guía cultural

El loco de los balcones y Vargas Llosa

José Catalán Deus | Jueves 18 de septiembre de 2014

Una emotiva y sentimental historia, un canto al idealismo, a la ética con estética, al respeto al pasado, a las almas bienintencionadas, a los puros de corazón, a los tontos de la película. Si ustedes forman parte de esa mitad humana que se esfuerza por ser buena, pasará un rato grato y tendrá que contener las lágrimas; pero si es de la otra parte quizás le parezca una chorrada, una pérdida de tiempo y una antigualla. Escrita en 1993 y definida como una tragicomedia por su autor, la delicadeza y precisión de su texto se completa con un buen montaje y una excelente interpretación.

Su autor nos presenta así la obra: Como todo lo que he escrito, El loco de los balcones está basado en un personaje que conocí y que tenía cierta presencia en la Lima de los años 50. Era un italiano, profesor de Historia del Arte, llamado Bruno Roselli que había llegado al Per huyendo probablemente de los horrores de la Segunda guerra europea. Era un viejecito muy delgado, casi esquelético, que se vestía con una elegancia esmerada pero ligeramente extravagante. Andaba de manera nerviosa, moviendo mucho las manos, siempre tocado con un sombrero y apoyado en un bastón. Este florentino enamorado de la belleza libraba, en los años en que yo era alumno de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, una quijotesca batalla en defensa de los balcones de Lima colonial, a los que iba desapareciendo, uno tras otro, la picota del progreso.

Leggreggio dottore Bruno Roselli se convierte en el personaje Aldo Brunelli, y el episodio real se transforma en una ficción: La obra se toma todas las libertades del mundo, por supuesto, en ella la invención es mucho más importante que la memoria, nos explica Vargas Llosa. La vida familiar de Brunelli es inventada, así como la de los jóvenes que comparten su sueño. Pero, en la obra he tratado de ser fiel a la época en que ella ocurre, esa Lima de los años cincuenta en la que el viejo centro colonial era todavía el ombligo de la ciudad, el corazón de su vida política y económica y donde, debido a la pasajera prosperidad de la época, las casas antiguas iban siendo demolidas para ser reemplazadas por los edificios que ahora afean tanto el antiguo centro.

Así que la anécdota del defensor limeño de las artísticas balaustradas, de los miradores labrados a cincel, de los ricos artesonados exteriores que fueron el orgullo de la Lima antigua, se convierte en relato y retrato de algo que ha pasado en todos los confines iberoamericanos a ambas orillas del océano durante la segunda mitad del siglo pasado. Abandono y destrucción del rico patrimonio arquitectónico entre escasas voces de protesta clamando en el desierto. Y eso quizás da a la historia una trascendencia con la que el autor no contaba. Y eso, y su idealista personaje, uno de esos quijotescos defensores de causas pobres que todavía existen y siempre existirán en solitario destino, contribuyen a que resulte actual y universal, siendo pretérita y local de origen.

El director Gustavo Tambascio tenía ya una dilatada experiencia antes de este retorno a los escenarios madrileños, iniciado hace dos años con dos espectáculos musicales -Viva Verdi (ver nuestra reseña) y Cuéntame Mozart! (ver nuestra reseña)- y culminado ahora con este ambioso montaje de El loco de los balcones. Fiel a su inclinación musical ha delegado en su hijo Bruno una banda musical acertada, cuyo Vals de los balcones se convierte en bonito leitmotiv (motivo central recurrente) de la pieza, completado por algunos acertados nmeros musicales, con Alberto Frías como sorprendente contratenor haciendo gala de sus estudios de canto.

La puesta en escena es original, con una vieja balconada de tamaño natural en escorzo lateral, numerosas maquetas de balcones poblando suelos y muros, y una escena dentro de la escena, recoveco burocrático donde se gestan todas las ignominias en nuestros lares. La intención es creativa y resulta creadora, así que tenenos que conceder notable alto a la escenografía de Ricardo Sánchez Cuerda, realzada con la iluminación de Felipe Ramos. Quedan algunos aspectos sueltos que empeoran el resultado final, desconcertantes momentos muertos, desplomes de maquetas, puerta frontal. Tambascio no redondea la faena, pero eso ocurre en contadas y escasas tardes de toreo y veladas teatrales. Los figurines son coherentes lo que significa cumplir su cometido.

José Sacristán es el héroe anunciado de la jornada. Como los vinos de reserva, ha ido creciendo con el paso del tiempo, adquiriendo cierto poso escéptico. Hace de sí mismo haciendo de Brunelli, pero sobre todo hace de Fernando Fernán Gómez quien parece haberse convertido en su norte. En este mismo escenario estuvo hace dos temporadas haciendo de Don Quijote ( Yo soy Don Quijote de la Mancha, ver reseña) en forma de bondadoso septuagnerario, exactamente igual que hoy lo ha hecho.

Sacristán es secundado por una convincente Candela Serrat (que nos soplan que es hija del cantautor) en el papel de Ileana, la hija dócil que termina vengándose de su padre con crueldad sobrante. Su pretendiente y marido Diego es cosa de Carlos Serrano, un tanto nervioso. Quizás debiera reducir la dosis de movimientos que acentan su inseguridad en escena. Su pretendiente despechado es Javier Godino a cargo solvente del mejor personaje de la historia, ese radical Teófilo Huamani, encarnación de los Ollanta Humala que llegarían después. Emilio Gavira hace un excelente Doctor Asdrbal, el malo de cartón piedra, y Juan Antonio Lumbreras encarna a ese borracho que debiera estar menos borracho. El Ingeniero Cánepa de Fernando Soto es bueno y contrastado.

Vargas Llosa es el solitario faro actual del pensamiento de centro derecha, de esa fusión de liberalismo y conservadurismo que antagoniza con las izquierdas en el sistema bipartidista que impera en nuestras imperfectas democracias. Su valor es equivalente a su soledad; su rigor y claridad valen por mil tribunos de la plebe. Con esta pieza teatral quiere decirnos y nos dice que el respeto al pasado y a las formas, debe ser parte del progreso humano, pues, si éste se construye aboliendo enteramente la tradición y guiado nicamente por el espíritu de lucro y la obsesión del futuro, el resultado podría ser un retorno a la anarquía y la confusión, una vida desprovista de alma y emociones.

Esta obra es la tercera producción del Teatro Español sobre textos dramáticos de Vargas Llosa, tras La Chunga (1986) (ver nuestra reseña) y Kathie y el hipopótamo (1983) (ver nuestra reseña). Su argumento y construcción parece más endeble que el de las otras; pero su carga emotiva más persistente y honda. Aunque no se ha confirmado oficialmente, el éxito de la iniciativa hace prever que prosiga el ciclo Vargas Llosa en próximas temporadas. En su producción teatral se incluyen también la nunca publicada La huida del Inca (1952), y La señorita de Tacna (1981), Ojos bonitos, cuadros feos (1996), Odiseo y Penélope (2007), Al pie del Támesis (2008) y Las mil noches y una noche (2009).

Al estreno asistía la dimitida alcaldesa Ana Botella y había alfombra roja a la entrada. El autor subió al escenario para desgranar palabras de agradecimiento a los que le habían dado esta alegría a sus 78 años bien plantados. Opinamos que su prosa transparente es la más rutilante que se ha expuesto en los escenarios hispanos no ya desde la generación del 98, sino quizás desde el siglo de oro. Pero es cuestión de gustos, y por eso nos hemos esforzado en informarles de a qué atenerse.

Aproximación al espectáculo (del 1 al 10)
Interés, 8
Texto, 9
Dirección, 7
Msica y sonido, 8
Interpretación, 8
Escenografía, 8
Iluminación, 8
Producción, 9
Documentación para los medios, 5
Programa de mano, 5

Sala Teatro Español Sala Principal
El loco de los balcones
De de Mario Vargas Llosa
Del 17 de septiembre al 19 de octubre

Dirección:
Gustavo Tambascio

Reparto
(Por orden de intervención)
Borracho Juan Antonio Lumbreras
Profesor Brunelli José Sacristán
Ingeniero Cánepa Fernando Soto
Ileana Candela Serrat
Diego Carlos Serrano
Doctor Asdrbal Emilio Gavira
Cruzado Alberto Frías
Teófilo Huamani Javier Godino

Ficha artística
Escenografía Ricardo Sánchez Cuerda
Iluminación Felipe Ramos
Figurinista Gabriela Salaverri
Composición y espacio sonoro Bruno Tambascio
Ayudante de ecenografia Gonzalo Rodriguez Checa
Audante de dirección Amparo Pascual

91 360 14 80 (127)
www.teatroespanol.es
Horario De martes a domingo a las 20h. A partir del 1 de octubre, domingos a las 19h.
Precio Entradas 22 . Martes, miércoles y jueves 25% dto.