Para obsequio a la deydad, nunca es culto la crueldad. Iphigenia en Tracia, se estrenó en 1747 y consolidó el renombre de José de Nebra. Fue un 15 de enero, tras el largo luto decretado por la muerte de Felipe V. El Teatro de la Zarzuela ofrece una producción de puesta en escena preciosista y vacua y realización musical desdibujada. Bien está y es imprescindible programar nuestros clásicos operísticos -a menudo como en este caso a la altura de su época- pero mejor sería hacerlo con más tino y exigencia.
Se trata de una aproximación poética hacia el evocador universo de los mitos griegos, de la interpretación de los sueños y de la compleja naturaleza del amor, dice el director de escena, Pablo Viar, que promete con esta producción una novedosa forma escénica. No es tan novedosa -diríamos que ya usual en los cosos operísticos del mundo- la escenografía ideada por Frederic Amat, y tiene un grave defecto antes siquiera de valorarla estéticamente: no colabora a la comprensión de esta compleja y difícil obra, limitándose a marcar una belleza congelada y absolutamente descarnada que colabora a agudizar la desconexión conceptual. Cuando el minimalismo es envoltorio inane de colores planos y sembrado aéreo de postes metálicos, donde todo lo que ocurre es que estos suben, bajan o se inclinan, y aquellos cambian levemente y a lo máximo que llegan es a decorarse con un espolvoreado juguetón de pinceladas escuetas, cuando la escena es un escaparate sin discurso ni emoción, el minimalismo se convierte en esa corriente agonizante en que ya hace tiempo que se convirtió, sólo válida para justificar presupuestos estrechos y egos anchos. Desde la anterior comparecencia operística de Amat -El viaje a Simorgh de Sánchez Verd en 2008 en el Teatro Real- (ver nuestra reseña de entonces) no vemos progreso en la primordial tarea del escenógrafo, la comunicativa.
Esta compleja trama, casi ininteligible para el espectador actual, necesitaba más recursos narrativos, muletas visuales que la ayudaran a andar. El mito de Ifigenia -una de las hijas del rey Agamenón y de Clitemnestra, a la que se debía sacrificar para que la diosa Artemisa liberara la flota de su padre, que accedió al trato, aunque la diosa se apiadó, puso en su lugar una cierva y se llevó a Ifigenia a Tauride, donde la convirtió en su sacerdotisa- tiene mil variantes y afluentes, y el libreto de González Martínez no sólo traslada la acción desde Tauride a Tracia, sino que coloca a Orestes, hermano de Ifigenia, llegando a su templo para robar la estatua de la diosa; añade a la princesa Mircea y su prometido Polidoro, para que ella se enamore de Orestes, y este de Ifigenia, y completa el sexteto de personajes con una pareja bufa, Mochila y Cofieta.
El enrevesado texto barroco, plagado de figuras conceptistas y culteranas, de enrevesada síntaxis en sus frases, de complejas metáforas y dificultosas tretas gramaticales, apenas es comprensible sin una cuidadosa lectura previa, y resulta inabordable en directo debido a la deficiente dicción del elenco. Sin la ayuda de una escenografía contextualizadora, y con unos figurines disparatados que no trasmiten ni el supuesto género de los personajes, la confusión reina en escena.
Para tan difícil trama, la partitura de Nebra no presenta demasiadas florituras vocales, y necesita de una interpretación orquestal que aporte brío, que atraiga. Es una orquestación a la italiana con incrustaciones españolas que la dan gran valor añadido. La dirección musical de Francesc Prat nos pareció plana, convencional, poco barroca y sinceramente carente de emoción, lo que fue definitivo para que el estreno de Ifigenia en Tracia se convirtiera en una velada tediosa, incómoda y fallida, a pesar de nuestra predisposición casi cómplice a haber experimentado una jornada gloriosa.
Para Máximo Leza, autor de la edición crítica, en esos veinte años en que José de Nebra se dedica a la composición de msica escénica -óperas, zarzuelas, comedias de santos, comedias de magia, autos sacramentales, loas, sainetes y entremeses-será característico el uso de voces agudas femeninas para la interpretación de todo tipo de papeles cantados, la omnipresente presencia de personajes cómicos (graciosos) y el empleo continuado de coros, seguidillas o coplas. Pero junto a ello, Nebra compondrá magníficas arias da capo, precedidas de recitativos, y se aventurará con elaborados y originales conjuntos en forma da capo (tercetos o cuartetos) para rematar algunas de las jornadas (actos) de sus zarzuelas y óperas.
La seguidilla Que han de ser los maridos y el aria Descolorida, desmadejada fueron los nicos momentos ligeramente inspirados de una noche tristona, en la que María Bayo destacó por su probada experiencia en el repertorio barroco, aunque no estuvo a la altura de su grabación de 2003 de arias de zarzuela barroca con Chistophe Rousset -precisamente estos días en Madrid para dirigir en el Real La Clemenza di Tito- y Les Talens Lyriques, que incluía Llegar ninguno intente, Suspéndete, tirano y Piedad, señor, piedad -más la obertura- de esta pieza (El Concierto Español dirigido por Emilio Moreno la grabó también en 2011 con las voces de Marta Almajaro y María Espada como Ifigenia y Orestes).
Por su parte, el Orestes de Auxiliadora Toledano y el Polidoro de Erika Escribá-Astaburuaga se nos atragantaron (por qué no emplear contratenores para los papeles masculinos?) mientras la pimienta que debían aportar Lidia Vinyes-Curtis y Mireia Pintó apenas consuguió abrirse paso en lo que sentimos reiterar que nos pareció generalizado cumplimiento burocrático de tarea incomoda.
En definitiva, seis voces femeninas que apenas se distinguían una de otra sumando confusión a la confusión reinante. Nos defraudó esta Iphigenia en Tracia, una historia tan popular en el siglo XVIII que existen hasta otras trece versiones operísticas de la tragedia de Eurípides, entre ellas de Jommelli, Scarlatti, Querubini y Galuppi. La de Nebra apareció cronológicamente en sexto lugar y se vería superada por la de Gluck décadas más tarde, cuando hasta Goethe escribió su propia Iphigenie auf Tauris en 1787.
En el estreno de este martes nos pareció detectar cierto erratismo de telones en el arranque. Una locución artificial suplía recitativos que resultan imprescindibiles para entender la trama y forman parte insuprimible de la obra, y sólo nos llamaron la atención algunas intervenciones de los vientos orquestales. Fue, eso sí, un acontecimiento social con profusión de invitaciones. El pblico aplaudió al final largo y tendido, quizás con más de ritual obligado que de sincero contento.
Ya fue decepcionante la producción de otra obra de Nebra -Viento (es la dicha de Amor) hace tres temporadas, con dirección musical de Alan Curtis y dirección de escena de Andrés Lima (ver nuestra reseña de entonces). No hay suerte con la recuperación de este msico, que no es esencial pero es interesante, y sobre todo, nuestro, muy español que se decía antes. A ver si a la tercera va la vencida.
VALORACIÓN DEL ESPECTCULO (del 1 al 10)
Interés: 7
Dirección escénica: 6
Dirección musical: 6
Voces: 7
Orquesta: 5
Escenografía: 7
Vestuario: 6
Producción: 6
Programa de mano: 5
Libreto: 8
Documentación a los medios: n/v
Teatro de la Zarzuela
Iphigenia en Tracia
Zarzuela en dos jornadas
Msica de José de Nebra
Libreto de Nicolás González Martínez
Estrenada en el Teatro de la Cruz de Madrid, el 15 de enero de 1747
Nueva producción del Teatro de la Zarzuela
Dirección musical
Francesc Prat
Dirección de escena
Pablo Viar
Escenografía
Frederic Amat
Vestuario
Gabriela Salaverri
Iluminación
Albert Faura
Reparto
IPHIGENIA
María Bayo
ORESTES
Auxiliadora Toledano
DIRCEA
Ruth González
POLIDORO
Erika Escribá-Astaburuaga
COFIETA
Lidia Vinyes-Curtis
MOCHILA
Mireia Pintó
Orquesta de la Comunidad de Madrid
Titular del Teatro de La Zarzuela
15, 19, 23, 25 y 27 de noviembre de 2016
Duración aproximada: 1 hora y 20 minutos (sin intervalo)
20:00 horas (domingos, a las 18:00 horas)
-Una exposición en torno a la obra escenográfica de Frederic Amat estará abierta al pblico del 27 de octubre al 27 de noviembre de 2016 en el Museo Thyssen-Bornemizsa.