coherencia, de tal musicalidad, de tan hermosas orquestaciones y de tan bello nmeros vocales como pocas existen.

El argumento es tan complicado, y su madeja se lía tanto en los dos ltimos actos, que resulta difícil de resumir. Se basa en un confuso episodio histórico -la matanza de franceses en Sicilia en el año 1282, que acabó causando el fin del reinado de Carlos I de Anjou en la isla, sustituido por la influencia de la Corona de Aragón- novelado hasta convertirlo en leyenda.

La duquesa Elena, cuyo hermano, Federico de Austria, ha muerto a manos de los franceses, busca venganza, y el joven rebelde Arrigo promete ayudarla a cambio de su amor. Monforte, el gobernador francés, ha perdonado la vida a Arrigo porque ha sabido que es su hijo, nacido del rapto y violación que cometió con una siciliana hace tres décadas. Uno de los depuestos señores de la isla, Procida, vuelve para organizar la venganza y traman un complot para asesinar al gobernador en una fiesta que va a celebrar. Pero antes Monforte cuenta a Arrigo que es su padre y este desgarrado entre la fidelidad filial y sus ansias patrióticas denuncia la conspiración, y Elena y Procida caen presos del gobernador que se dispone a ajusticiarlos.

Con un rápido desenlace todo podía haber acabado aquí con un final feliz con triunfo del amor y reconciliación de enemigos. Pero Verdi tenía que hacer un engendro de esos que se llamaban grande opéra y la historia se prolongó otros dos actos par a mayor gloria de la msica verdiana y cierto cansancio final del pobrecito espectador.

El caso es que en el cuarto acto Arrigo cosigue que reconociendo a su padre este perdone a sus compañeros de complot, y que Monforte anuncie la boda de su hijo con Elena como muestra de la reconciliación. ero en el quinto acto Procida revela a Elena que va a aprovechar la ceremonia para lanzar un motín que acabe con la vida de los ocupantes franceses. La novia desgarrada entre la causa patriótica y el amor de Arrigo no sabe qué decidir y entre sus dudas suenan las campanas que anuncian el enlace y que la señal para que los amotinados masacren a los ocupantes. Se supone la muerte violenta de Arrigo y Monforte, la desesperación de Elena y la victoria de una causa patriótica anegada y negada en sangre, como tantas otras.

Ha sido esta versión en concierto una apoteosis del belcanto, una constatación inapelable del momento en el cual la ópera italiana se impone a cualquier otro intento continental de hacerla sombra. Sin poderse apoyar en recursos teatrales ni escenografías impactantes, partiendo de una partitura sin desmayos, una sucesión indescriptible de arias, duetos, tríos y cuartetos aderezados con potentes intervenciones corales, todo descansaba en lo más importantes, las voces presentes. Franco Vassallo, Juliana Di Giacomo, Ferruccio Furlanetto y Piero Pretti se hicieron cargo de los dificilísimos papeles principales con autoridad, oficio y entrega. Para conquistar así un sobresaliente colectivo. Un elenco tutto italiano, tutto belcantista, tutto bello.

El barítono Vasallo encarna a Guido de Monforte, el tirano que no lo es tanto, el padre arrepentido que sólo aspira a saldar su pecado con el perdón de su hijo abandonado, con una de las voces de su tesitura más bonitas y poderosas que ltimamente henos escuchado; La soprano Juliana Di Giacomo, de nacionalidad norteamericana pero de ascendencia inconfundible, es una Duquesa Elena capaz de hacer frente a sus tres alter ego masculinos con dotes espectaculares en un papel muy exigente. Hizo en 2012 Suor Angelica de Puccini en este teatro en el segundo reparto. El bajo Ferruccio Furlanetto en el papel de Giovanni di Procida despertó la temprana admiración del pblico y quizás fue el preferido en las continuas ovaciones que interrumpieron la representación, y el tenor Piero Pretti se hizo cargo con valor y prestancia de la compleja interpretación de Arrigo, un protagonista al que Verdi limita con personajes que aspiran a brillar tanto al menos como él. Se atrevió con dos do de pecho que no terminaron de cuajar. El resto del reparto estuvo correcto.

La Orquesta Titular del Teatro Real volvió a demostrar su creciente calidad y el Coro Titular se vio reforzado por el Coro de la Comunidad de Madrid, alcanzando tal potencia de voces momentos sublimes.

Situada entre La traviata y la primera versión de Simon Boccanegra, Verdi irrumpe en los temas históricos con la autoridad que más tarde refrendará en Don Carlos. Con este encargo de la Opéra de París trató de fundir el melodrama italiano y la monumentalidad francesa. Resultaría un tinglado demasiado artificioso en cuerpo y alma que sólo Richard Wagner acertaría a plasmar en versión germana.

I vespri siciliani es una gran ópera que plasma la potencia musical de los años de madurez del gran Verdi, grande entre los grandes de todos los tiempos. En la tercera y ltima representación, con notables huecos en el aforo, el pblico demostró su contento y entrega de forma unánime con numerosos aplausos a lo largo de la representación y mantenidas ovaciones a su conclusión. Puede decirse que fue todo un éxito.

Aproximación al espectáculo (valoración del 1 al 10)
Interés: 8
Dirección musical: 8
Libreto: 8
Msica: 9
Voces: 8
Orquesta: 8
Coros: 8
Programa de mano: 8
Documentación a los medios: 8

Teatro Real
I VESPRI SICILIANI
Giuseppe Verdi (1813-1901)
Ópera en cinco actos (1855)
Libreto original en francés de Eugène Scribe y Charles Duveyrier
Versión italiana de E. Caimi
En versión de concierto

Director musical James Conlon
Director del Coro Titular Andrés Máspero
Director del Coro de la CAM Pedro Teixeira

REPARTO

Guido di Monforte Franco Vassallo
La Duchessa Elena Julianna Di Giacomo
Arrigo Piero Pretti
Giovanni di Procida Ferruccio Furlanetto
Il Sire de Bethune Francis Tójar
Il Conte Vaudemont Luis Cansino
Ninetta Adriana di Paola
Danieli Antonio Lozano
Tebaldo Alejandro González
Roberto Fernando Radó
Manfredo Eduardo Santamaría

Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real
Coro de la Comunidad de Madrid

Duración aproximada:
Actos I, II, III: 1 hora y 45 min.
Pausa de 25 min.
Actos IV y V: 1 hora y 10 min.

Fechas 11, 14, 17 de junio de 2014.

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