Esta Carmen por supuesto que no es la de Merimée, tampoco la de Bizet, y sólo en parte la de Shchedrin. Es una heroína feminista cuya libertad sexual es continuamente amenazada por hombres posesivos y que finalmente es inmolada en el altar libertario en el que los popes de la cultura posmoderna rinden tributo a sus privilegios ácratas. Una papilla tal de corrección política, tanto conservadurismo disfrazado de ruptura coreográfica, musical y sobre todo vestimentaria, no casa con nuestro modesto gusto. Sin embargo, sirve para rescatar a la Compañía Nacional de Danza (CND) del largo purgatorio a la que le castigó su anterior director, siendo el trabajo más completo de su nueva etapa, de gran calidad en todos su aspectos, y con el que puede conseguir una excelente imagen de marca internacional que la coloque en la primera división de la danza mundial, aunque todavía lejos de las posiciones de cabeza.
Esta vez José Carlos Martínez, el director artístico de la CND, ha adoptado un perfil tan bajo que ni nos ha facilitado su visión del proyecto ni salió a saludar ayer en el estreno absoluto del montaje en el Teatro de la Zarzuela, convertido por azar o destino en sede oficiosa de la compañía. Todo el protagonismo corresponde lógicamente a Joham Inger, el coreógrafo sueco nacido en 1967, hoy entre los más considerados, que antes de esta Carmen para la CND, entregó trabajos el año pasado a la Nederlands Dans Theater 2 y el Royal Swedish Ballet. Él es el director y coreógrafo del espectáculo. Dice que cuando recibió el encargo de montar una nueva versión de Carmen, siendo él sueco y Carmen una obra con un marcado carácter español, se encontró ante un enorme reto, pero también una gran oportunidad. Se olvida de que aquí ser extranjero es pasaporte distinguido -mejor que el DNI- para hablar de nosotros y nuestras circunstancias. Mi aproximación a este mito universal tendría que aportar algo nuevo. Para ello decidí centrarme en el tema de la violencia, aproximándose a ella a través de una mirada pura y no contaminada, la de un niño. Hay en este personaje un cierto misterio, podría ser un niño cualquiera, podría ser el Don José de niño, podría ser la joven Michaela, o el hijo nonato de Carmen y José. Incluso podríamos ser nosotros, con nuestra primitiva bondad herida por una experiencia con la violencia que, aunque breve, hubiera influido negativamente en nuestras vidas y en nuestra capacidad de relacionarnos con los demás para siempre.
Además de este nuevo personaje, un observador observado tan frecuente en dramaturgia, Inger aporta otras cosas nuevas. En cuanto a la msica, o si se quiere lo que cada vez más hay que ir llamando el ambiente sonoro (siempre fundamental en la danza), partiendo de la ópera de Georges Bizet se basa en la Carmen Suite escrita por el compositor soviético Rodion Shchedrin en 1967, que este define como fusión mental creativa de dos mentes, la de Bizet y la suya: una reescritura de la pieza en un arreglo para cuerdas y percusión que refresca esas melodías tan conocidas con nuevos colores instrumentales, con cambios de ritmo y fraseo juguetones y heterodoxos, y con un lifting general atrevido y desafiante que rejuvenece la partitura original de forma muy interesante y acertada. Nunca la derrocará, por supuesto.
La Carmen Suite primero fue prohibida en la URSS de Kruschev en la que el antiestalinismo no había llegado a las moderneces. Y luego juzgada muy severamente por los puristas. Pero se abre camino lentamente y es un ejemplo de la superposición por capas que el magma tectónico musical puede y debe presentar orgullosamente. Pero la revisión de Bizet por Shchedrin no es lo más novedoso, sino que sobre ella Marc lvarez ha incorporado añadidos adicionales para recorrer las décadas siguientes de msica electrónica hasta teñir la partitura de una modernidad desbordante, extraordinaria, muy inspirada y realmente convincente.
Así que tenemos una partitura posmoderna que sabe en el fondo a la Carmen de siempre pero que retumba y chirría como las ltimas corrientes postclásicas electroacsticas. Un gran acierto, para así escribir sobre tal partitura una coreografía a la ltima, que enriquece las más recientes aportaciones con grandes dotes de imaginación y sentido práctico. El movimiento corporal sigue la línea disonante, estentórea, espasmódica y provocadora que hoy prima, y no tiene apenas tentaciones de esa estética buscadora de una nueva armonía y belleza que personalmente preferimos, y que en la pieza puede contemplarse con arrobo en algunos momentos, especialmente en el acto segundo cuando las sombras se llevan a Don José al averno. Pero es una gran coreografía, original, coherente, inspirada y de calidad sobresaliente en terrenos -obra clásica de gran formato- donde la danza contemporánea tiene que recurrir a lo mejor de sí misma para no dar una impresión fragmentaria.
Johan Inger ha consumado esa tarjeta de visita impresionante que necesitaba la CND y creemos que será acogida muy favorablemente en los sancta santorum danzísticos globales. Nos ha recordado sin que sea en desdoro sino elogioso, el inolvidable impacto de la coreografía de Mats Ek para La Bella Durmiente, que Les Grands Ballets Canadiens de Montréal nos brindaron en los Teatros del Canal el pasado febrero (ver nuestra reseña de entonces). No sólo por esas sombras negras enmascaradas, de idéntica factura y cometido en ambas piezas, sino por el tono general revisionista ante los mitos establecidos. Ek convertía a la bruja mala de La bella durmiente en heroinómano, la aguja de coser en aguja de pincharse, y el príncipe azul en arrogante asesino, para romper el final feliz en pesadilla desasosegante. Inger insiste en una Carmen liberada que se acuesta con quien quiere, en un Don José maltratador que suple su torpeza mental con ínfulas asesinas, y en un Escamillo exhibicionista y hasta gigoló. Ambos son suecos, la escenografía de Ek es anterior a la Inger. Y sin más, prosigamos.
Entre los méritos del montaje, hay que destacar sin la menor duda la escenografía de Curt Allen Wilmer un madrileño cosmopolita de esa élite cultural vanguardista de primer nivel que alumbra la ciudad, que nadie an ha detectado y que puede y debe ser la Movida del siglo XXI. Se ha basado en una escenografía muy clara y limpia, definida por la sencillez y rotundidad de las formas, y por la honestidad visual de los materiales elegidos. Se busca la asociación de atmósferas mediante la reinterpretación de la novela original, evitándose cualquier tipo de estética costumbrista. Sevilla es un lugar cualquiera, la fábrica de tabacos es cualquier industria y los montes de Ronda representan un estado de ánimo al límite, que traducido al espacio se refleja como suburbios, ámbitos oscuros, escondidos o inseguros. Para crear estas atmósferas la escenografía recoge tres materiales, el hormigón, el espejo y un onduline negro, y surge de una forma, el triángulo equilátero que representa de manera instintiva y por asociación al universo de la obra. Tres es el nmero que rompe la baraja, tres el que provoca los celos, tres el que finalmente desemboca en la violencia. Tres por tres igual a nueve prismas. La escenografía se sintetiza en nueve prismas móviles con tres caras diferentes cada uno, conducidos por los bailarines a través de la coreografía, y con los que se va articulando los diferentes espacios. Espacios limpios que no obstaculizan la lectura del discurso danzado, y que acentan posibles lugares y posibles estados de ánimo sólo a través de la forma y del material. El suelo cambia a lo largo de la obra de claro a oscuro, y unas lámparas acompañan tres momentos diferentes: la fábrica, la fiesta y las montañas, y serán, aparte del vestuario, el nico toque de color. Pocas veces un escenógrafo se explica con tanta claridad y precisión. No necesitamos añadir ni una palabra.
Elogios merece también la dramaturgia de Gregor Acuña-Pohl, otro español de nacimiento o adopción que forma parte del ncleo innovador que por fin despunta en todas las artes. Y respeto distanciado pero sincero la notable aportación del vestuario de David Delfín, que aunque no sean de nuestro gusto sus excentricidades provocadoras, sí apreciamos que el nivel y calidad de su aportación está a la altura del gusto internacional más exigente que hoy rige.
Y al final, lo más importante. La CND bailó a un nivel sobresaliente. Excelente el quinteto protagonista, los modales carmenescos de Emilia Gisladttir y el encanto infantil de Jessica Lyall; la naturalidad expresiva de Daan Vervoort en el Don José más creíble que henos visto nunca, y los aportes de Isaac Montllor y Francisco Lorenzo. Pero excelente también el cuerpo de baile, las sombras, los soldados, los perros; las cigarreras de-construídas del primer acto fueron señal inequívoca de que iba a ser fructífera la velada.
El pasado 31 de marzo los bailarines de la Compañía Nacional de Danza lanzaron una señal de alarma sobre su situación profesional: Tras unos meses de estabilidad, después de la crisis de abril del pasado año donde el INAEM llegó a un acuerdo dignificando nuestras condiciones laborales, de nuevo vuelven a recaer en las mismas problemáticas La CND lleva meses de actividad incesante. En enero bailamos en París, en el Teatro de los Campos Elíseos con gran éxito de pblico y crítica, después de haberlo hecho con gran repercusión en China y en Japón, llevando con orgullo por el mundo la Marca España. Una clara señal de que somos una entidad que funciona y que cumple excelentemente con sus compromisos laborales Para que pueda seguir la actividad de la CND y que no se paralice la temporada después de las representaciones de Carmen, se nos pide que sigamos haciendo horas extras a cambio de tiempo libre Algo que como ya debatimos con el INAEM en su momento, es totalmente incompatible con la agenda de la compañía y con las necesidades laborales de un bailarín, que debe ejercitar todos los días su cuerpo para llegar a la excelencia Ha llegado un punto en el que no tenemos ni los cuidados básicos que requerimos para ejercer nuestro trabajo Desde nuestro orgullo profesional y vocacional necesitamos de ciertas condiciones laborales dignas, como digno es llevar la danza, el arte y la cultura española a los escenarios del mundo. Queda dicho y bien dicho.
Shostakovich salvó la Carmen Suite con su apoyo. El Ballet Nacional de Cuba la sacó a la luz en La Habana en 1967 con Alicia Alonso de protagonista. Y en 2011 el Mariinsky la puso en Nueva York aunque sus gruesos trazos expresionistas no fueran celebrados. Este estreno absoluto en Madrid de la versión de Johan Inger por la Compañía Nacional de Danza creemos que es un gran acontecimiento cultural digno de ser celebrado.
Aproximación al espectáculo (valoración del 1 al 10)
Interés: 9
Coreografía: 9
Ejecución: 8
Escenografía: 9
Realización: 8
Producción: 8
Programa de mano: 6
Teatro de la Zarzuela
CARMEN
Compañía Nacional de Danza
Dirección y coreografía : Johan Inger
Msica: Rodion Shchedrin y Georges Bizet
Duración: 1 h. 30 min. (Ballet en dos actos)
Msica original adicional: Marc lvarez
Dramaturgia: Gregor Acuña-Pohl
Escenografía: Curt Allen Wilmer (AAPEE)
Vestuario: David Delfín
Iluminación: Tom Visser
Asistente del coreógrafo: Urtzi Aranburu
Ayudante de Escenografía: Isabel Ferrández Barrios
Fotos: Jess Vallinas
GIRA
MADRID. Teatro de la Zarzuela 9-19 de abril (10 representaciones)
SANTANDER, Palacio de Festivales 25 de abril
TUDELA (Navarra), Teatro Gaztambide 2 de mayo
VALENCIA, Teatro Principal 8 y 9 de mayo
BONN (Germany), Bonn Opera House 6 y 7 de junio.