Un espectáculo bastante convencional en el que las débiles partes vocales son reforzadas con arias clásicas
Nuestra sin par compositora y soprano Pilar Jurado (Madrid 1968) nos ha ofrecido en estos inicios del verano Mi diva sin mí, su segunda ópera tras La página en blanco estrenada hace dos años y medio. Mostrando inteligencia y perspicacia ha sacado lecciones provechosas de aquel desequilibrado inicio: encargar esta vez el libreto, acortar la duración, reducir la orquesta y en general descender de aquellas pretensiones realmente excesivas en el Teatro Real a una dimensión más humilde en el ciclo operadhoy y el Teatro de la Zarzuela. Además y fundamentalmente ha reforzado su partitura con extractos del repertorio clásico del género, de Rigoletto a Il Barbiere pasando por la Norma de Bellini, compensaciones que el pblico agradece para soportar los rigores de un nico personaje de vocalidades penosas. Todo ha sido redimensionado a niveles justos. Y el supuesto vanguardismo musical, domeñado con mucha convencionalidad argumental y gemas operísticas del bel canto en las que desplegar sus dotes de coloratura. El resultado ha sido positivo, notable con reparos. Pilar Jurado vale mucho y puede crecer mucho más si el eclecticismo y la dispersión no la anulan como tanto ha pasado y pasa en la msica culta contemporánea.
Decimos que Pilar Jurado esta vez no ha pretendido hacer triplete escribiendo el libreto. Lo ha encargado a un amigo de confianza, el humorista Eloy Arenas que se estrena de libretista y de director de escena (tras un nico montaje teatral, Mujer busca hombre, de 2009). El argumento contiene el mismo deslumbramiento candoroso ante la tecnología que ya perjudicaba su primera ópera, agravado con mayor abundancia y menor trascendencia, pues ahora se trata de esa intrusa tecnología de consumo a través del teléfono móvil que ya resulta tan excesiva en la vida real que se convierte en insufrible en un escenario, si no hay razón seria que lo justifique.
Toda la gracia de la trama está en que una famosa cantante de ópera interrumpe continuamente unos ensayos con el intercambio de mensajes vía voz, sms, whatsapp, y hasta con supuestas incursiones por facebook y twitter, con un interlocutor o interlocutores cuya identidad es tan compleja como incomprensible: amante, apoderado y/o alter ego, cuyas existencias nada explica porque sólo sirven para justificar el monólogo de la nica protagonista. Un libreto muy convencional de fondo y más original de forma, aunque sean ya varias las óperas que han explorado la fórmula desde La voz humana de Poulenc al El teléfono de Menotti, pasando por Una voce in off de Montsalvatge.
La acción se desarrolla en un escenario vacío donde una pequeña orquesta juvenil ensaya. Arenas saca una dramaturgia de la nada y presenta una escenografía sin escenografía mil veces usada, pero acertada y atractiva, que se apoya nicamente en una destacable iluminación. Los quince instrumentistas casual dress son un grupo resultón y el director de la orquesta hace de sí mismo, un pintoresco suizo, Titus Engel, que también dirigió (y arregló) La página en blanco.
Así pues, unos ensayos musicales interrumpidos continuamente por una señora escindida entre sus actos y sus parloteos a distancia, tal y como le ocurre hoy por hoy a casi todo bicho viviente, hasta que llegue la resaca de esta telefonía móvil omnipresente que aísla, escinde y enferma. Algo se adivina de unas funciones en Nueva York, de unos amoríos fallidos, de una relación profesional insatisfactoria, pero ni siquiera se pretende que entiendas lo que pasa. Es mera disculpa. Unos figurantes haciendo de periodistas y algunas intervenciones de los msicos rellenan un poco la escena.
La partitura de esta prosigue la tónica de la primera ópera de Pilar Jurado, con interesante instrumentación y malogradas partes vocales que se salvan de la quema gracias a divagar frecuentemente en graciosos recitativos, con los que Pilar Jurado desarrolla otra faceta nueva, la de actriz. Su presencia continua en escena, sus movimientos desinhibidos y sus coletillas divertidas contribuyen a su logrado papel de diva de cartón piedra, de personaje convencional de ficción pasable. Los aplausos del selecto pblico a las tres arias clásicas salpimentadas en la obra dejaron patente la contradicción intrínseca del espectáculo. Bajo el aspecto de una obra de vanguardia se escondía una pieza convencional de teatro musical que podría y debería hospedarse en el Español o el María Guerrero y probar suerte fuera del circuito especializado. La improvisada orquesta y el director musical realizan un trabajo impecable.
Jurado es una compositora versátil y ecléctica que ha aprendido mucho y bien de sus incursiones vocales al servicio de compositores como Luciano Berio, Franco Donatoni o Morton Feldman, pero que tiene pendiente dar el paso de llegar a cuajar un estilo propio que trascienda tanto experimentalismo fracasado, de poner sus partituras al servicio de historias emocionantes, de unificar tanta influencia dispersa en un material coherente, y sobre todo de dar con una expresión vocal que resulte bella, que no reniegue sino que trascienda esa pasión belcantista que la escinde entre el gusto y la militancia, para elaborar algo equivalente en nuestros días, algo parecido a intentos tan diversos como los de Osvaldo Golijov y Philip Glass por salir del cul-de-sac de los doscientos seguidores de Pierre Boulez que nos limitan.
Resumiendo, Pilar Jurado ha dado un paso atrás y avanza dos adelante desde La página en blanco (ver nuestra reseña de entonces). Hace tres años había cantado en este mismo escenario y en la edición de entonces de este mismo festival, Neither una pieza de Morton Feldman de 1977 sobre un breve texto de Samuel Beckett, con Kwamé Ryan en la dirección musical, y Peter Mussbach, dirección escénica (ver nuestra reseña de entonces), un experimento del que decíamos que pocas veces puede experimentarse tal hermanamiento audiovisual, rayano con el prodigio estético. No ocurre nada ni se ve nada ni casi se oye nada. No aparece en ningn momento la soprano, que salmodia un lamento interminable en el que el también el texto de Beckett desaparece. No hay decoración, no hay escenario, no hay teatro, no hay msica, no hay nada. El vacío del Satori. El umbral de la otra dimensión. El punto que el arte busca.
El currículo de la artista empieza ya a ser enorme. Y tiene por delante montones de compromisos: inicia ahora una gira de conciertos por España con la Sinfónica de Castilla y León con temas cinematográficos; en septiembre grabará un disco de canción española; y le esperan encargos del Centro Nacional de Difusión de la Msica (CNDM) y la Orquesta Nacional de España para la próxima temporada. Ha fundado su propio sello discográfico y una película sobre su vida que espera estreno.
No quisimos asistir al estreno para no presenciar la habitual parafernalia de personalidades e incondicionales desplegando todo su incondicional apoyo. En la segunda y ltima representación, el Teatro de la Zarzuela alcanzaba apenas media entrada y registró los aplausos abundantes que permiten hablar de éxito.
VALORACIÓN DEL ESPECTCULO (del 1 al 10)
Interés: 6
Partitura: 7
Libreto: 6
Dirección musical: 8
Dirección artística: 7
Orquesta: 8
Voz: 8
Escenografía: 7
Realización: 8
Producción: 6
Programa de mano: 1
Documentación a los medios: 0
Teatro de la Zarzuela
operadhoy 2013
Mi diva sin mí
Ópera con msica de Pilar Jurado y libreto de Eloy Arenas para soprano y 15 instrumentos
27 y 29 de Junio
Pilar Jurado, soprano/actriz
Titus Engel, director musical
Juanjo Llorens, iluminación
Eloy Arenas, libreto, dramaturgia y dirección de escena
Producción de operadhoy
Estreno absoluto.