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Los sensacionales tapices del duque de Lerma, por J.C.Deus

Los sensacionales tapices del duque de Lerma, por J.C.Deus

Por José Catalán Deus
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jcdeustelefonicanet/6/6/17
lunes 31 de mayo de 2010, 01:00h

Érase una vez que ser valido del rey de España era ser quizás el hombre más poderoso del mundo. Tanto como encargar al más cotizado tapicero de la época la ejecución de ocho gigantescos tapices que contaran una de las fábulas de Ovidio, el enamoramiento del dios Mercurio de la hija del fundador de Atenas. Son ocho gigantescas piezas de doscientos metros cuadrados, primero dibujados por un gran pintor, y luego tejidos a lo largo de casi medio siglo con miles de metros de hilo de oro y plata.

Fue un encargo a comienzos del siglo XVII de Francisco de Sandoval y Rojas, primer duque de Lerma y valido de Felipe III, a Willem de Pannemaker, el que fuera tapicero oficial de Carlos V y Felipe II, y por consiguiente de toda la realeza europea de la época. Los ocho tapices que narran los amores de Mercurio y Herse, una de las doscientas cuarenta y seis fabulas de las Metamorfosis de Ovidio, han llegado a nuestro días y se renen por primera vez tras su dispersión a principios del siglo XX. Estuvieron juntos mientras el ducado de Lerma y su heredera la Casa de Medinaceli conservaron parte de su antiguo brillo, pero fueron vendidos cuando el palacio de Colón y gran parte del patrimonio pasó a mejor vida. El Museo del Prado sólo conservaba dos, y uno no lo había exhibido nunca. El Metropolitan of Art de Nueva York tenía dos, uno de ellos es su colección permanente. La Fundación Casa Ducal de Medinaceli disponía de otros dos, uno propio y otro en depósito de los Herederos de la Duquesa de Lerma, y las colecciones particulares Casa de Alba y Duques de Cardona tenían uno cada una.

La serie cuenta como si de un tebeo grandioso se tratara, la bajada de Mercurio a la tierra, su encuentro con Aglauro, Herse y Pandroso -hijas de Cécrope, rey del tica-, el idilio con Herse, la aprobación de su padre, el banquete nupcial, la cámara matrimonial, y la transformación o metamorfosis de Aglauro, comida por la envidia a su hermana y alentada por Minerva. Los tapices están enmarcados por esplendorosas cenefas, inspiradas en Los Hechos de los Apóstoles de Rafael. Y se completa con el retrato ecuestre del Duque de Lerma, pintado por Rubens en 1603. Una exposición abarcable e impresionante, exquisitamente instalada en el edificio de los Jerónimos, y por tanto precedida como su magnificencia merece no por una puerta cualquiera, sino por los descomunales portones que la escultora Cristina Iglesias ideó para dar entrada solemne a la construcción de Moneo que se funde dialécticamente con Los Jerónimos en la parte más polémica de la reciente y celebrada ampliación de El Prado.

Willem de Pannemaker fue miembro de la más célebre familia de tejedores asentada en Bruselas en el Renacimiento flamenco. El encargo resalta la especial predilección que el Duque sintió por la tapicería y por el arte flamenco e italiano, evidente también en el resto de sus colecciones. La tapicería formó parte desde 1603 de la colección ducal y el primer tapiz de la serie lleva la fecha de 1570. El alto coste que alcanzó el conjunto permite calificar esta tapicería, símbolo de poder y riqueza, como una verdadera joya, en su doble condición de obra de arte y de alhaja. Las elevadas tasaciones que mereció en los inventarios ducales de Lerma, su propietario original, y de los Medinaceli, a quienes pasó la serie por herencia en 1673, así lo constatan. El conjunto de tapices permaneció unido en la Casa Medinaceli hasta su dispersión en 1909.

La intensidad y brillantez del colorido, la riqueza y abundancia de los hilos metálicos, el carácter clásico y renacentista de los escenarios, el uso riguroso de la perspectiva geométrica, la fastuosidad de la ornamentación, la minuciosidad flamenca en los detalles y el paisaje, y el carácter humanístico de los personajes, tanto masculinos como femeninos, elevan la serie de Las bodas de Mercurio al rango de una de las más bellas concebidas en la centuria, sólo comparable con las tapicerías de la colección real de los Austrias. La mayor parte de los tapices ha recibido un tratamiento de conservación previo a su exhibición en esta muestra en la Fundación Real Fábrica de Tapices de Madrid.

La composición de las cenefas que enmarcan los tapices -reproducidas en las estampas de Giovanni Volpato, presentes en la exposición fue ideada por Giovanni Francesco Penni (1488-1528) para enmarcar la serie príncipe de Los hechos de los Apóstoles, encargada a Rafael (1483-1520) por León X para la Capilla Sixtina. En ellas, las personificaciones de los cuatro elementos, las estaciones del año, el transcurso del tiempo y de la vida, y las figuras de las Parcas, forman un conjunto alegórico que se complementa con las personificaciones femeninas de las virtudes cristianas y las Artes Liberales.

Es la primera vez que el Prado se decide a presentar una exposición de tapices y lo hace con una de las muestra más impresionantes de toda la historia de este arte, tejer a mano con hilos de colores creando composiciones que asemejan cuadros. Lo más probable es que los primitivos tapices fueran simplemente un paño grueso, colgado de las paredes o extendido en el suelo para limitar el frío. Con el tiempo, fueron convirtiéndose en objetos suntuarios y en auténticas obras de arte, alcanzaron su máximo esplendor con la Casa de Austria, y luego languidecieron junto a la monarquía y el viejo orden.

Arrumbados en sótanos y almacenes durante siglos, están siendo rescatados en los ltimos años para su exhibición pblica y pasmo de las multitudes. A finales de 2008 fue muy celebrada una exposición en Gante en la que la mayor parte de las obras procedían de España, indiscutible superpotencia global en la materia, con más de 3.100 tapices sólo en el Patrimonio Nacional. Y es que Carlos I de España y V de Alemania, el Emperador, dejó a su muerte una colección particular compuesta de no más de una docena de cuadros, incluidos cinco tizianos, y sin embargo la fabulosa cifra de 300 tapices.

Después de las armaduras con que el Prado acaba de celebrar el semestre de presidencia española de la UE, -una exposición titulada El arte del poder. La Real Armería y el retrato de corte que ya reseñamos en estas mismas páginas-, ahora toca a los tapices y mañana pueden llegar las carrozas, las joyas y los trajes. El boato de los tiempos que no volverán fascina y compensa de tanta fealdad cotidiana.


Vídeos e información exhaustiva

MUSEO DEL PRADO
EXPOSICIÓN TEMPORAL
Los amores de Mercurio y Herse.
Una tapicería rica de Willem de Pannemaker
Sala C Edificio Jerónimos
Del 1 de junio al 26 de septiembre.


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