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El ingenio decadente de llamarse Ernesto
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El ingenio decadente de llamarse Ernesto

Por José Catalán Deus
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jcdeustelefonicanet/6/6/17
lunes 29 de abril de 2013, 01:00h

Formar parte de la sociedad es un fastidio, pero estar excluido de ella es una tragedia, decía

Oscar Wilde (1854-1900) fue el dandy por excelencia, un personaje fantástico, un escritor inteligente, una víctima de la sociedad victoriana y una persona desgraciada que murió indigente en París, a la edad de cuarenta y seis años. Cinco años antes escribió The importance of being Earnest (La importancia de ser serio) aunque siempre se ha traducido como La importancia de llamarse Ernesto, la obra por la que pasará a la posteridad, una de las más representadas del teatro de todos los tiempos. Esta versión -ya en el ecuador de su presencia en la cartelera madrileña- está adaptada y dirigida por Alfredo Sanzol de forma fidedigna, con escenografía e interpretación clásicas, muy clásicas para un pblico que acude a pasar un buen rato y lo consigue.

El título tiene un doble sentido, ya que el nombre Ernest y la palabra earnest suenan igual en inglés. Ernesto es el nombre del protagonista inexistente y earnest es como debe ser todo gentleman que se precie. Es una comedia excéntrica, una irónica burla de las costumbres petrificadas de la sociedad victoriana. Un juego de salón a partir de un argumento como poco pintoresco. Una disculpa para mostrar ingenio en juegos de palabras y chispeantes diálogos. Un despliegue de ingenio alrededor de casi nada.

Sanzol compatiliza este montaje procedente del Teatro Gayarre de Pamplona, su ciudad natal, con el de Esperando a Godot de Beckett para el Centro Dramático Nacional. Es esta una temporada de dobletes para nuestros dramaturgos, y ya Miguel del Arco y Juan Mayorga, lo han hecho en los pasados meses. Entre la ubicación de ambos montajes, entre las plazas de Colón y de Lavapiés, apenas hay unos kilómetros, pero no puede haber obras más diferentes. La importancia de llamarse Ernesto resulta muy decadente a estas alturas pero conserva el brillo de un texto disparatado repleto de ironía. Y es ese brillante texto el que mantiene la obra en pie; sólo hay que, discreta y eficazmente, acompañarlo.

El acompañamiento es adecuado. Una escenografía estática basada en un sorprendente jardín vertical -como el de CaixaForum, lo conocerán- y una iluminación casi -textualmente- deslumbrante. No necesita mucho más la pieza que un tresillo y una mesita para servir el té, pues el vestuario de Alejandro Andjar nos coloca exactamente en el tiempo y lugar esperado, la indolente y aburrida alta sociedad londinense con sus pisazos en Belgravia y sus residencias campestres. Todo sencillamente realizado, un tanto austero por no decir escaso, pues ni siquiera se varia el escenario para reflejar los dos ambientes de la pieza, el piso londinense donde comienza y la casa de campo con su porche ajardinado donde termina. Sólo queda la metáfora que le gusta al director: una pieza perfecta, bella y onírica como la vida de una rosa en las extrañas paredes de un jardín vertical.

El reparto sin alardes está en su sitio. Es algo difícil entender al principio a Txori García Uriz en su papel del cursi y afectado Jack Worthing pero termina haciendo una pareja compenetrada con su amigo y sin embargo rival Algernon Moncrieff, que encarna Patxi Larrea. Quizás sea Aurora Moneo en su graciosa Lady Bracknell la que termina mandando en escena, siempre más imponente que su hija Gwendolyn Fairfax, encomendada a Leire Ruiz. Algo más desdibujada resultó el día que acudimos Iratxe García Uriz como la ahijada Cecilia Cardew. Divertidos el Reverendo Chasuble de José María Asín y la señora Prism de Marta Juániz. Y aceptables los dos mayordomos a cargo de Pablo del Mundillo.

Es una obra que resulta llevadera an sin grandes despliegues dramatrgicos y Sanzol se limita a cumplir con su tarea. Mucho menos comprometido con la importancia de llamarse Ernesto que con esperando a Godot, donde introducía algn aporte (discutible) como hacer de los dos vagabundos protagonistas una pareja gay que incluso se besuquea. Con Ernesto/Honesto todo va por los railitos del tren.

Oscar Wilde tiene muchos admiradores entre la gente que se considera inteligente, y sin dejarse impresionar por ese pblico convencional que está casi llenando los aforos, los susodichos pueden acudir seguros de que no habrá fiasco. El dandy eterno con sus ocurrencias de siempre.

VALORACIÓN DEL ESPECTCULO (del 1 al 10)
Interés: 7
Texto: 8
Dirección: 7
Interpretación: 7
Escenografía: 7
Realización: 6
Producción: 6
Programa de mano: 6
Documentación a los medios: 7

TEATRO FERNN GÓMEZ
La importancia de llamarse Ernesto
De Oscar Wilde
Del 14 de abril al 12 de mayo de 2013
Dirección: Alfredo Sanzol

Adaptación: Alfredo Sanzol y José Padilla
Escenografía e iluminación: Tomás Muñoz
Vestuario: Alejandro Andjar
Creación utilería: Javier Sáez
Espacio sonoro: Javier Asín
Fotografía: Larrión & Pimoulier
Ayudante de dirección escénica: Ana Maestrojuán
Una producción de la Fundación Municipal Teatro Gayarre

Intérpretes:

Reverendo Chasuble José María Asín
Cecilia Cardew Iratxe García Uriz
Jack Worthing Txori García Uriz
Señora Prism Marta Juániz
Algernon Moncrieff Patxi Larrea
Mayordomos Pablo del Mundillo
Lady Bracknell Aurora Moneo
Gwendolyn Fairfax Leire Ruiz

Cambios en el reparto:

Los días 14, 19, 20, 21 y 27 de abril Ana Maestrojuán sustituye a Marta Juániz el papel de Señora Prism
Los días 19, 20, 21 y 27 de abril: Marta Juániz sustituye a Leire Ruiz el papel de Gwendolyn Fairfax
Los días 7, 8, 9, 10, 11 y 12 de mayo Pedro Miguel Martínez sustituye a José María Asín el papel de Reverendo Chasuble.

Horario: de martes a sábado, 20 horas
Domingos: 19 horas
Precio: 18 euros. Martes y miércoles día del espectador: 15 euros.

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