Tal arrojo no se ve todos los días y en esta ocasión puede decirse que el intento culmina con notables aciertos pero sin la sensación de haber presenciado una fusión completa música-danza, de una sucesión de bellezas que no se funden en perfecta síntesis, de que la pieza complementaria estuvo más lograda que la principal.
Esta exposición no es una más, es sencillamente una maravilla de despliegue, un deslumbrante descubrimiento compuesto de un centenar de obras, muchas de descomunal tamaño y detalle, un acontecimiento que hará época en Europa para la recuperación de una figura de primera magnitud que estaba relegada.
Esta actualización del famoso drama le convierte en una comedia urbana de matrimonio feliz pero no tanto, como se irá descubriendo. Con buena puesta en escena y bien interpretada, se ve con la tranquilidad que dan los conflictos existenciales que terminan resolviéndose en el salón de casa.
A esta artista se la considera pionera en el uso de fotocopiadoras a color y termofaxes para crear series de determinada imagen modificada que serían obras de arte sui géneris al pasar de la simple copia a la generación creativa. Lleva cuatro décadas creando y exponiendo y sigue activa.
La nueva directora de la Compañía Nacional de Danza, se estrena a sí misma en un espectáculo de calidad, extravagante título y poca danza, una propuesta muy intelectual y tecnológica en la que quizá falta ese pulso, ese latir del ritmo corporal que da vida y emoción a una propuesta bailada.