guía cultural

El Prado cataloga sus 2.690 cuadros del siglo XIX

José Catalán Deus | Lunes 21 de septiembre de 2015

Sí, 2.690 cuadros comprende el Catálogo general de Pintura del siglo XIX que el Museo del Prado ha presentado hoy después de quince años de ímprobo trabajo. Ni una décima parte se exponen en sus paredes, el resto está prestado a lo ancho de tres continentes, a lo largo de 84 ciudades del mundo. Sólo en Madrid, 49 edificios exponen cuadros españoles del siglo XIX que pertenecen a esta colección gigantesca, de la que por primera vez tenemos noticia completa y fehaciente.

Así que habrá que usar la manida coletilla de acontecimiento histórico para valorar con corrección lo que estamos juzgando. El Catálogo General de la Colección de Pintura del Siglo XIX, dirigido por José Luis Díez y Ana Gutiérrez, pesa tres kilos y novecientos gramos, es un trabajo con pocos precedentes en el panorama museístico mundial, y valora como se debe un ingente conjunto de obras en su mayoría minusvaloradas, fondos dispersos y semidesconocidos cuya investigación y sistematización ha sido tarea ejemplar de excelencia, en un país necesitado de buenos ejemplos que imitar en estos días.

Aparece además en un momento clave para las colecciones de propiedad estatal, pues se ha producido recientemente la reordenación definitiva de los fondos del Museo del Prado y del Museo Centro de Arte Reina Sofía, concretándose por primera vez la aplicación del célebre decret de 1995 por el que la conservación de todas las obras pictóricas del siglo XIX corresponde al Museo del Prado. Concretamente, todas las obras datadas entre 1828, fecha de la muerte de Francisco de Goya, y 1881, fecha del nacimiento de Pablo Picasso.

Este Catálogo General, patrocinado por la Fundación Montemadrid (antigua Cajamadrid), es el resultado de un proyecto de investigación desarrollado en el rea de Conservación de Pintura del Siglo XIX del Museo Nacional del Prado en el que durante década y media se han rastreado, revisado y comprobado innumerables fuentes documentales y bibliográficas de naturaleza y procedencia muy dispares. Recoge por primera vez la colección completa, tanto los cuadros de la colección permanente como los depositados fuera de sus muros, consignándose además los pormenores del historial de cada pintura y su paso por todas aquellas instituciones a las que en un momento u otro pertenecieron. Se añaden también datos de carácter documental, técnico, iconográfico y expositivo, además de reproducciones fotográficas o grabadas de las obras, acompañadas, en ciertos casos, de descripciones históricas, de especial valor cuando aquellas se encuentran sin localizar. Estos datos, recogidos exhaustivamente en la publicación, son de una utilidad incalculable, no solo para el propio museo sino también para el especialista y para el pblico interesado en la pintura del siglo XIX.

Se ha incluido también una relación pormenorizada de las exposiciones en las que las obras han participado y numerosos apéndices y tablas de concordancias, que buscan clarificar la correspondencia entre los distintos inventarios y reseñas documentales de las instituciones donde han sido registradas, así como variados índices que ayudarán a realizar con precisión todo tipo de bsquedas. Completan la publicación dos textos introductorios. El primero, a cargo de José Luis Díez, director científico del proyecto, que ha dejado el Prado recientemente para hacerse cargo de las Colecciones del Patrimonio Nacional, fija los límites cronológicos y las características del catálogo y analiza la trayectoria de la colección durante sus dos siglos de historia. El segundo, escrito por Ana Gutiérrez, conservadora y autora de la catalogación, analiza con exhaustividad las fuentes documentales empleadas en su elaboración.

La terminación de un proyecto de tan larga duración, en el que las ingentes dificultades no han sido rémora sino acicate, llena de sano orgullo a todo el equipo protagonista del éxito. Baste decir que cuando iniciaron sus trabajos no existía la colección permanente del siglo XIX -inaugurada tras la ampliación- y hasta estos cuadros se encontraban almacenados en los depósitos de antiguo Museo de Arte Contemporáneo.

Se termina así el inventario total de los fondos permanentes del Museo del Prado, con este cuarto catálogo mucho más difícil que los tres anteriores, puesto que no existía inventario fijo como en ellos sino infinidad de documentos fragmentarios, algunos incluso a lápiz, que ha habido que cotejar hasta encontrar obras que se creían perdidas para siempre como La huelga de los obreros de Vizcaya o La destrucción de Numancia.

EFFIGIES AMICORUM

La presentación de tan magna obra coincide con el bicentenario del nacimiento de Federico de Madrazo (Roma, 1815 Madrid, 1894) , uno de los pintores españoles del siglo XIX más valorado, y el Prado ha querido no dejar pasar la ocasión para celebrarlo también con una exposición monográfica sobre el pintor, uno de los más influyentes en el medio artístico español de su tiempo tanto por la calidad de su pintura como por su condición de director del Museo del Prado (de 1860 a 1868 y de 1881 a 1894), así como de la Academia de Bellas Artes de San Fernando, y maestro de muchos de los pintores españoles más relevantes de las siguientes generaciones.

Compuesta por 21 retratos que incluyen siete lienzos, doce dibujos y dos litografías, esta muestra, denominada Effigies amicorum. Retratos de artistas por Federico de Madrazo, ofrece al visitante un completo vistazo al más destacado y prolífico retratista de su generación. Fue el pintor español que realizó el mayor nmero de retratos de artistas. Obras de interés que, como corresponde al más relevante especialista de su generación, exponentes de su mérito y dignidad profesionales. Además de rostros, abundan los retratos de gran busto y los de media figura dibujados y litografiados.

Los que hizo al óleo los regaló generosamente a los modelos. Eran amigos, como Carlos Luis de Ribera, a quien retrató en París en una de sus primeras obras maestras, o Benito Soriano Murillo, colaborador íntimo como subdirector del Prado, y Perugino Sensi, litógrafo que había trabajado en el Real Establecimiento Litográfico fundado por su padre; colegas, como Carlos de Haes y Cosme Algarra; y discípulos destacados, como Eduardo Rosales y su propio hijo Raimundo.

Realizados en su mayoría en París, Roma y Madrid entre 1839 y los primeros años de la década siguiente revelan, en su tratamiento el propósito de formar, en la tradición inaugurada por los artistas alemanes del siglo XVI, una especie de álbum iconográfico de amigos artistas y escritores. El conjunto más importante fue el que realizó en Roma, donde el retrato entre condiscípulos y amigos era práctica frecuente. Allí coincidió con Jean-Auguste-Dominique Ingres, a quien había retratado años antes y cuya influencia es notable en algunas de sus efigies, como las de Ponzano y Zanetti.

Los retratos litografiados atestiguan un excepcional dominio de esta nueva técnica, impulsada por su padre José, a quien precisamente retrató para ilustrar la reseña biográfica que publicó en 1835 El Artista, la revista romántica española de mayor importancia. El otro gran pintor español en esos años, Vicente López, también fue litografiado por Federico para aquella publicación, pese a que representaba una orientación artística muy diferente a la de su padre.

Mencionemos finalmente que se ha incorporado a las salas de exposición permanente de pintura española del siglo XIX una reciente adquisición, un retrato de Federico de Madrazo de Sabina Seupham Spalding, adquirido por el Estado a Caylus Anticuario S.A. y adscrito al Museo del Prado en 2014, uno de los mejores retratos femeninos de cuerpo entero del período más intensamente romántico de su autor. Así se nos describe el cuadro:

La postura de la dama, sentada en una silla ante un mirador, con las manos juntas sobre el regazo y un pañuelo bajo una de ellas y con un pie apoyado en un cojín bordado, tiene un precedente en el retrato, diez años anterior, de María Manuela Kirkpatrick, condesa de Montijo (Fundación Casa de Alba, Palacio de las Dueñas, Sevilla). Con todo, en los diez años transcurridos el artista había progresado notoriamente en su pintura. Las calidades del vestido de terciopelo granate, de sus aguas y pliegues, que realzan la blanca nitidez del escote y de los brazos, la suavidad del modelado delicadamente torneado de estos, la elegancia de la disposición de las manos, la belleza de las transparencia de los encajes, realizados con una pincelada de certera grafía, lo mismo que la ejecución del brazalete y el aderezo de perlas y del broche con pinjante en el escote, revelan una interpretación sutilmente estilizada del retrato de Gran Estilo, empleado en realzar a la burguesía adinerada de Madrid de la que formaba parte la retratada. No olviden verlo si se deciden a darse una vuelta por las salas del siglo XIX.

Museo Nacional del Prado
-Catálogo general de Pintura del siglo XIX
Area de Conservación de pintura del siglo XIX del Prado
Dirección científicaa José Luis Díez
Catálogo Ana Gutiérrez Márquez
Coordinación Pedro J. Maertínez Plaza
Biografías de los principales artistas y listado de obras de los mismos

-Effigies Amicorum. Retratos de artistas por Federico de Madrazo
Bicentenario del nacimiento del artista Sala 60
Comisario: Javier Barón, jefe de Conservación de Pintura del siglo XIX
22 de septiembre de 2015 10 de enero de 2016.