Ayer se estrenó en Madrid el Hamlet con el que el proyecto Shakespeares Globe está haciendo la gira mundial más completa que nunca hizo una compañía de teatro en la historia. En la mitad justo de su periplo de dos años de duración por los 205 países del mundo, pudimos sumarnos al acontecimiento y aplaudir, más allá de la excelente representación, una idea visionaria nacida en 1949 que se agiganta cada año que pasa. El Globe es un orgullo para el teatro universal, una de esas obras humanas que rebasan fronteras y son ejemplo.
Empecemos pues por este Globe, porque lo merece. El proyecto de resucitar el teatro en el que William Shakespeare trabajó desde 1580 y estrenó muchas de sus obras, y de hacerlo lo más cerca posible del lugar donde estuvo el original, fue idea del actor, director y productor norteamericano Sam Wanamaker tras visitar Londres en 1949. 21 años después pudo fundar la empresa que acometió el proyecto de reconstruir el teatro y convertirlo en centro permanente de difusión educativa. Cuando murió Wanamaker en 1993 las obras habían comenzado. En 1997 empezó a funcionar.
En 2012, como parte de la Olimpiada Cultural que acompañó los Juegos Olímpicos de Londres, el Globe acogió un ocurrente festival en el que compañías de 37 países diferentes se reunieron para representar durante seis semanas las obras completas de Shakespeare, en idiomas que abarcaban desde el maorí al mandarín, del japonés al árabe sudanés de Yuba. Para corresponder a la visita y celebrar el 450 aniversario del nacimiento de Shakespeare, se les ocurrió realizar una gira que alcanzara todos los países del mundo, 205 de momento para ser exactos, y en eso están. La obra elegida no podía ser otra. Llevan 95 ciudades y casi 130.000 kilómetros recorridos. Y les queda la mitad. Sri Lanka, Maldivas, Malasia o Tailandia son los próximos destinos. Habrá que ver como se las arreglan para llegar a Corea del Norte, Afganistán o Siria. Terminarán el 23 de abril de 2016, cuarto centenario de la muerte del que no hay más remedio que considerar el mejor dramaturgo de todos los tiempos.
Si nos hemos alargado en estos prolegómenos es porque nos fascinan los proyectos ejemplares y el de esta gente es de una visión y ejecución portentosas. Esta gira Globe to Globe Hamlet, el Hamlet del Globo para el Globo, impulsada por su director artístico Dominic Dromgoole, es una aventura teatral sin precedentes. Realizada además a semejanza de las giras teatrales de entonces, ligeros de equipaje, capaces de adaptarse a circunstancias adversas, con más generosidad que recompensa.
De tal manera que así llegó este martes Hamlet a los Teatros del Canal. La Sala Verde se transmutó para parecerse al Globe, con espectadores en los laterales del escenario vacío, en el que los cómicos intinerantes acababan de depositar su prosaico equipaje: baules, cajones, tablones, un cortinaje, perchas donde colgar vestimentas e instrumentos, las humildes herramientas de una compañía pobretona.
En el suelo unas marcas de tiza por las que orientarse en los cambios de escena. Van apareciendo los cómicos, comienzan a improvisar una melodía alegre con humildes instrumentos. La obra comienza.
Lo hace con esa naturalidad que es la clave del teatro y en la que los actores de la fertil escuela shakesperiana inglesa no tienen rivales y si buenos seguidores en los países de habla inglesa. Y de forma sencilla y eficaz, sin más recurso que cambiar cajones de sitio y subir y bajar de los bales, con sutiles notas de humor en parlamentos y evoluciones, la Shakespeares Globe se lleva al coleto un Hamlet de tres horas absolutamente fiel al original con sólo algunos cortes. Un Hamlet impecable que no busca apabullar con exquisiteces, que sólo pretende y consigue transmitir lo que su autor quiso decir hace 400 años.
El secreto de su eficacia no es fácil de detectar entre tanto trabajo bien hecho. No llevan escenógrafo. La iluminación es discreta y sin cambios. Pero tienen algo que pocas compañías tienen, un diseñador, el encargado de un tono general justo y apropiado que no necesita de parafernalias técnicas ni artilugios sorprendentes. Tiene una msica original perfectamente apropiada y excelentemente interpretada por los actores. Tiene un movimiento en escena preciso y espectacular. Y tiene una dirección soberbia en la que por supuesto lo importante son una docena de actores y actrices, un elenco que funciona como un reloj, con el tradicional cuidado británico de la dicción y el gesto, un elenco que se alterna en los personajes, que un día hace del fraticida Claudio y otro día del cortesano Polonio; de Ofelia o de reina Gertrudis; de Horacio o de Laertes. Un dominio y una versatilidad más allá del simple interpretar un papel: un plus efectivo, un algo más que marca la diferencia.
Los actores Ladi Emeruwa y Naeem Hayat se turnan en el principal papel; el primero es nigeriano, el segundo de origen paquistaní. Correspondió a Emeruwa el estreno madrileño, secundado por otros dos actores de color, Amanda Wilkin, de madre jamaicana/cubana, interpretando una candorosa Ofelia (la otra Ofelia es de Hong Kong), y el maorí neozelandés Rawiri Paratene como un simpático Polonio, que alterna papel con el veterano Keith Bartlett y se intercambian también al patético y moralizante Claudio.
Al enterarse de la muerte de su padre, Hamlet, el Príncipe de Dinamarca, regresa a su país. Su tío Claudio ha contraído nupcias con su madre Gertrudis y se ha instalado en el trono como el nuevo rey de Dinamarca. Por la noche, el fantasma del Viejo Rey insta a Hamlet a vengar su asesinato Entre los ltimos Hamlet en Madrid recordemos el de Borja Ortiz de Gondra y Juan Diego Botto en el María Guerrero en 2008 (ver nuestra reseña de entonces), y el de Toma Pandur en el Matadero en 2010 (ver nuestra reseña de entonces).
Shakespeare llena sus obras de observaciones inteligentes sobre la vida, y de consejos juiciosos a los humanos. En la escena VIII de esta pieza le da a un actor los mejores consejos que se han dado nunca a quien quiere seguir oficio tan difícil. Vamos a repetirlos con su permiso, especialmente dedicados a la farándula autóctona:
Asegrate de que lo recitan como lo recité yo con rítmica fluidez. Si lo van a vocear, como hacen tantos otros, igual se lo doy al pregonero. Y que no abofeteen el aire! Diles que muevan las manos con naturalidad. Porque incluso en medio de un torrente, o una tempestad o, mejor dicho, un torbellino de pasión, han de crear la impresión de sencillez. Ay, cómo se me crispan los nervios cuando veo a un pelucón hacer trizas de una auténtica emoción sólo para llamar la atención de los mosqueteros! Pero si esa gente no sabe apreciar más que los graznidos y cabriolas sin sentido de los comicastros! Palos daría yo a un actor que exagerara el papel de Tamerlán, que sería mayor crueldad que las que cometió el mismo Herodes. Que lo eviten.
Pero tampoco deben ser demasiado tibios. Que el gesto concuerde con las palabras y las palabras con el gesto sin violar jamás la modestia de la madre naturaleza. Sabe que todo exceso se aleja del verdadero objetivo del actor, que siempre fue, es y será reflejar la realidad, por así decirlo, en un espejo; mostrar a la virtud su propia imagen y al mal su verdadera faz; y revelar fielmente la esencia y perfil de la época en que vivimos. Mas si exageran el gesto o equivocan la cadencia del discurso conseguirán hacer reír a los mosqueteros, pero apenarán a los discretos, cuya censura es la nica que importa. He visto yo en escena a algunos actores que se contoneaban y vociferaban de tal manera que me llevaron a la conclusión de que eran abortos de los aprendices de la madre naturaleza tan abominablemente imitaban a los seres humanos.
Y en cuanto a los graciosos, no les dejéis decir más que lo que el poeta ha escrito para ellos, porque muchos hay que meten morcillas y se ríen para hacer reír a los ignorantes del patio. Y lo hacen cuando es preciso que los presentes presten atención a algn asunto esencial de la obra. Hacer eso es de villanos y botón de muestra de una lamentable ambición. Anda, vete y prepáralos.
Todo un cursillo acelerado que la Shakespeares Globe ha asimilado marcando la diferencia con tantas otras. Todo, poco después del más célebre parlamento de la historia del teatro: Ser o no ser. Esa es la cuestión. Qué es más noble? Permanecer impasible ante los avatares de una fortuna adversa o afrontar los peligros de un turbulento mar y, desafiándolos, terminar con todo de una vez?.
Coda utilitaria final: una obra de tres horas de duración no debe ni puede comenzar a las 845 de la tarde: no se puede obligar a nadie a terminar a medianoche, tener que volver a casa tan tarde y levantarse el día siguiente a trabajar. La hora de comienzo debe ser las 1900 horas. Y aunque está todo vendido, descubrimos los segundos laterales de escenario vacíos. Las entradas están consideras de visibilidad reducida, pero la experiencia es mucho mejor que la de las localidades de platea. Y valen 19 frente a 31-39.
VALORACIÓN DEL ESPECTCULO (del 1 al 10)
Interés: 10
Concepto: 10
Dirección: 9
Interpretación: 8
Msica: 8
Producción: 9
Documentación a los medios: 5
Programa de mano: 7
TEATROS DEL CANAL
Sala Verde
Hamlet
Shakespeares Globe
21, 22, 23 y 24 de abril de 2015
Dirección: Dominic Dromgoole y Bill Buckhurst
Diseño: Jonathan Fensom
Msica: Bill Barclay
Msica original adicional: Laura Forrest-Hay
Stage Managers: Rebecca Austin, Carrie Burnham, Dave McEvoy, Adam Moore
Fotos: Bronwen Sharp Helena Miscioscia
Hamlet: Ladi Emeruwa y Naeem Hayat
Resto de personajes (por rotación): Keith Bartlett, John Dougall, Miranda Foster, Phoebe Fildes, Beruce Khan, Tom Lawrence, Jennifer Leong, Rawiri Paratene, Matthew Romain y Amanda Wilkin.
John Dougall (Claudius & Polonius)
Phoebe Fildes (Ophelia/Gertrude/Horatio/Rosencrantz)
Miranda Foster (Gertrude)
Beruce Khan (Horatio/Rosencrantz Laertes/Guildenstern)
Tom Lawrence (Horatio/Laertes/Rosencrantz/Guildenstern)
Jennifer Leong (Ophelia/Horatio/ Rosencrantz) es de Hong Kong
Matthew Romain (Horation/Rosencrantz Laertes/Guildenstern)
Keith Bartlett (Claudius/ Polonius)
Duración: 2h 45min (con 15min de descanso)
Inglés con sobretítulos en castellano.
Con la colaboración del British Council.