Oscar Wilde aprovechó esta historia bíblica para volcar en ella su lado más cursi, su faceta más decadente y su sensibilidad más enfermiza. Nada que ver con sus brillantes comedias. Jaime Chávarri intenta lo imposible, que diga algo hoy día. Y Victoria Vera se enfrenta a un desafío perdido de antemano. El resultado no podía ser bueno.
No dejarán nunca de fascinarnos los inextricables caminos por los que la gente del teatro a menudo vuelca su oficio en proyectos que no lo merecen en absoluto, como este de resucitar un pestiño decimonónico, olvidado y bien olvidado. Quizás la obsesión de una actriz por el papel de su vida, un papel mítico, que estrenó Sarah Bernhardt y que ya hicieron por aquí Margarita Xirgu y Nuria Espert en sus épocas. Pero interpretar a una jovencita -princesa, judía y virgen-con 63 años de edad,es empeño suicida. O quizás sea producto simplemente de una de esas carambolas tan frecuentes que originan producciones insensatas: concebida para el Festival de Mérida ha terminado en el lado abandonado del teatro municipal madrileño. Vaya usted a saber. Pero la Salomé, drama en un acto, de Oscar Wilde, apenas tiene algn elemento que justifique desempolvarla.
Originalmente escrita en francés, y estrenada en París en 1894, se basa en la historia bíblica de una princesa judía, la cual bailaría una danza tan hermosa durante el banquete de cumpleaños de su padrastro, tetrarca de Judea, que éste le ofreció cualquier cosa, incluso la mitad de sus dominios. Sin embargo, a instancias de su madre, lo que pidió fue que le sirvieran en bandeja de plata la cabeza del profeta Juan el Bautista, preso en las mazmorras del palacio, que perseguía con sus admoniciones a su madre por haberse vuelto a casar con el hermano de su padre. Oscar Wilde manipuló la historia enamorando a Salomé del Bautista y haciéndola morir por orden de su padrastro, poniéndola al servicio de un lirismo desbocado. Tras la decapitación de Jokanaán, Juan el Bautista rebautizado, la vengativa Salomé besa desaforadamente la cabeza del decapitado depositada sus pies hasta horrorizar a su baboso padrastro que ordena que sea estrangulada.
Es cierto que el manierismo del texto ha asfixiado muchas de sus puestas en escena, reconoce Chávarri. La suya será la enésima edición del caso. Dice que transcurre en una terraza del palacio de Herodes, como marca el autor, pero más bien parece un sótano al que se desciende por una larga escalera. La escenografía es pobre y la reja de la mazmorra, un remate fatal. El vestuario, en principio de un eclecticismo apropiado, por esa magia teatral que a veces funciona y a veces no, aparece desastroso bajo una iluminación horrible. Y es que este Teatro Fernán Gómez, posiblemente el teatro más cómodo y acogedor de Madrid, parece sufrir una maldición misteriosa que condena a naufragio estético a las producciones que hospeda.
Como valor añadido y atractivo especial, Chávarri y Vera han introducido la escandalosa en su tiempo, y famosa después, Danza de los siete velos, extraída de la ópera homónima de Richard Strauss (que pudo verse en 2010 en el Teatro Real, vean nuestra reseña), una danza de orquestación oriental en la que Salomé se va despojando de sus velos, hasta que queda desnuda a los pies del tirano y formular su sorprendente deseo: la cabeza del profeta en una bandeja de plata. Aunque no llega a diez minutos, la danza exigiría la agilidad y la gracia de una prima ballerina. En los montajes operísticos las sopranos suelen ser dobladas por estilizadas profesionales; algunas se han colocado un body color carne debajo de los velos, mientras que otras -como la Malfitano, la Mattila y la Ewing- se han mostrado animosamente semidesnudas al final del baile. Hollywood inmortalizó la danza de los siete velos con Rita Hayworth, bien difícil de emular física y químicamente. Total, que por más que se haya contratado a un veterano coreógrafo en la persona de Ricardo Cué para asesorarla y a un figurinista como José Antonio Arroyo para arroparla, Victoria Vera no sale triunfadora del empeño, por momentos discreta y a veces deplorable en su ejecución.
La actriz interpreta correctamente su papel pero no casa con el mismo en ningn momento. Ha suplido el vestido con mangas de las fotos promocionales con una blusa escotada que exhibe hombros y pecho que chocan ostensiblemente con el personaje. Se conserva muy bien para su edad, pero no pueden convencernos de que tiene cuarenta años menos, cuando Victoria Vera opositaba al competido título de Musa de la Transición tras salir desnuda en 1975 en la comedia de Antonio Gala Por qué corres, Ulises? y posar igual para Intervi, un pedigrí con el que visitaría más de una vez la bodeguilla de Felipe González. Se debate en el escenario secundada por un reparto que no la arropa precisamente. Manuel de Blas se equivoca de medio a medio en un Herodes afeminado y mariquita que más bien parece el vidente Rappel que el tetrarca de Judea; Inés Morales no es Herodías es una señora de teleserie; menos mal para Jacinto Bobo que su marciano personaje muere pronto. Sostiene el tipo Ignacio Gijón, se puede disculpar a Joaquín Oliván en su ceñudo verdugo y a lvaro Navarro y Miguel Berlanga trasmutados en judíos de opereta. Sobrevive milagrosamente José Carlos Illanes gracias al esperado Mesías.
Victoria Pérez Díaz ha sido valiente y ha decidido arriesgarse en terreno desfavorable, lástima que no podamos apoyarla. La velada siguiente a la del estreno no atrajo mucho pblico y no produjo el menor entusiasmo. La producción, desgraciadamente, no va a resultar muy rentable. Habrá que intentarlo de nuevo con un título más apropiado.
VALORACIÓN DEL ESPECTCULO (del 1 al 10)
Interés: 5
Dirección: 6
Interpretación: 6
Escenografía: 5
Producción: 6
Programa de mano: 6
Documentación a los medios: 6
Teatro Fernán Gómez Sala Guirau
Salomé, de Óscar Wilde
Dirección: Jaime Chávarri
Del 3 de marzo al 3 de abril de 2016
Reparto
Victoria Vera Salomé
Manuel De Blas Herodes
Inés Morales Herodías
José Carlos Illanes Yokanaán
Jacinto Bobo Narraboth, el joven sirio
Ignacio Gijón El paje de Herodías
Joaquín Oliván Naamán, el verdugo
lvaro Navarro Judío 1 y Soldado
Miguel Berlanga Judío 2 y Sumiller
Carlos Luaces Ficticio Cabeza Del Bautista
Dirección y adaptación Jaime Chávarri
Coreografía Ricardo Cué
Escenografía David de Loysa
Diseño de vestuario Jaime Chávarri
Vestuario danza José Antonio Arroyo
Diseño de luces Manuel Fuster
Ayudante de dirección y regidor Benjamín Lorenzo
Documentación histórica María Condor
Gerente Miguel Molina
Producción Verver Independent SLU
Con msica de Salomé, Danza de los Siete Velos, de Richard Strauss.
Horario: de martes a sábados: 20 horas domingos: 19 horas
Precios: 19 euros. Martes y miércoles: 16 euros.