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El pintor de batallas lejanas
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El pintor de batallas lejanas

Por José Catalán Deus
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jcdeustelefonicanet/6/6/17
sábado 25 de marzo de 2017, 01:00h

Nuestro novelista más vendido, adalid de la novela histórica y polemista de cuidado, escribió El pintor de batallas en 2006 buscando temas alternativos al capitán Alatriste, e inspirándose en su vivencia como corresponsal en Croacia cuando en noviembre de 1991 el ejercito yugoslavo recuperó Vukovar tras meses de asedio, dejando una ciudad en ruinas: un episodio más de esa espantosa guerra inducida cuyo fantasma recorre Europa en busca de redención imposible. Esta versión teatral reduce la novela a un diálogo tedioso entre sus dos protagonistas, interpretados aceptablemente y apoyados en una buena puesta en escena donde destaca un mural que se autorrealiza a lo largo de la obra.

lamo reconoce que la condensación de personajes y de la trama es enorme: un solo espacio, dos personajes, una gran continuidad temporal, una intriga que es tanto interna como externa, una especie de thriller metafísico. Y es que es demasiada la condensación, un destilado producto de laboratorio con una disculpa argumental, preguntas tópicas y respuestas convencionales acerca de la naturaleza humana, su capacidad, tendencia o sumisión a la crueldad, a la maldad; sobre el destino y el azar en nuestras vidas; sobre la venganza y el remordimiento, incluso sobre el perdón y la culpa. Pero preguntas y respuestas no aportan un gramo de novedad, una reflexión original, un pensamiento interesante.

Dice lamo que el encumbrado autor le dio carta libre para adaptar la novela como le pareciera oportuno. Dice Pérez-Reverte en solemne reclamo publicitario que es la primera vez que que aplaudo la adaptación de un texto mío sin fisuras, aunque debiera decir que aplaudo sin fisuras la adaptación de un texto mío. Pero los modernos académicos de la lengua son menos estrictos que solían ser los del pasado.

Faulques y Markovic son como dos dignos hijos de Edipo que están buscando quién es el culpable de los horrores de la humanidad, resume lamo. Eso me llevó a concebir la historia casi como un thriller sobre el mal, sobre las miradas del mal. Lo que nosotros sinceramente vemos en el escenario es un estético y estático montaje que imita el interior semicircular de un faro o torre vigía, donde un pintor ha instalado su estudio y donde pugna por captar en un nuevo Gernica los horrores de la guerra de Yugoslavia que presenció en su carrera de fotorreportero de desastres y calamidades varias. El pintor recibe la visita inesperada del protagonista de una de sus fotos más célebres, y este le confiesa sin reparos que viene a matarlo.

Después transcurrirán sesenta largos minutos de irreal y farragoso diálogo, de disparatadas e inconexas parrafadas en las que los supuestos víctima y verdugo confraternizan, cambian papeles, se cuentan sus vidas, desentrañan sus miserias, revelan algn secreto y finalmente No, no diremos más que el final se resiste, el retablo de la pared se autoconsume, la trama da un par de vueltas y el telón baja.

Antonio lamo ha adaptado la obra de la forma aparentemente más sencilla -un diálogo entre los dos personajes- pero realmente más difícil, porque es muy difícil que un diálogo teatral resulte creíble y no canse. Apenas conocemos casos y El pintor de batallas no es uno de ellos. Por supuesto que con este formato la producción sale muy barata y con dos actores se soluciona el retribuido casting. Pero lo que se ahorra en sueldos se paga en monotonía en el escenario, en diálogos artificiales para relatar el pasado y convertir el presente en disquisiciones vacías, y en dos actores intentando salvar sus personajes supeditados al esquema del director y a lo que pueda aportar la escenografía. Curt Allen Wilmer cumple sobradamente instalando un detallista estudio de pintor en un convincente espacio. Cierto que conscientes del estático formato que nada ni nadie agita salvo una incursión lejana del megáfono de una guía turística, se ha ideado un recurso original, una pintura mural que cubre el muro frontal y se va completando a lo largo de la trama, pintura audiovisual y diseño gráfico de ngel Haro, con la asesoría experta de lvaro Luna, que exige un interesante toque de atención al espectador, aunque no resulte un antídoto completo para la fatiga visual de un escenario donde nada pasa.

En cuanto al esquema del director, los personajes son tópicos y al que fuera triunfador profesional recluido entre sus fantasmas del pasado y al que fuera soldado superviviente destrozado por la pérdida no terminamos de creerlos. Jordi Rebellón lo tiene más fácil con un personaje tópico y muy agradecido -torturado pero acomodado artista de vuelta de todo-, mientras que Alberto Jiménez debe aparentar ser un trastornado despojo humano, obsesionado por recopilar datos y seguir el rastro del autor de una foto suya que recorrió las portadas del mundo hace muchos años, al que culpa de su desgracia y a cuya muerte en venganza ha dedicado su vida desde entonces. Una creación literaria, difícil de aceptar y que por tanto nace lastrada. Como además se comporta absurdamente cuando se produce el encuentro, y tiene que simular ser croata mientras mantiene sofisticados diálogos en la lengua de su chivo expiatorio, el personaje de Markovic -de movimientos torpes y vestido ridículamente- está destinado a ser segundón sparring, como ocurre en tantos diálogos teatrales fallidos en los que no existe igualdad de oportunidades. La iluminación es un tanto caprichosa y no busca dar realismo a la escena porque quizás es imposible.

Poco más podemos y debemos decir. No conocemos la novela, pero la adaptación parece adecuada aunque transparenta una prosa de batalla, deludente en todo un académico de la lengua. lamo pasa de las Chirigóticas a la corresponsalía bélica con oficio y vista, sin complicarse en asuntos menos metafísicos, como las guerras inducidas y el sensacionalismo que generan, quizás siguiendo la pauta del autor, que escoge un morlaco potente para afeitarle los cuernos. Estamos ante una producción muy cuidada en la que se ha atendido al máximo a los detalles contables y a la estrategia de lanzamiento, abriendo temporada fuera de Madrid para llegar a las nominaciones y al mejor momento de la temporada con la pieza bien rodada. Tres productoras, un teatro, el organismo estatal competente y una comunicad autónoma respaldan un proyecto que nace ganador por adecuada mezcla de reclamo famosísimo, barniz comprometido y propuesta convencional. Sólo tiene esa rémora cansina de lo déjà vu mientras las luces están apagadas en la sala: pero eso no suele contar para premios ni críticas.

Aproximación al espectáculo (del 1 al 10)
Interés, 6
Texto, 6
Dramaturgia, 6
Dirección, 7
Interpretación, 7
Escenografía, 8
Audiovisual, 8
Iluminación, 6
Vestuario, 6
Espacio sonoro, 6
Producción, 8
Documentación para los medios, 7
Programa de mano, 7

Teatros del Canal Sala Verde
El pintor de batallas, de Arturo Pérez-Reverte.
Del 22 de marzo al 16 de abril de 2017

Versión y dirección: Antonio lamo
Reparto: Jordi Rebellón y Alberto Jiménez
Espacio escénico y vestuario: Curt Allen Wilmer (AAPEE)
Pintura mural audiovisual y diseño gráfico: ngel Haro
Iluminación: Miguel ngel Camacho
Msica y espacio sonoro: Marc lvarez
Ayudante de dirección: Paloma Díaz
Asesoría videoescena: lvaro Luna
Asesora de croata: Daniela Lucev
Voz en off: Amaya Galeote
Ayudante de escenografía: Jara Belmonte
Dirección técnica en gira: Tecnifront
Construcción de decorados: Scnik Móvil
Fotografías: Julián Villanueva y La Buena Estrella
Comunicación y vídeos: elNorte Comunicación y Cultura
Dirección de producción: Gina Aguiar
Distribución: Emilia Yage
Un espectáculo producido por Emilia Yage Producciones, Minestrone Producción y Gestión Cultural y Masca Producción, que coproduce el Teatro Calderón de Valladolid en colaboración con el Inaem (Ministerio de Cultura) y la Comunidad de Madrid.

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