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Viudo apesadumbrado en ciudad muerta, por J.C.Deus

Viudo apesadumbrado en ciudad muerta, por J.C.Deus

Por José Catalán Deus
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jcdeustelefonicanet/6/6/17
martes 15 de junio de 2010, 01:00h

El estreno de Die tote Stadt (La ciudad muerta), la ópera que Erich Wolfgang Korngold (1897-1957) escribió hace casi un siglo (a los 23 años de edad!), es una estupenda sorpresa en la temporada del Teatro Real que está terminando. La coproducción del Festival de Salzburgo y de la Staatsoper de Viena viene precedida por un enorme éxito en París, Londres, msterdam, Barcelona y San Francisco durante el ltimo lustro. El director musical Pinchas Steinberg y el director artístico Willy Decker captan el espíritu de la obra y de su tiempo, la atmósfera intelectual vienesa de los albores del siglo XX, cuando emergía la nueva dimensión del subconsciente y las ideas de Sigmund Freud se apoderaban del discurso artístico. El verismo del libreto, la densidad de la orquestación y la belleza de la lírica se articulan con coherencia en una puesta en escena que acierta a reflejar la dialéctica entre realidad y sueño que es la base de la obra. Todo funciona al unísono. Y una vez más tiene lugar el milagro de la ópera, lo más parecido al arte total que la humanidad ha ideado.

La ciudad muerta es Brujas, la ciudad belga donde está ambientada la obra original del escritor simbolista belga Georges Rodenbach (1855-1898), un deprimente paisaje de procesiones y campanas donde vive el viudo Paul, obsesionado con la memoria de su difunta esposa, Marie, a quien sigue venerando con intensidad neurótica. La aparición de otra mujer, la casquivana bailarina Marietta, convulsionará su vida solitaria y nos arrastrará a la pesadilla onírica que está a punto de devorarlo. Pero Paul podrá reaccionar a tiempo a sus alucinaciones y comprenderá que Marietta no es, no puede ser jamás su añorada Marie, y que debe seguir viviendo y superar el recuerdo doloroso de su fallecida esposa. Un fetichismo incómodo enmarcado en un agnosticismo sutil no fueron óbice para que las burguesías del viejo continente celebraran hace un siglo esta ópera con entusiasmo. Si un significado tiene esta ópera es el del inicio del asalto del freudismo al cristianismo, del subconsciente a la religión, del psicoanálisis a la eucaristía, de los analistas a los curas.

Estamos en la Europa de entreguerras. La ópera centroeuropea ha desbancado ya a la italiana, sustituyendo con burgueses atormentados los melodramas del pasado. Personajes de carne y hueso, y sobre todo de compleja psicología, sustituyen a los héroes pseudohistóricos de castillos de cartón piedra. Dos tercios de esta ópera son las pesadillas del protagonista. Y sin embargo, todavía hay esperanza y habrá final feliz, algo que desaparecerá completamente del horizonte artístico tras la segunda guerra mundial, y que nos ha condenado a medio siglo de pesimismo asfixiante del que apenas comenzamos a salir.

Willy Decker, que dirigió a comienzos de esta década en el Teatro Real la tetralogía wagneriana, y que recibió entonces abucheos tanto en El oro del Rhin como en La Walkiria, ha dejado el trabajo en manos de su ayudante Karin Voykowitsch. En realidad, la producción está bien rodada y no tiene demasiadas complejidades. Decker apuesta afortunadamente esta vez por la sobriedad y la belleza dentro de un esquema clásico sin sobresaltos ni originalidades. Para distinguir y articular el mundo real y el onírico, desdobla el aposento donde discurre la acción para que aparezca un doble del protagonista mientras éste duerme, segn la obra oscila entre los delirios del atormentado viudo y la realidad de su vida. Ver y escuchar a Paul soñarse recostado en un sillón de su casa mientras tras de él aparece en el escenario el mismo salón, el mismo sillón y él mismo junto a la mujer que es recuerdo de la fallecida y presencia de la rival, resulta de enorme dramatismo y belleza. Junto a ello, el inicio del primer acto es una de las imágenes más poderosas que hemos visto en el Real en muchos años, no obstante su sencillez conmovedora. Por el contrario, nos parece que el paréntesis que la troupe de Marietta introduce en el dilema mental de Paul, en la escena tercera del segundo cuadro, resulta demasiado largo y junto al intermedio perjudican la coherencia de la trama y alargan excesivamente la obra, que en una duración ininterrumpida de dos horas encontraría su tamaño ideal. Pero lo realmente excepcional de este montaje es la procesión religiosa del ltimo cuadro que sirve de fondo a la ruptura de los protagonistas: aquí sueño y realidad se hermanan en una poderosa visión fantasmagórica que por sí sola consagraría a un escenógrafo.

Pinchas Steinberg, que en el Teatro Real dirigió La mujer sin sombra de Richard Strauss en 2005, vuelve a Madrid con esta tan cercana La ciudad muerta: la primera se estrenó en 1919 y la segunda en 1920. El padre de Steinberg conoció y trabajó con Korngold, por lo que el director alemán tiene un conocimiento privilegiado de su grandiosa ópera, de orquestación densa y arrebatada, rica en sonoridades y efectos tímbricos que recuerdan a Strauss, y menos a Wagner o a Puccini. Su dirección es sobresaliente y consigue el difícil equilibrio necesario para que las voces no sucumban ante tanta potencia instrumental. La Orquesta Titular del Teatro Real sonó perfecta e inspirada. Esta ópera de Korngold, que se arrinconó implacablemente en ese bal de deshechos catalogado como postromántico, resurge hoy con una vitalidad recobrada que contrasta con la agonía de las corrientes musicales vanguardistas que quisieron enterrarla.

Orquesta y escenario están perfectamente articulados. Lo que ves subraya lo que escuchas, y al revés. Éste debe ser el objetivo de todo montaje operístico y no el capricho de tantas veleidades egóticas. La msica de la pieza resulta siempre admirable, con un aroma expresionista y descriptivo absolutamente acertado. Si hubiera que oponer algn reparo al montaje, digamos que no se perfilan claramente las relaciones del viudo con la bailarina, ni la psicología de ésta ltima, en el papel de mala y sin embargo en absoluto culpable de ningn delito e incluso merecedora de mejor suerte. Merecida la acogida apoteósica que recibió en el estreno salzburgués, junto a Decker, Wolfgang Gussmann, responsable del decorado y del vestuario.

Hay media docena de momentos en las intervenciones de los tres protagonistas que adquieren categoría de excelsos, y entre ellos sin duda ese do Glck das mir verblieb, conocido como Canción de Marietta. El tenor Klaus Florian Vogt, la soprano Manuela Uhl y el barítono Lucas Meachem están brillantísimos y convincentes, éste ltimo desdoblado eficazmente en dos personajes. El resto del reparto, con cuatro jóvenes promesas españolas, estuvo impecable. A la belleza de las voces se unió la perfección de las actuaciones. Todo estuvo en su sitio el día del estreno. Destaquemos la potentísima entrada en acción de Nadine Weismann y sobre todo lo demás, al tenor alemán que rene características difíciles de hermanar y altamente demandadas hoy día: tiene un hermoso timbre, una voz potente y cálida, una presencia notable y dotes interpretativas destacables. Manuela Uhl está admirable en su doble papel, lo mismo que Lucas Meachem, lo repetimos para que quede claro.

Erich Wolfgang Korngold, cuyas asombrosas facultades musicales innatas y la precocidad en el dominio de la escritura musical fueron al principio de su carrera seriamente comparadas con las de Mozart, deslumbró a los más importantes compositores de la Viena de principios del siglo XX, de Gustav Mahler a Richard Strauss, y de ambos tiene enormes reminiscencias. Las expectativas que creaba cada nueva obra que componía eran tales que los teatros rivalizaban para dar a conocer sus partituras, como pasó con La ciudad muerta, tercera ópera de Korngold, que se presentó simultáneamente en las Óperas de Hamburgo y Colonia el 4 de diciembre de 1920, con un estreno compartido sin precedentes, al que estuvo incluso a punto de sumarse Viena.

La ocupación nazi de Austria en 1938, la emigración de Korngold, -judío-, a Estados Unidos, la tentación de una brillante carrera en Hollywood, las maquinaciones de su padre, que era un influyente crítico musical con las consabidas veleidades de este oficio, todo contribuyó a alejar la obra del joven compositor de los escenarios europeos durante varias décadas. A su retorno a Europa, ya consagrado en Estados Unidos como uno de los grandes compositores de Hollywood, en un tiempo en que dominaban las corrientes estéticas de vanguardia, Korngold no encontró lugar para su msica anacrónica y postromántica, que quedó definitivamente apartada de los circuitos musicales europeos. Quizás tampoco supo o le interesó evolucionar. Puede comprenderse que prefiriera hacer msica para películas que andar de genio experimental entre las capillas europeas. En todo caso, nadie elige su destino y es el destino -por llamarlo de alguna forma- el que le elige a uno. Quién iba a ser el segundo mozart se convirtió en inspirador de msicas como la de la guerra de las galaxias. Entre medias quedó esta ciudad muerta, este viudo alucinado, este capítulo de la historia de la ópera afortunadamente recuperado.

DIE TOTE STADT
La ciudad muerta
Ópera en tres cuadros
Erich Wolfgang Korngold (1897-1957)
Libreto de Paul Schott, basado en la obra de teatro Le mirage
de Georges Rodenbach, adaptación de la novela Bruges-la-morte del mismo autor.
Producción del Festival de Salzburgo, en coproducción con la Staatsoper de Viena

EQUIPO ARTÍSTICO

Director musical Pinchas Steinberg
Director de escena Willy Decker
Realizadora de la dirección de escena Karin Voykowitsch
Escenógrafo y figurinista Wolfgang Gussmann
Iluminador Wolfgang Gbbel *
Director del coro Jordi Casas Bayer
Director del coro de niños Óscar Gershensohn *
REPARTO

Paul Klaus Florian Vogt (14, 17, 21, 24, 27, 30)
Burkhard Fritz * (15, 18, 28)

Marietta / Marie Manuela Uhl * (14, 17, 21, 24, 27, 30)
Solveig Kringelborn * (15, 18, 28)

Frank / Fritz Lucas Meachem
Brigitta Nadine Weissmann
Juliette Susana Cordón
Lucienne Anna Tobella *
Victorin / Voz de Gaston Roger Padullés
Conde albert Eduardo Santamaría
Gaston Jess Caramés (bailarín)

Coro de la Comunidad de Madrid
Coro de Niños de la Comunidad de Madrid
Orquesta Titular del Teatro Real
(Orquesta Sinfónica de Madrid)

* Por primera vez en el Teatro Real
Por primera vez en este papel

DURACIÓN APROXIMADA
Cuadros I y II: 1 hora y 30 min.
Pausa de 25 min.
Cuadro III: 45 min.
FECHAS
Junio, 14, 15, 17, 18, 21, 24, 27, 28, 30

La función del día 17 será retransmitida en directo
por Radio Clásica, de Radio Nacional de España.

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