The Hothouse fue escrita en 1958, estrenada en 1980, repuesta varias veces en Londres, de su ltimo rescate en 2013 recibió grandes elogios de nuestro más autorizado oráculo teatral autóctono, que recomendaba vivamente su repesca. Dicho y hecho, Mario Gas ha movilizado al escritor Eduardo Mendoza en la revisión del texto, al promotor José Luis Gómez para que su Teatro de la Abadía coproduca la obra con su nueva compañía teatral, que ha creado ad hoc con el mismo nombre que la pieza y de la que forman también parte el productor de la misma y dos de los protagonistas. Se trata de teatro del siglo pasado que como los cultivos de invernadero, tiene apariencia impecable, carencia de sabor y ajustada fecha de caducidad, pero con todos los ingredientes de un éxito completo a lo largo de cinco semanas que ahora se cumplen. Quedan solamente cuatro funciones.
La pieza, tras The Birthday Party (1957) y junto con El montaplatos (1959), El cuidador (1959), y otras obras tempranas, son del primer Pinter de tramas inquietantes un tanto simples que vienen a denunciar realidades ocultas un tanto novelescas. El mismo reconocería que era duramente satítica y bastante superflua. Nunca conseguí que me gustaran ninguno de sus personajes, realmente no eran en absoluto de carne y hueso. Así que descarté la obra de inmediato.
Tenía toda la razón. Era el momento de las predicciones de una deriva totalitaria en el capitalismo occidental con que cierta izquierda europea quería compensar las monstruosidades que se filtraban del otro lado del telón de acero. Pero no acertaron en casi nada y salvo 1984 de George Orwell, publicada una década antes, pueden archivarse con todos los respetos.
Inspirado sin duda en esta, Pinter nos presenta una sociedad de ley y orden donde el Estado mantiene una clandestina red de prisiones disfrazadas de hospitales donde encierra a multitudes de sospechosos mentales. Como bien sabemos, y al contrario de lo que piensan los publicistas de la pieza, tal cosa nunca llegó a suceder, y los métodos de control social pasados y presentes son algo más sofisticados y menos crueles que los panfletos británicos o españoles han dicho y dicen.
Así que al contrario que adelantarse a su época, la pieza de Pinter fue enterrada en un cajón por la antagónica evolución del mundo en los años 60 y 70. Luego el autor la rescató y a rebufo de su fama, de sus premios y de sus innegables méritos, fue reciclada en esa ensalada de las ltimas décadas de prédicas intelectuales que simulan revelar males y sólo esconden acomodaciones estupendas.
Pero el autor es un gran dramaturgo y construye una trama bien urdida, con un texto de calidad y unos personajes atrayentes. Producida sin cicatería, montada con eficacia y representada por un elenco competente, se deja ver, no llega a aburrir, a ratos divierte con los destellos irónicos de su autor, y no deja de tener una altura que tantas imitaciones vistas y no vistas nunca alcanzan.
Mario Gas es un buen director teatral, con solidez de oficio y experiencia probada, que todo lo que hace lo hace con eficacia. Dirige con acierto al reparto sobre una escenografía aceptable. A nuestro modesto juicio, el personaje de Roote es el nico descompensado, con excesiva visceralidad por parte de Gonzalo de Castro, hasta el punto de que a veces no se le entiende. Magníficos sin ninguna reserva los personajes secundarios, comenzando por el burócrata estereotipado Gibbs de Tristán Ulloa, y siguiendo con el acomodaticio Lush de Jorge Usón y el desequilibrado Lamb de Carlos Martos, tres personajes como tres castillos que le hubieran quizás hecho cambiar de opinión al mismo Pinter sobre su obra. Menos afortunada nos parece el trazado del personaje femenino por parte de Isabelle Stoffel, una oportunista señorita Cutts que se expresa con dificultad quizás queriendo parecer extranjera. Correctas las cortas presencias del Tubb de Javivi Gil Valle -el muy gracioso vigilante trastocado en animador social- y el Loob de Ricardo Moya, quizás demasiado parecido a Roote.
Gracias a la reanimación que en la segunda parte aporta la fiesta navideña, la obra aguanta hasta un desenlace un tanto decepcionante. La doble moral de Roote, su cinismo escandaloso y su hipocresía rampante, su autoritarismo enloquecido escondido en modales peripuestos, hacen de él un vivo retrato de la pérfida educación británica, de la simulación compartida en que ese país basa la pervivencia del más cruel Establishment que los tiempos vieron.
Nos hubiera gustado que este competente equipo técnico, artístico y actoral nos hubiera brindado una obra más emocionante. profunda y dialéctica. Nos atrevemos a sugerir a Mario Gas que después de su exitosa etapa institucional y su probado retorno a la independencia, encuentre algn hueco para jalones más ambiciosos con que rematar su larga y fecunda faena.
Aproximación al espectáculo (del 1 al 10)
Interés, 6
Texto, 8
Dirección, 7
Escenografía, 7
Interpretación, 8
Producción, 7
Documentación para los medios, 6
Programa de mano, 7
TEATRO DE LA ABADÍA
Sala Juan de la Cruz
Invernadero, de Harold Pinter
Dirección: Mario Gas
Del 26 febrero al 5 abril de 2015
Reparto
Roote -Gonzalo de Castro
Gibbs -Tristán Ulloa
Lush -Jorge Usón
Srta. Cutts -Isabelle Stoffel
Lamb -Carlos Martos
Tubb Javivi Gil Valle
Loob Ricardo Moya
Ficha artística
Texto Harold Pinter
Versión Eduardo Mendoza
Dirección Mario Gas
Escenografía Juan Sanz y Miguel ngel Coso
Vestuario Antonio Belart
Iluminación Juan Gómez-Cornejo (AAI)
Espacio sonoro Carlos Martos Wensell
Jefe técnico y maquinaria Iñigo Benítez (Armar)
Técnico de iluminación José Luis Vázquez
Técnico de sonido Asier Acebo
Producción Paco Pena
Teatro del Invernadero en coproducción con Teatro de La Abadía
Miércoles a viernes, 20 h.
Sábado, 18 y 21 h.
Domingo, 19 h.