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Una Revoltosa con pegas pero competente
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Una Revoltosa con pegas pero competente

Por José Catalán Deus
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jcdeustelefonicanet/6/6/17
domingo 05 de marzo de 2017, 01:00h

La Revoltosa, sainete lírico en un acto y tres cuadros, se estrenó en el Teatro de Apolo de Madrid en 1897. Su brillante partitura y la calidad pegadiza de sus melodías la convirtieron en paradigma de la zarzuela, la ópera española. Esta versión libre de Guillem Clua con el objeto cde rejuvenecer el género, tiene muchos aciertos, una buena puesta en escena de José Luis Arellano, y sobre todo una excelente adaptación a orquesta de cámara de Javier López de Guereña leída de forma sobresaliente por David Rodríguez. Pasa por momentos de ahogo pero en su conjunto merecería pasearse por toditas las españas.

Ya saben, y si no saben es hora de saber, que la revoltosa Mari Pepa tiene revolucionados a todos los inquilinos de la corrala donde se ha instalado, a ellos porque es guapa y suelta de body, a ellas por lo mismo y por celos. Sólo se resiste Felipe y por eso a ella le gusta. El flechazo sufre altibajos y un enredo morrocotudo terminará felizmente para todos.

Aquel 1897, en prevísperas del naufragio final de un imperio en el que casi nadie creía, fue un año muy zarzuelero pues se estrenaron también Agua, azucarillos y aguardiente de Chueca, La boda de Luis Alonso de Giménez, y La viejecita de Caballero. Los autores de este libreto, José López Silva y Carlos Fernández-Shaw, juntaron buena ambientación con trama y texto atractivos, y sobre tal bicoca, Chapí puso msica con enorme acierto, colocando a La Revoltosa a la máxima altura que había logrado La verbena de la Paloma tres años antes.

El alicantino Ruperto Chapí fue un niño prodigio que a los nueve años tocaba en la banda de Villena y a los dieciséis se vino a Madrid en pos de la carrera musical. Trató todos los géneros pero por defensor los derechos del autor sufrió el boicot general y se vio obligado a hacerse empresario autónomo para dar salida a sus composiciones. Por libre y sencillo renunció a sus nombramientos como académico de la Lengua y director del Real Conservatorio. Sus óperas Curro Vargas, La Odisea o Margarita la Tornera, esperan volver a los escenarios, y a ver si ocurre en torno a 2019 cuando se cumpla un siglo y una década de su fallecimiento temprano a los 58 años.

El Teatro de la Zarzuela, en otro intento de luchar contra el desprestigio generalizado del teatro musical español, quiere motivar a los que viven de espaldas a la zarzuela por prejuicios hacia el género o por desconocimiento, y pretende que los jóvenes se acerquen a ella asegurando su futuro más allá de un plan de pensiones. Para ello ha lanzado el Proyecto Zarza con La Revoltosa, interpretada por jóvenes cantantes elegidos entre cerca de 400 audiciones, con pases escolares (para alumnos de la ESO y Bachillerato), del 1 al 3 de marzo, y para el pblico general, del 3 al 5 de marzo.

Guillem Clua jovializa la historia con ligero predominio de los aciertos, aunque haya desaciertos por un tubo, entre los que destacan la inclusión de dos o tres enormes morcillas a lirismo suelto que a punto están con hacer naufragar el proyecto en su ecuador. Menos mal que en el tramo final el espectáculo se repone, la msica coge por fin el protagonismo que se la ha negado hasta entonces, y esta revoltosa se gana el corazón de los dubitativos.

La dirección de escena de José Luis Arellano peca de demasiada ambientación Instagram -que por cierto es una red social bastante desacreditada- y exceso de ruido -confusión, griterío, inacción- ambiental en algunas escenas. Pero el enorme acierto del tándem Arellano/Clua está en presentar una obra juvenil blanca y optimista, sin tacos ni sensacionalismos, repleta de ese denostado sentimiento tan propio de los jóvenes de todas las generaciones que es el amor, la atracción física, el romance, el ligue, el enrollarse y el vacilar que forman lo mejor de esa época vital que tan pronto se desvanece. Esa ambientación de la historia de Mari Pepa y Felipe es una gran aportación y un ejemplo a seguir en contraste con otras propuestas escoradas y fallidas como la ltima de Miguel Del Arco con Cómo está Madriz! en mayo pasado. A Clua ya lo apreciamos en la dirección teatral de En el desierto, de Chevi Muraday y la Compañía Losdedae, el mejor espectáculo de danza de las ltimas temporadas.

Bien resuelta una escenografía austera y un vestuario informal -popular global lo llama ella- por parte de Silvia de Marta, que ilumina con acierto Juanjo Llorens. Buenísima dirección actoral de Arellano con una ayuda inestimable en el movimiento escénico por parte de Andoni Larrabeiti. Discreto y efectivo complemente videográfico de lvaro de Luna.

Ya hemos destacado el trabajo del director musical. David Rodríguez consigue de los ocho integrantes de su pequeña orquesta de cámara un rendimiento y una presencia que en ningn momento permite echar de menos las clásicas orquestaciones de esta obra. Destacadísima actuación que demuestra los méritos de lo recoleto bien cuidado sobre lo ampuloso mal planteado.

En el elenco hay que destacar fuera de toda duda la Mari Pepa de Ana Cristina Marco, por sus dotes vocales y actorales, por su hermosa voz y su buena presencia en escena. Toda una mezzosoprano que ya es más que una promesa, a la que pudimos ver en la difícil La ópera de cuatro notas de Tom Johnson, recreada por Paco Mir en los Teatros del Canal en 2015. Su Felipe de mi vida, Alberto Frías, comienza menos inspirado a pesar de ser un actor/cantante de gran experiencia ya, pero termina igualándola en solvencia. Se le pudo apreciar en La vida de Galileo de Bertolt Brecht en versión y dirección de Ernesto Caballero hace un año, y formó parte del reparto de Danzad malditos con dramaturgia y dirección de Alberto Velasco, y estuvo en El loco de los balcones de Vargas Llosa y en Cómo gustéis del ínclito Shakespeare y ya hizo el principe en un estupendo musical sobre La Cenicienta hace cinco años. Otra más que promesa de nuestras tablas.

Marco y Frías son muy bien secundados por otros catorce compinches entre los que destacan María José Garrido y Cielo Ferrández cantando en los papeles de Soledad y Encarna, y queda un tanto desabrido el intento de Felipe Forastieri de hacer del señó Candelas un platense corajudo.

Hay poca msica y menos canto en esta versión de La Revoltosa, es verdad. Deberían reducirse los parlamentos impostados, y al hacerlo abreviar la duración para mejorar el impacto. Pero sumando y restando el experimento ha funcionado y debiera subvencionarse generosamente para romper fuego en toda localidad dotada de un mediano escenario, en mil y un institutos de enseñanza media donde enrolar tripulaciones autóctonas. Como aquella gaseosa del mismo nombre en nuestra infancia, sírvase fresquita teñida de tinto joven.

VALORACIÓN DEL ESPECTCULO (del 1 al 10)

Interés: 7
Partitura: 8
Libreto: 8
Dirección musical: 9
Dirección artística: 7
Orquesta: 8
Voces: 8
Escenografía: 7
Producción: 8
Programa de mano: 5
Documentación a los medios: 7

Proyecto Zarza
La revoltosa
SAINETE LÍRICO EN UN ACTO
Msica Ruperto Chapí
Libreto José López Silva y Carlos Fernandez Shaw, en versión libre de Guillem Clua
ESTRENADA EN EL TEATRO DE APOLO DE MADRID, EL 25 DE NOVIEMBRE DE 1897
NUEVA PRODUCCIÓN DEL TEATRO DE LA ZARZUELA
Del 1 al 5 de marzo

Equipo artístico

Dirección musical David Rodríguez
Dirección de escena José Luis Arellano
Escenografía y vestuario Silvia de Marta
Iluminación Juanjo Llorens
Videoescena- lvaro Luna
Movimiento escénico Andoni Larrabeiti
Adaptación musical Javier López de Guereña

Reparto

Mari Pepa Ana Cristina Marco
Felipe Alberto Frías
Soledad María José Garrido
Encarna Cielo Ferrández
Gorgonia Nuria Pérez
Cándido Joselu López
Tiberio José Miralles
Atenedoro Javier Ariano
Señor Candelas- Felipe Forastieri
Chupitos Natán Segado, José Luis Fernández
Chicas y chico Paula Sánchez-Valverde, María Arévalo, Cristina Teijeiro, Beatriz Arenas, Antonio Buendía.

Orquesta de Cámara: Cecilia Aivar, violín; Iria Rodríguez, violín; Adrián Arechavala, viola; Laura Algueró, violonchelo; Raquel de la Cruz, contrabajo; Carmen Terol, flauta; Laura Rodríguez, piano; Roberto Fernández, percusión.

Duración aproximada, 90 minutos
Coloquio, 20 minutos

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