Dentro de la larga tradición teatral de imaginar diálogos inexistentes entre personajes famosos, llega desde Nueva York pasando por Buenos Aires este pulso entre Sigmund Freud y C. S. Lewis en torno a la existencia o inexistencia de Dios. La sesión final de Freud no aburre pero tampoco apasiona. Texto correcto, situación artificiosa, noventa minutos llevaderos en una buena producción.
Freud y Lewis no se conocieron. El escritor estadounidense Mark St. Germain ha montado la trama inspirándose en un seminario creado en Harvard en 1967 titulado La cuestión de Dios, en el que se planteaba un virtual enfrentamiento entre ambos intelectuales sobre el tema más debatido y menos resuelto por el pensamiento humano. El seminario se convirtió en programa de televisión, su creador -Armand M. Nicholi Jr.- escribió un libro de cierto impacto, y en 2010 este experimentado guionista apellidado tan curiosamente lo convirtió en diálogo teatral.
La cuestión de Dios hoy se plantea con argumentos científicos, filosóficos y teológicos, y en términos más ricos y sugerentes, que los que hace un siglo enarbolaban creyentes y ateos, aquí personificados en Lewis y Freud un poco tangencialmente, porque ninguno de los dos construyó su alta reputación en torno a este tema. Los razonamientos que ambos exponen hoy día resultan de altura intelectual mediana. Negar la idea de dios porque exista el mal en la tierra y/o asegurar su existencia recurriendo a Chesterton son armas bien pueriles hoy día para toda mente evolucionada. Es por lo que el espectador exigente observa la pieza con benevolencia y un punto de desdén, dado que se trata de un comercial remedo hecho para mayor gratificación del pblico, que viendo al santo laico Freud en el escenario y entendiendo sus bromas y exabruptos sale del teatro más satisfecho consigo mismo.
La propuesta en forma de diálogo teatral tiene todos los problemas y ventajas de fórmula tan usual en los escenarios. La celebridad de los personajes atrae al pblico a querer saber más de ellos; bastan dos actores correctos; la producción resulta barata y sencilla. Pero frente a ello, no es nada fácil que los personajes resulten creíbles y que los diálogos parezcan reales. Son justamente los problemas de esta pieza.
La larguísima conversación no tiene muchos visos de real; los personajes exponen sus ideas por turno, los temas se suceden por orden, el guión avanza con pericia: nada parecido a una conversación de verdad. Bien es verdad que como está bien escrita y bien traducida, el viaje intelectual resulta pulcro y aseado. Pero aportar, lo que se dice aportar, apenas aporta algo.
Hay que decir en honor de la verdad que el autor no comete otro de los pecados habituales en los diálogos en torno a un personaje célebre, el que él sea el bueno y su antagonista, el malo. El texto original parece bien equilibrado, y el combate intelectual no está trucado. De trucarlo un poco se ocupa el tratamiento de los personajes en esta versión, donde el anciano doctor socarrón tiene que caer mejor por fuerza que el estirado profesor atildado. Helio Pedregal nos presenta un viejecito entrañable que poco tiene que ver con el egocéntrico maniático que fue Freud en sus ltimos días. Y Eleazar Ortiz tiene que insistir en el rostro hierático y los ademanes reprimidos de un Lewis que parte en desventaja debido al habitual maniqueísmo que hace a tantos directores tomar partido.
Poco más se puede y se debe comentar. Hay una cierta truculencia en torno al terrible cáncer en el paladar que sufría Freud, la cual llega a ser desagradable en un momento de la obra. Los escasos apoyos externos a la conversación -llamadas de teléfono y discursos en la radio- conservan la artificialidad con que fueron ideados. Escenografía, vestuario e iluminación son adecuados. Estamos en las ltimas de las cuarenta funciones programadas, siempre agotadas las localidades. Puede decirse que ha sido todo un éxito.
Todo en esta pieza es invención fría. Hubiéramos preferido una reconstrucción veraz de los ltimos días de Freud o un debate más complejo sobre la idea de Dios sin recurrir a tan inabarcable personaje. Nos dejaron en medio.
Aproximación al espectáculo (del 1 al 10)
Interés, 6
Concepto, 6
Texto, 6
Dirección, 7
Interpretación, 7
Escenografía, 6
Producción, 7
Documentación para los medios, 7
Programa de mano, 7
Teatro Español Sala Pequeña
LA SESIÓN FINAL DE FREUD
De Mark St. Germain
Dirección de Tamzin Townsend
Del 13 de enero al 22 de febrero
Reparto
Sigmund Freud, Helio Pedregal
C.S. Lewis, Eleazar Ortiz
Esquipo artístico
Traducción, Ignacio García May
Escenografía, Ricardo Sánchez Cuerda
Iluminación, Felipe Ramos
Vestuario, Gabriela Salaverri
Ayudante de dirección, Ricardo Cristóbal
Una producción de Fundación UNIR
Precio Entradas 18 . Martes, miércoles y jueves 25% de dto.