El libro en cuestión se titula ‘Fumata blanca. La elección de Benedicto XVI y la turbulenta historia de los cónclaves de la iglesia católica’, y sus autores, Lola Galán y José Catalán Deus (editor de esta Guía Cultural), se preguntaban: ¿Por qué este Papa, por qué correr el riesgo de elegir al más controvertido de los cardenales? En los últimos meses de la vida de su antecesor, en el calvario hospitalario final de Juan Pablo II y en las horas previas a su muerte, están las claves del por qué Su Eminencia Joseph Ratzinger se convirtió en el 265 pontífice de la historia. Los autores han vivido en directo y analizado en profundidad las intensas dos semanas de intrigas y acuerdos previas a la elección de Benedicto XVI, el emerger imparable de su figura sobre el colegio cardenalicio, y las circunstancias excepcionales de uno de los cónclaves más cortos e intensos de la historia. Pero para comprender a fondo lo sucedido en este período de ‘sede vacante’ que acabamos de vivir, hay que enmarcarlo en la historia milenaria de esta institución única. Además de la crónica detallada de unas semanas apasionantes, los autores nos presentan la asombrosa historia de los cónclaves, las reuniones secretas y tantas veces turbulentas en las que la iglesia católica ha elegido a su pontífice en dos mil años de historia.
RESUMEN DEL CONTENIDO
La elección, el 19 de abril de 2005, del cardenal alemán Joseph Ratzinger como 265º Pontífice de la Iglesia católica ha sido uno de los mayores acontecimientos mediáticos de la última década. Desde el fallecimiento de Juan Pablo II, el 2 de abril hasta la entronización, el 24 de abril, del nuevo papa Benedicto XVI, Roma ha acaparado la atención del mundo. Este libro cuenta el desarrollo de estas cuatro semanas que pasarán a la historia, intentando desentrañar los enigmas que encierra la elección de Benedicto XVI.
El pasado del nuevo Pontífice, su encuentro con Wojtyla, y la estrecha relación que se establece entre ambos durante 23 de los 26 años de reinado del Papa polaco, son parte de esta historia que culmina la tarde del 19 de abril cuando una sutil humareda grisácea que se va tornando inequívocamente blanca, anuncia finalmente al mundo que el trono de Pedro tiene ya un nuevo ocupante.
Durante dos semanas, los 115 cardenales menores de 80 años que tienen encomendada la misión de elegir al sucesor, buscan antes de que se inicie el cónclave, en conciliábulos y encuentros oficiales y reservados, al candidato más idóneo. La etapa de sede vacante, que ha durado 16 días, se ha desarrollado entre dos mundos, el litúrgico, de fabuloso esplendor, incluso estético, y el mundano, sometido a los intereses también humanos de los cardenales electores.
Ambos mundos confluyen en el cónclave, el particular sistema con el que la Iglesia católica elige a sus pontífices, al menos desde el siglo XIII, que se mantiene desde entonces con casi total exactitud. El desarrollo de este particular cónclave que ha elegido a Benedicto XVI, el primer Papa del Tercer Milenio, no podría entenderse sin aprovechar la ocasión para recorrer la turbulenta historia de los cónclaves de la iglesia católica.
INTERIORES VATICANOS
El libro cuenta con detalle las últimas semanas de vida de Juan Pablo II y los movimientos que se dieron en el Vaticano en esos días. El cardenal Joseph Ratzinger, decano del Colegio Cardenalicio y prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, formaba parte del reducido grupo con acceso privilegiado al pontífice en los últimos tiempos de su vida, la llamada “banda de los cuatro” (el secretario personal Stanislaw Dziwisz, el secretario de Estado Angelo Sodano, y el también prefecto, cardenal Giovanni Battista Re eran los otros tres miembros). Los días del precónclave fueron de gran actividad, por debajo de todas las liturgias oficiales y la repentina oleada de peticiones de santificación para el Papa muerto. Mientras arrecia la campaña en ese sentido (campaña dudosamente espontánea), no faltan las críticas hacia un Papa que “llenó los estadios pero no evitó que se vaciaran las iglesias”. Los contactos y maniobras rebasaron, por supuesto, el ámbito estrictamente religioso. Se sabe que Bush, presente en Roma en los funerales del Papa, se reunió con los cardenales estadounidenses, haciéndoles saber el nulo interés de su gobierno por que hubiera un Papa latinoamericano, posibilidad que no ha dejado de plantearse en los últimos años.
Una opinión mayoritaria, expresada de diversos modos, es que se necesita un Papa menos viajero y más preocupado de los asuntos internos; más trabajo discreto y menos actos de masas. Se busca una síntesis de ejecutivo capaz y pastor espiritual. El enérgico y tradicionalista Ratzinger parece cumplir los dos requisitos. Pero los primeros pasos van no tanto en el sentido de encontrar al candidato ideal, sino en el de descartar a los otros, de ahí las filtraciones interesadas a los medios sobre presuntos problemas en la salud de los candidatos, con la evidente intención de perjudicarlos en la carrera sucesoria.
Entre los bandos que se van a disputar la elección no falta ni siquiera ese escuadrón volante que pacta con unos o con otros en aras de mantener su propio poder. En definitiva, “la elección de un pontífice no es ese proceso beatífico que a menudo se quiere presentar confundiendo el deseo con la realidad, es algo muy humano hecho por seres humanos: se habla de personas a las que se defiende y a las que se ataca”.
En los asuntos vaticanos, hay a menudo que leer entre líneas. No se conocen algunos detalles de los movimientos de Ratzinger en los días previos al cónclave, pero hay testimonios que lo muestran afónico, casi sin voz. Sus contactos y charlas habían sido múltiples. Ratzinger llega al cónclave con los mayores apoyos, pero también con la mayor oposición. Aunque se ha hablado de unanimidad, en su veloz e irresistible victoria no participó una minoría crítica, -entre dos y tres decenas-, de los participantes en el cónclave.
VEINTE SIGLOS DE ELECCIONES PAPALES
La segunda parte del libro de Lola Galán y José Catalán Deus es el complemento necesario de la primera, una mirada retrospectiva para entender qué han sido históricamente esas reuniones en las que se nombraba al nuevo Papa.
La Iglesia católica ha celebrado durante su larga historia unas trescientas elecciones para elegir a su máximo pontífice, al Papa. De ellas, 264 están consideradas legítimas y han pasado a la historia oficial, mientras que 37 han perdido todo valor jurídico y son consideradas ilegales por haber dado lugar a la elección de papas espurios y no reconocidos por diversas razones, los llamados «antipapas».
Aproximadamente doscientos procesos electivos tuvieron lugar antes de que comenzara a usarse la fórmula del cónclave, la reunión de los electores protegida por el secreto y la clausura que todavía hoy se sigue usando. Los historiadores disienten a la hora de considerar cuál fue la primera elección papal a la que puede denominarse con propiedad «cónclave».
Al menos se barajan cinco fechas —a lo largo de más de 160 años, entre los siglos XII y XIII— que los historiadores señalan como origen de los cónclaves. Si optáramos por la fecha de 1198 —la que registra suscita mayor más consenso—, con la elección de Inocencio III, habrían sido 174 las elecciones anteriores a las que no se puede aplicar la definición de cónclave y, desde entonces, podrían contarse 89 cónclaves propiamente dichos .
Así pues, 89 cónclaves oficiales en ocho siglos: diecisiete en el siglo XIII, una decena en el XIV, once en el XV, otros diecisiete en el XVI, once en el XVII, ocho en el XVIII, seis en el XIX y, finalmente, ocho en el siglo XX.
Para llegar a la fórmula actual de cónclave, el cristianismo ha recorrido antes más de un milenio, a lo largo del cual los procedimientos de elección sufrirán un sinfín de eventualidades y tormentosas influencias: a decir verdad, resulta casi asombrosa la supervivencia de la institución.
Para empezar, es imposible establecer fehacientemente los orígenes del Papado. Ni siquiera existe prueba irrefutable de que Pedro llegara a Roma, y mucho menos de que fuera el primer obispo de la comunidad cristiana de la ciudad. Tampoco parece verídica la lista de sus primeros sucesores.
Hay pocos datos que permitan aceptar sin sombra de sospecha la lista oficial de los primeros doce papas. E incluso es discutible que los sucesores oficiales posteriores, durante varios siglos, fueran algo más que uno entre varios dirigentes coetáneos de las distintas comunidades cristianas romanas. Más bien, parece que, tras la muere de Pedro y durante un siglo, nadie ocupó el cargo de obispo de Roma. Las persecuciones mantienen a los cristianos con estructuras mínimas, de simple supervivencia. Para el siglo III, la situación jerárquica comienza a estabilizarse.
El libro recorre una historia portentosa, compuesta de hechos increíbles y revelaciones inesperadas, para finalizar en los cónclaves del siglo XX, cuyo desarrollo se narra detalladamente.
En las trescientas elecciones papales de la historia son pocas decenas las que se desarrollaron de forma previsible y alcanzaron el resultado previsto.
¿Necesita democratizarse el cónclave, ampliarse, elegirse de forma representativa, o ello perjudicaría su esencia y su tarea, que no es la de elegir administradores de la cosa pública sino al representante de Dios en la Tierra, al vicario de Cristo?
EPÍLOGO
Si hay algo que llama la atención del breve cónclave de abril de 2005 es que se desarrollara en el más absoluto secreto en medio de la más gigantesca parafernalia mediática que han visto los tiempos: seis mil periodistas se enfrentaron sin apenas datos a la ardua tarea de construir hipótesis con un mínimo de coherencia sobre quien podía ser el elegido y por qué motivo. Lo cierto es que ni los más sesudos vaticanistas, los que llevan dos o tres décadas desentrañando la información que produce la Santa Sede, siempre codificada y oscura, acertaron a explicar que era lo que estaba ocurriendo entre los muros vaticanos. Todas las leyendas (a un pontífice conservador le sucede uno reformista), los viejos latiguillos (“el que entra papa sale cardenal”) y hasta los supuestos problemas de nacionalidad (los cardenales de los países ricos no tienen nada que hacer) saltaron por los aires el martes 19 de abril con la elección del cardenal alemán Joseph Ratzinger.
Es verdad que los pocos bien informados de verdad citaron siempre al prefecto del antiguo Santo Oficio entre los papables. A él y al aristocrático cardenal turinés Carlo María Martini. Pero es un hecho que lo hicieron contando siempre con que ninguno de los dos tenía verdaderas ganas -y mucho menos posibilidades- y se limitaban a ser los mascarones de proa de dos opciones opuestas, cada una con un joven (relativamente) candidato.
Se equivocaron. Como nos equivocamos, dicen los autores en el epílogo del libro, los que pensamos que rozaba lo impúdico la hipótesis de que un hombre de la integridad moral de Ratzinger fuera capaz de utilizar la extraordinaria baza de su cargo de decano para dominar el precónclave y hacerse finalmente con los votos de una abrumadora mayoría de electores (se dijo que recibió en torno a 95 votos de los 115 disponibles). El error debió de estar en la incapacidad de los periodistas para comprender los mecanismos de una elección en la que el objetivo supremo, -mantener a flote la Iglesia en medio de uno de los peores temporales de su historia bimilenaria-, acabó por arrasar con todo, orgullo, vanidades, intereses partidistas, e incluso comprensibles deseos de una vida de cardenal jubilado. La Iglesia demostró además en el cónclave de abril de 2005 que es capaz de mantener intactas las reglas de total hermetismo que han hecho del cónclave la elección más secreta a través de los siglos.
FUMATA BLANCA: LA ELECCIÓN DE BENEDICTO XVI Y LA TURBULENTA HISTORIA DE LOS CÓNCLAVES DE LA IGLESIA CATÓLICA
Lola Galán y José Catalán Deus
Editorial Aguilar
Madrid, 2005
615 pág. – 17 euros
Nota editorial.- Los autores son periodistas, están casados y tienen dos hijos. El año pasado publicaron en esta misma editorial ‘El Papa Borgia. Un inédito Alejandro VI liberado al fin de la leyenda negra’.
Lola Galán ha estudiado además de Periodismo, Filosofía Pura en la Universidad Complutense de Madrid. Comenzó a trabajar en el diario El País en noviembre de 1976. De 1994 a 2003 ha sido corresponsal de este diario primero en Londres, después en Roma. Durante seis años ha cubierto la información del Vaticano y la actividad del Papa Juan Pablo II. Como enviada especial de este periódico ha sido testigo del fallecimiento de Karol Wojtyla y el nombramiento de su sucesor. Participó en el libro colectivo Expediente Lady Di, publicado en 1997.
José Catalán Deus ha escrito reportajes para muchas publicaciones, alternándolo con puestos de dirección en revistas y diarios. Fue corresponsal en Roma de varias publicaciones. Ha escrito ‘El próximo Papa, quién será el sucesor de Juan Pablo II, cómo y por qué será elegido’. Colaborando con ‘Hoy por hoy’ de Iñaki Gabilondo, ha cubierto informativamente el período de sede vacante y la elección de Benedicto XVI. Es autor también de ‘Marzo de aquel año’ (novela) y ‘Testimonium. De trascender milenios’ (poesía).