Esta obra lírica, que primero fue zarzuela y luego ópera, representa los dilemas absurdos en los que se ha debatido tradicionalmente nuestro teatro musical. Una gran producción de magnífica puesta en escena y notable reparto para una partitura muy celebrada y un libreto muy fallido.
A mediados del XIX, uno de los grandes msicos españoles de entonces, Emilio Arteta, compuso su primera versión, una zarzuela en dos actos con libreto de Francisco Camprodón. Pero quince años después, a instancias de un tenor italiano afincado en Madrid, Enrico Tamberlick, la transformó en ópera en tres actos, siguiendo muy estrechamente el modelo donizettiano. El libreto de Camprodón fue reformado por Miguel Ramos Carrión. Se le añadieron tres dos y un rondó final y se suprimieron todos los diálogos. Desde entonces la versión operística es la canónica.
La nueva estructura musical era más ambiciosa y el compositor más maduro, pero el resultado no pasó de algo un tanto grandilocuente y pretencioso, copia de un estilo impostado, que perdió frescura y personalidad a pesar de conservar indudable sabor zarzuelístico. Se impuso en demasía la formación italianizante del compositor, quien había sido clave en la consolidación de la zarzuela como género por su sentido melódico, en la línea tradicional de Bellini más que en la renovadora y dramática de Verdi, y por sus recursos armónicos e instrumentales superiores a los de otros contemporáneos. Con sus logros y defectos, Marina es el nico título musical del periodo romántico que ha permanecido en el repertorio con una trascendencia similar al jugado por el Don Juan Tenorio de Zorrilla, La canción del pirata de Espronceda o Volverán las oscuras golondrinas de Bécquer.
Se trata, como todos los aficionados saben, pues es periódicamente representada, de otra convencional historia de amor amenazada por malentendidos que están a punto de hacerla naufragar hasta que se impone un final feliz. Dos jóvenes que han crecido juntos como hermanos se aman en secreto incapaces de decírselo claramente el uno al otro. A ella se le ocurra la nefasta idea de provocar la reacción de él prometiéndose a un eterno aspirante a su mano, y cuando todo va a salir fatal, en el ltimo momento consigue lo que quiere, gracias a la irrupción de una socorrida carta y pese a la mala influencia sobre el galán de un camarada muy misógino. Asunto tal baladí se alarga artificialmente para cumplir los baremos operísticos de la época y se precipita en un inexplicado e inexplicable desenlace de forma abrupta.
Bárbara Lluch lidera un montaje brillante formalmente gracias a una lograda escenografía de Daniel Bianco que en el segundo tiene la composición más lograda de los tres actos, y cuenta con la contribución decisiva de la iluminación de Albert Faura para recrear el ambiente marinero mediterráneo. La escena siempre resulta excesivamente poblada con un nutrido plantel de figurantes sumado a la gran presencia del coro. En extraña aunque fotogénica mezcolanza con los trabajadores y trabajadoras del mar aparecen todo el tiempo las clases altas, y sus sombreros de copa y elegantes atavíos aportan an más confusión al escenario. Reseñable el movimiento escénico de Mercè Grané, muy acertado en el segundo acto acompañando al la novia no parece/muy satisfecha estar, y muy errado en la larga pendencia que termina en pelea generalizada, algo que distorsiona y no viene para nada a cuento. Y magníficas las videoproyecciones de Pedro Chamizo que son lo mejor del primer acto.
En general puede decirse que la dirección escénica tiene notable nivel. Inferior nos resultó la dirección actoral, muy a la antigua usanza declamatoria cara al pblico: todavía las producciones del Teatro de la Zarzuela no han adquirido el nivel de las internacionales de su rival y colega el Teatro Real, pero van camino de conseguirlo.
La dirección musical de José Miguel Pérez-Sierra, director titular del teatro, obtuvo lo mejor posible de una partitura poco original y limitada en su contenido instrumental., que sin embargo ofrece al reparto continuas ocasiones de lucirse. La sucesión de dos y cuartetos es muy significativa aunque acuse cierta medianía repetitiva. En el estreno de este miércoles, la pareja protagonista resolvió con largueza el desafío. La soprano navarra Sabina Puértolas resolvió con solvencia los infinitos gorgoritos de la protagonista y el tenor jerezano Ismael Jordi hizo lo propio con ese capitán Jorge, papeles de soprano lírica y tenor lígero adecuadísimos a sus perfiles. La voz de Puértolas es demasiado aguda para nuestro gusto y las inflexiones de Jordi lo más interesante de la suya. El contramaestre Roque tiene un papelazo que casi le iguala con la pareja: el barítono onubense Juan Jess Rodríguez estuvo a la altura de las circunstancias. Algo menos conseguido nos pareció el Pascual del bajo onubense Rubén Amoretti, y muy logrado el capitán Alberto de ngel Rodríguez, un destacado miembro del coro que merece con creces el ascenso a papeles propios. En conjunto, un elenco de voces españolas de categoría para dar el empaque que merece al género musical español, necesitado de más y mejores producciones, de más inversión en fondos y talentos para codearse como merece con el de otros países.
Así arrancaba la temporada 168 del Teatro de la Zarzuela. Esta Marina no aporta mucho -salvo agravar su excesiva duración- frente a la estrenada en 2013 con Cristóbal Soler e Ignacio Garcia al frente de las direcciones musical y artística respectivamente (ver nuestra reseña de entonces). Nos hubiera gustado esta vez conocer la versión original en zarzuela. Juan Pascual Antonio Emilio Arrieta Corera (1821-1894) hizo una aceptable ópera siguiendo la estela italiana, con mucha floritura sin causa, casi tediosa en su primer acto, que concentra sus aportaciones en el tercero y que ha hecho del A beber, a beber y a apurar un brindis rival del de La traviata, y junto con la habanera Dichoso aquel que tiene la casa a flote sus aportes más populares. El pblico aplaudió en numerosas ocasiones respondiendo a los impasses estímulantes de Pérez-Sierra desde el foso y fue generoso en sus ovaciones finales a pesar de que la duración del espectáculo se alargó en media hora sobre el horario previsto con grandes retrasos en el inicio y la pausa técnica entre el primero y segundo actos.
VALORACIÓN DEL ESPECTCULO (del 1 al 10)
Interés: 8
Partitura: 7
Libreto: 4
Dirección musical: 8
Dirección artística: 8
Puesta en escena: 8
Voces: 8
Actuación: 7
Producción: 9
Programa de mano: 7
Documentación a los medios: 9
M A R I N A
Ó P E R A E N T R E S A C T O S
Msica Emilio Arrieta
Libreto Francisco Camprodón, Miguel Ramos Carrión, basado en el texto de la opera-comique La Veillee (1831), de Paul Duport y Amable Villain de Saint-Hilaire
Nueva producción del Teatro de la Zarzuela
Estrenada como zarzuela en el Teatro del Circo, el 21 de septiembre de 1855
Estrenada como ópera en el Teatro Real, el 16 de marzo de 1871
9 , 1 0 , 1 1 , 1 2 , 1 3 , 1 6 , 1 7 , 1 8 , 1 9 y 2 0 de octubre de 2024
19:30h (domingos 18:00h)
E Q U I P O A R T Í S T I C O
Dirección musical José Miguel Pérez-Sierra
Direción de escena Bárbara Lluch
Escenografía Daniel Bianco
Vestuario Clara Peluffo Valentini
Iluminación Albert Faura
Movimiento escénico Mercè Grané
Diseño de videoproyecciones Pedro Chamizo
R E P A R T O
Marina, huérfana Sabina Puértolas (9, 11, 13, 17 y 19)
Marina Monzó (10, 12, 16, 18 y 20)
Jorge, capitán Ismael Jordi (9, 11, 13, 17 y 19)
Celso Albelo (10, 12, 16, 18 y 20)
Roque, Contramaestre Juan Jess Rodríguez (9, 11, 13, 17 y 19)
Pietro Spagnoli (10, 12, 16, 18 y 20)
Pascual, propietario del astillero Rubén Amoretti (9, 11, 13, 17 y 19)
Javier Castañeda (10, 12, 16, 18 y 20)
Alberto ngel Rodríguez*
Capitán Rodrigo lvarez*
Teresa, amiga de Marina Graciela Moncloa*
Un marinero Juan Sousa*
Una Voz Román Fernández-Cañadas*
*Miembro del Coro Titular del Teatro de la Zarzuela
Figurantes: Bernardo Acuyo, Claudia Agero, Magdalena Aizpurua, Alberto Arcos, Paco Celdrán, Gorka Culebras, Rafael Delgado, Joana Quesada, Elisa Morris, Lucrecia Sánchez.