La colmena científica o El café de Negrín parece nacida especialmente para revisar al alza la figura de Juan Negrín López (Las Palmas, 1892 París, 1956) un médico que se convirtió en presidente de la II Repblica entre 1937 y 1945, aunque en realidad se trata de un encargo de la Residencia de Estudiantes al Centro Dramático Nacional para celebrar un siglo de su fundación. Se trata de una hagiografía de la Residencia como hito fundamental en la historia de la educación y modernización de España en el pasado siglo, paradigma de una visión integral de convivencia entre artes y ciencias, y adalid de diálogo y tolerancia. José Ramón Fernández ha creado un texto descriptivo y poético, y Ernesto Caballero nos traslada al laboratorio de Fisiología General de la Residencia a finales de los años veinte donde alrededor de su responsable, el que luego fuera controvertida figura política expulsada del PSOE y recientemente rehabilitada, se reunía a tomar café una tertulia de intelectuales ilustrados a los que la guerra civil dispersaría.
Para montar esta ficción con apariencia histórica se elige un puñado de personajes representativo del ambiente intelectual liberal de la época: el pintor y poeta José Moreno Villa, el director del laboratorio, doctor Juan Negrín, los científicos Santiago Ramón y Cajal y Severo Ochoa, y los pedagogos ngel Llorca y Justa Freire. Entre ellos irrumpe también Miguel de Unamuno. Una tertulia educada, culta y refinada de señores muy liberales y viajados que se dolían del atraso de España, y en la que de pasada se cita también de vez en cuando -cómo no- a Lorca y Buñuel.
La obra es un intento de aproximación al ambiente que reinaba en España en los ltimos años de la Dictadura de Primo de Rivera: minorías ilustradas mirando a Europa y retraso generalizado de las estructuras económico-político-sociales del país. Un contexto en el que la llegada de la Repblica fue visto como fórmula mágica de regeneración, pero cuyos ideales democráticos pronto fueron sobrepasados por los radicalismos que terminarían en aquel gigantesco baño de sangre del que ellos también fueron responsables.
Podría haber sido una reflexión muy actual sobre el papel de los intelectuales en la historia reciente, a menudo agitadores idealistas que desencadenan tormentas que terminan engulléndoles, a ellos y al país entero. Por el contrario, es una versión idealizada de un pasado que quizás nunca existió. El doctor Negrín aparece como un científico liberal que se mete en política y cambia así su trayectoria vital. Apadrina al joven Ochoa del que termina alejándose por celos académicos. Le secundan otros bienintencionados próceres de la patria, idealizados personajes repletos de buenos sentimientos, que pronuncian parlamentos y mantienen diálogos de lo más literario.
Todo ello para mayor gloria de aquella Residencia presentada como lugar de convivencia, tolerancia y modernidad que llegaría a convertirse en el primer centro cultural de España, con un ideal de cultura integral basado en la interrelación de las artes y las ciencias, la apertura al exterior, el diálogo entre generaciones y entre tradición y modernidad en un entorno ideal para una minoría de privilegiados.
La Residencia de Estudiantes de Madrid fue un centro fundado en 1910 por la Junta para Ampliación de Estudios, producto directo de las ideas renovadoras que había iniciado en España el krausista Francisco Giner de los Ríos con la Institución Libre de Enseñanza. Quiso ser un complemento educativo a la universidad en el que se formaran los hijos de las clases dirigentes liberales. Fue cerrada al estallar la guerra civil en 1936, y se convirtió en hospital. A partir de 1939, la mayor parte de las instalaciones pasaron a depender del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), y sobre su auditorio se levantó la iglesia del Espíritu Santo, confiada al cuidado de sacerdotes del Opus Dei. En 1943 se reanudó la residencia para estudiantes universitarios con el nombre de Colegio Mayor Ximénez de Cisneros, bajo la dirección de Pedro Laín Entralgo, y poco más tarde daría lugar también a los colegios mayores Antonio de Nebrija y Covarrubias. Su segunda época se abrió el año 1986 como fundación privada, creada por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), de cuyo Patronato, presidido por la Ministra de Ciencia e Innovación y el Ministro de Educación, forman parte tres ministerios, la Comunidad y el Ayuntamiento de Madrid, la Junta de Andalucía, el Gobierno de Aragón, instituciones bancarias y grandes empresas. Se dedica a la recuperación de la memoria histórica de la llamada Edad de Plata de la cultura española [18681936] a través del rescate documental de su Centro de Documentación, así como la celebración de actos pblicos y exposiciones.
La obra, de pequeño formato y discreta duración, se deja ver con interés. No apasiona ni deslumbra ni descubre ni se arriesga. Pasa de puntillas por terrenos procelosos pero hay que agradecer que lo haga con decencia, sin cargar tintas ni lanzar panfletos. Es muy de agradecer que potencie reflexiones posteriores sobre acontecimientos de los que an es casi imposible hablar pblicamente con sinceridad. En ese sentido, pertenece a ese teatro generador de ideas que es uno de los alimentos imprescindibles del ciudadano posmoderno. Lo importante empieza cuando se sale de la sala y se comienza a comentar lo que uno ha visto. El fruto del bendito debate, la cosecha del intercambio de ideas, lo grande del espíritu humano que algunos querrían suprimir con sus correcciones políticas.
El proyecto de Santiago Ramón y Cajal, presidente de la
Junta para la Ampliación de Estudios Al carro de la civilización española le falta la rueda de la ciencia, y Alberto Jiménez Fraud, director de la Residencia de Estudiantes, cuando decidieron hace un siglo poner en marcha los laboratorios que la Junta mantuvo durante veinte años (19161936), en lo que se conoce como el Pabellón Transatlántico de la Residencia de Estudiantes, es tratado como si de una epopeya se tratase, lo que reduce su verosimilitud y contamina la dirección de actores, que siendo un elenco de gran calidad a menudo caen en afectación. Un poco más de cotidianidad sería necesaria.
De la evocación de Moreno Villa desde su exilio mexicano parte la obra que aquí se presenta, que sobrevuela diez años de aquel lugar hoy emblemático. A través de la relación entre el joven Ochoa y su maestro Negrín, Fernández trata de reflexionar sobre el diálogo que todo
intelectual mantiene con el mundo que lo rodea. Se queda en los aperitivos, pero es aceptable. José Ramón Fernández es un autor reconocido y premiado que hace un par de temporadas nos ofreció La tierra, que aquí nos pareció bien. También fue responsable de la versión realizada con Jorge Lavelli de El avaro, de Moliére, estrenada en abril pasado.
Ernesto Caballero es también conocido autor teatral y director de escena. Con la compañía Teatro El Cruce, de la que es director artístico, ha puesto en escena no hace mucho La tortuga de Darwin, de Juan Mayorga, estrenada en el Teatro de La Abadía.
Lo peor de la obra es la apología acrítica que se realiza de la Residencia en general, de los personajes en escena en particular, y sobre todo de Juan Negrín. Esta ltima francamente clama al cielo. No vamos a adoptar el punto de vista de sus muchos detractores ni el de sus influyentes defensores recientes, pero su supeditación a Stalin, sus responsabilidades en la deriva totalitaria republicana y en la brutal represión contra toda disidencia, -en la que las matanzas de anarquistas y trosquistas fueron gravísimas-, su doblez propugnando una dolorosa resistencia a todo precio mientras intentaba componendas varias con el enemigo, y su papel en algunos escandalosos asuntos económicos que acompañaron a la debacle, hubiera necesitado algunas frases complementarias que ajustaran al personaje en su verdad completa. Juan Negrín vivió momentos terribles y probablemente obrara de buena fe. Pero no dejó de ser un burgués decadente que usó del dolor de las masas populares en sus delirios de grandeza.
En lo referente a hechos y figuras del pasado, pasamos del silencio ignorante a la mistificación más desagradable conforme el péndulo del poder se mueve y mueve a las volubles opiniones de la mayoría. Necesitamos mucha más reflexión en los escenarios y fuera de ellos. No obstante, La colmena científica o El café de Negrín es un buen trabajo teatral que merece ser visto y discutido.
La colmena científica o El café de Negrín
13 de octubre a 14 de noviembre de 2010
Teatro María Guerrero | Sala de la Princesa
Centro Dramático Nacional
http://cdn.mcu.es/
Texto José Ramón Fernández
Dirección Ernesto Caballero
Escenografía Curt Allen Wilmer
Iluminación Juan Gómez Cornejo
Vestuario Patricia Hitos
Videoescena lvaro Luna
Reparto
José Moreno Villa José L. Esteban
Juan Negrín David Luque
Justa Freire Lola Manzano
Santiago Ramón y Cajal Paco Ochoa
Severo Ochoa Iñaki Rikarte
ngel Llorca Pedro Ocaña
[El personaje de Miguel de Unamuno es interpretado por varios actores:
Pedro Ocaña, Iñaki Rikarte, Paco Ochoa y David Luque].
Producción
Centro Dramático Nacional | Residencia de Estudiantes de Madrid
En los 100 años de la Residencia de Estudiantes