Esta The turn of the screw es una destacadísima ópera del siglo XX, un caso sobresaliente de precisión y lógica, una aportación racionalista de extraordinaria concisión a un género que muchas veces ha rozado el ridículo de lo excesivo, de lo atrabiliario, de metástasis formales sobre contenidos banales. Un descubrimiento imprescindible para los amantes del género, una joya poco conocida rodeada de prejuicios. Sin embargo, su estreno en el Teatro Real resultó polémico, como lo está siendo todo este inicio de temporada con Gérard Mortier. Puede decirse que no gustó; en el entreacto hubo visibles abandonos, que se hicieron muy numerosos al terminar, y los aplausos resultaron escasos aunque entusiastas. A más de la mitad del pblico le pareció un producto menor aunque bien realizado. Lo sentimos de veras y disentimos del todo.
Con seis personajes y trece instrumentos, en dos precisos actos de cincuenta minutos divididos en un total de quince escenas, es una obra que prescinde de ampulosidades para concentrarse en lo esencial: un argumento sólido que proporciona contundencia intelectual al genero de fantasmas, y una msica extraordinaria, plena en matices, repleta de sugerencias, poblada de sorpresas y coherente de principio a fin como, efectivamente, una tuerca que atrapa el tornillo de nuestro entendimiento en una espiral ascendente que termina porque tiene que terminar alguna vez pero que podría ser interminable.
Tercera ópera de cámara compuesta por Benjamin Britten para el English Opera Group (tras The Rape of Lucretia y Albert Herring), The Turn of the Screw fue estrenada en La Fenice de Venecia en 1954. Basada en una novela de Henry James cuyo fin era crear una atmósfera del mal pero de tal ambigedad que tuviera que ser el lector el que cavilara sobre el significado, Britten y Myfanwy potenciaron an más en la msica y el libreto este original aspecto nada abundante en la historia de la ópera, un argumento abierto que incita a pensar. Si le unimos una msica original, sencilla de entender y placentera de seguir, la tuerca ajusta.
Sucede en un territorio desconocido y perturbador situado entre la fantasía y la realidad. Pero este argumento gótico, esta ópera de fantasmas e incertidumbres se ve concretada en una construcción formal muy rigurosa: una sucesión de escenas cortas a modo de planos cinematográficos unidas mediante interludios instrumentales a modo de Variaciones de intensidad creciente, cuyo Tema sería la primera escena. Cada una de las Variaciones refleja una nueva vuelta de tuerca musical engranada con el argumento. Un mecanismo de relojería que comienza con simples notas de piano y termina lenta, lenta, lentamente.
Efectivamente, es una ópera pobre, de presupuesto modesto, con sólo trece msicos, seis personajes y ocho figurantes, sin orquesta ni coro, sin arias ni oberturas, y quizás esto puede juzgarse como un defecto insoportable. Pero la calidad no debe confundirse jamás con la cantidad, y esta ópera es de gran calidad, y fue ejecutada musical y artísticamente a niveles realmente sobresalientes.
En la partitura Britten supo vincular con elegancia los principios de la msica dodecafónica con una armonía de resonancias tonales. También las partes vocales están perfiladas con refinamiento: celesta, maderas y arpa acompañan a los fantasmas: sus voces, como corresponde, son fantasmagóricas frente al mundo tonal de la vida real de la institutriz y el ama de llaves, colocando en el medio a los niños, entre la inocencia y la perversidad, en un fraseo de canciones infantiles con destellos disonantes.
La obra se inicia con sencillez memorable: se va a contar la curiosa historia de una institutriz contratada para cuidar dos niños huérfanos en una mansión victoriana al este de Inglaterra hacia 1840. Todo parece normal hasta que comienza a percibir esporádicamente la presencia de dos extraños, que resultan ser los espíritus de un mayordomo y la anterior institutriz ambos fallecidos y ligados por relaciones y secretos que nunca se perfilan. La institutriz establece que los fantasmas se están apoderando de la mente de los niños y, aunque aterrorizada, se enfrenta a ellos y decide escribir al tutor pidiendo ayuda. Flora está a punto de desaparecer en el lago y Miles está cada vez más raro. La niña es trasladada a Londres por el ama de llaves, y la institutriz lucha por recuperar el alma del niño en un duelo musical de enorme dramatismo con el fantasma de Quint. Pero cuando parece que éste ha sido derrotado, el niño ha fallecido entre sus brazos.
Es todo producto de las alucinaciones de la institutriz? O realmente el espíritu de Quint se lleva a Miles mientras el espíritu de su aliada fracasa en secuestrar a Flora? Henry James escribió el más famoso de sus relatos justo en el momento en el que Sigmund Freud daba a conocer sus teorías, el momento en el que el orden moral decimonónico comenzaba su rápido hundimiento, el momento en el que el orden imperante crujía y se estremecía ante la eclosión de las sombras emergentes del subconsciente. El bien y el mal tan perfectamente clasificados hasta entonces, comenzaban esa metamorfosis terrible que protagonizaría el siglo XX. La inocencia infantil lindaba con la perversidad adulta. Incluso sin adjetivos: inocencia perversa, perversidad inocente. Los deseos inconscientes, los pecados reprimidos se convertían en sombras vivientes. Es lo que palpita debajo de esta historia de fantasmas tan, tan seriamente planteada.
Hasta el título de esta original ópera es inquietante. Freud definió al dulce niño de nuestra infancia como perverso sexual polimorfo en potencia. James creó una espiral de alusiones en 24-25 capítulos. Britten construye quince escenas breves a partir de un tema nico mediante series dodecafónicas usadas de forma modal, separadas por breves intervalos musicales que son también variaciones del tema nico. Es su obra maestra absoluta y fue un gran éxito en su estreno en Venecia.
Nada que reprochar al reparto del estreno ayer. Voces impecables y actuaciones convincentes. Un exótico fantasma el que hace el tenor Ainsley y un niño prodigio el que hace Peter Shafran. Hubiéramos preferido que el ama de llaves fuera una mujer más mayor con una voz más grave que no se confundiera como a veces ocurre con la protagonista. Nazam Fikret se pone de verdad en la piel de Flora. Y la mezzosoprano Sindram está a veces sublime en el fantasma de la señorita Jessel.
Josep Pons realiza una memorable dirección musical de una reducida orquesta de colores camerísticos y sonoridades sinfónicas. Una fascinante msica que se quedará en el umbral del serialismo y lo atonal, un precedente de Schoemberg, una pesadilla circular de precisión cronométrica, una aportación del pensamiento lógico y del raciocinio científico a un género que estaba socavado de grandilocuencias y sentimentalismo.
David McVicar realizó esta producción hace tres años para el Teatro Mariinski de San Petersburgo con el máximo realismo espacio-temporal, reproduciendo la opresora atmósfera de la época, un montaje naturalista pero pleno de ambigedad en un escenario nico en el que cada intervalo musical es aprovechado para mover mamparas fantasmales y modificar puntuales detalles que nos sitan en cada escena. Aunque no ha venido a Madrid, su fantasma (y su eficaz asistenta) ha coordinado a la perfección con Pons una gran obra, -superior de todo punto al polémico Mahagonny que les precediera-, que curiosamente no es idea propia del nuevo director del Real, Gérard Mortier, sino herencia de su antecesor, cuyo fantasma parece todavía no resignarse a desaparecer del todo.
Esta vuelta de tuerca es un producto refinado argumental y musicalmente. Exige esfuerzo y quizás eso se vuelva en su contra. Pero nos brindó sinceramente una extraordinaria noche de ópera.
THE TURN OF THE SCREW
(Otra vuelta de tuerca)
Benjamin Britten (1913-1976)
Ópera en un prólogo y dos actos
Libreto de Myfanwy Piper,
basado en la novela corta homónima de Henry James (1898)
Estrenada en el Teatro La Fenice de Venecia
el 14 de septiembre de 1954
Nueva producción en el Teatro Real
Procedente del Teatro Mariinski de San Petersburgo
EQUIPO ARTÍSTICO
Director musical Josep Pons
Director de escena David McVicar
Escenógrafa y figurinista Tanya McCallin
Iluminador Adam Silverman
Coreógrafo Andrew George
REPARTO
The Prologue/Quint John Mark Ainsley
The Governess Emma Bell
Miles Peter Shafran/Jacob Ramsay-Patel
Flora Nazan Fikret
Mrs. Grose Marie McLaughlin
Miss Jessel Daniela Sindram
Orquesta Titular del Teatro Real
(Orquesta Sinfónica de Madrid)
DURACIÓN APROXIMADA
Prólogo y Acto I: 50 min.
Pausa de 20 min.
Acto II: 50 min.
FECHAS
Noviembre:
2, 4, 6, 8, 10, 12, 14, 16
20.00 horas; domingo, 18.00 horas
La función del día 6 será transmitida en directo por
Radio Clásica, de Radio Nacional de España.