Al Teatro Español le da por celebrar su 440 aniversario, por no esperar por ejemplo al 444 más redondito, y lo hace con una producción costosa, un montaje extenso, desordenado y cómo no, populista de sumar, que hará las delicias de su acomodaticio pblico.
Arder y no quemarse (440 años del Teatro Español) celebra con alharaca ser el teatro en activo más antiguo de Europa, pero debería celebrar también el ser de los mejores, y eso cada día está más lejano. Tras varias temporadas en decadencia, sometido al gusto y sobre todo a la cultureta dominantes, su directora Natalia Menéndez ha querido pasar a la pequeña historia apadrinando este proyecto de la compañía Grumelot dramatizado por José Padilla. Una idea excelente, una documentación por una vez completa y exhaustiva, pero con una trama muy desigual que incluye buenos momentos y otros horribles.
Por desgracia, hay más de los segundos en una pieza de 140 minutos que se hace eterna, que se alarga con tonterías: suena absurdamente una potente alarma, nos explican mil detalles técnicos, insisten en que ir al teatro es lo mejor que hay, interrogan al pblico por sus recuerdos teatrales, inventados como suele ser, se enjabonan a modo y finalmente nos dejan ir. Por fin.
Queriendo huir de lo lineal y bien contado se practica un viaje ecléctico y confuso en el que se cuentan algunos hechos ciertos y muchos inventados. Partiendo de una disculpa pueril, el testigo luminoso que queda siempre encendido en el escenario, se recrean sin orden ni concierto posibles escenas de la fundación del Corral del Príncipe amparado por Felipe II en 1582, de su conversión en teatro ilustrado en tiempos del primer borbón Felipe V en 1735, y de sus incendios en 1802 y 1975, dando una prioridad inusitada a su actividad en tiempos de la segunda repblica, con todo el protagonismo para el intelectual de moda en los corrillos progres, Rivas Cherif, con un inevitable Lorca, mucha Margarita Xirgu y no menos María Guerrero, y la invocación de Azaña por si no quedara claro de que lado estamos, juntito a alabar a los afrancesados en la figura de Moratín y el actor Isidoro Máiquez, y los intentos por modernizarnos de Napoleón y su hermanito José Botella.
Una selección de memoria histórica escorada en la que están en su derecho, como nosotros en echar en falta los siglos XIX y XX, durante los reinados de Isabel II, su hijo y su nieto, las alternancias conservadoras, y otros tiempos menos heroicos como los largos franquismo y juancarlismo, que probablemente supusieron la mejor etapa de este noble y baqueteado teatro. Y por supuesto ni una palabra de cuando en los 60-70 existía el bono a los teatros nacionales que permitió a los jóvenes humildes un contacto extraordinario con el excelente teatro de la época, nada de los jardieles y poncelas, de los pemanes y los pasos, nada que moleste en un panorama ininteligible de anécdotas del que solo se salvan contadas escenas -la de la correspondencia municipal a finales del XIX, es la más conseguida- resultando desabridos los nmeros musicales, especialmente ese tecnofollón de horrorosa factura y espantosa ejecución, e impostadas las incursiones del personal, ya sea el electricista o la peluquera.
En fin un ejercicio de ego colectivo, de autobombo sonrojante, de qué estupendos, solidarios, idealistas y desprendidos somos las gentes del teatro, cuando todos sabemos que el emperador está en pelotas aunque nos digan cosas como estas: En este viaje fascinante, artistas, gestores, arquitectos, técnicos o investigadores han hecho posible la conservación, preservación y transformación de este Ave Fénix Y es quizá precisamente por esto que este edificio es un símbolo para todas las personas que nos dedicamos al difícil arte teatral El Español sigue aquí, majestuoso y frágil. Turur.
Iñigo Rodríguez-Claro ha dirigido la compleja producción con bastante pulso y la ayuda de José Juan Rodríguez en un movimiento escénico casi histérico. La compleja puesta en escena se apoya en un bien resuelto espacio de Elisa Sanz, un notable y prolijo vestuario de Igone Teso y una iluminación aceptable de lvaro Guisado. El diseño de video mapping de Jorge Vila es original y lustroso, pero el espacio sonoro y la composición msica original de José Pablo Polo dejan que desear en nuestra modesta opinión a pesar de contar con un coordinador musical y asesor de canto, Pepe Hannan. Mucho micrófono, mucha algarada, mucho estruendo, mucho vocerío y muchas parrafadas que apenas se captan.
Con el reparto, se mantiene la costumbre intolerable de no asociar en los créditos el nombre de los actores con los papeles que interpretan, impidiendo así juzgarles individual y pormenorizadamente a no ser que se empleen muchos minutos preciosos en una investigación que no procede. La dirección de la pieza les mantiene en fibrilación permanente, en un continuo grito y aspaviento. Es el estilo imperante, la sal gorda de nuestra escena que parece gustar a nuestro pblico y que con los ya inevitables pinganillos se convierte en un ruido insoportable para el espectador sensible. Padilla lo explica así: la risa debe tener un lugar preeminente: para saltar en el tiempo, para aliviar la carga en los personajes, para poder seguir la historia creo que la comedia es el género más completo. Una buena comedia es un inventario de géneros. Además, cómo se llamaban las obras en nuestro Siglo de Oro? Comedias. Hay algo que defina mejor al teatro español? No. Pero, una cosa es comedia y otra astracanada.
El año pasado, Padilla nos presentó Run (jamás caer vivos en el Canal, con aciertos y defectos semejantes a este montaje. Y entre otras cosas, adaptó notablemente en 2016 Loves Labours Lost y antes, en 2012, Enrique VIII, ambas de Shakespeare.
La historia de cuatro siglos de un teatro es una gran historia, máxime si es representada en ese mismo teatro. Arder y no quemarse es un bonito título para un resultado aparatoso formalmente y mediocre de contenido. Pero con todos los ingredientes del teatro facilón para ser un éxito insulso.
Aproximación al espectáculo (del 1 al 10)
Interés, 6
Dramaturgia, 6
Dirección, 7
Escenografía, 7
Interpretación, 6
Msica: 5
Producción, 8
Teatro Español
Arder y no quemarse
10-29 Octubre 2023
Dramaturgia José Padilla y Compañía Grumelot
Dirección Iñigo Rodríguez-Claro
Con Bentor Albelo, Pablo Chaves, Marc Domingo Carulla, Mariano Estudillo, María Gálvez, Carlota Gaviño, Pepe Hannan, Javier Lara, Cristina Martínez Gutiérrez y Mikele Urroz Zabalza
Diseño de espacio escénico Elisa Sanz (AAPEE)
Diseño de vestuario Igone Teso (AAPEE)
Diseño de espacio sonoro y composición msica original José Pablo Polo
Diseño de iluminación lvaro Guisado (AAI)
Diseño de audiovisuales [ la dalia negra ]
Diseño de video mapping Jorge Vila
Coordinación musical y asesoría de canto Pepe Hannan
Movimiento escénico José Juan Rodríguez
Investigación y asesoría histórica Noelia Burgaleta Areces
Una producción de Teatro Español en coproducción con Grumelot y la colaboración de GNP.
Precio de 6 a 22
Hora. martes a domingo / 19h
Duración 2 horas y 25 min.