guía cultural

Edvard Munch, más allá de su grito

José Catalán Deus | Lunes 05 de octubre de 2015

La cultura de masas y los medios de incomunicación que la nutren han convertido al cuadro El grito de Edvard Munch en el estereotipo actual de la angustia humana al borde de la locura. Munch sería el heredero de Van Gogh en el trono del artista atormentado, del rebelde sin causa. Para demostrar que no es pintor de un cuadro y que su obra refleja una compleja humanidad más allá de la depresión, el Museo Thyssen-Bornemisza presenta Edvard Munch. Arquetipos, 80obras en torno a los temas que orientaron su vida.

Cuando en 1984 se expuso en Madrid, Munch era todavía un perfecto desconocido para el gran pblico. Pero en unas décadas ha pasado a ser considerado uno de los padres del arte moderno junto a Cézanne, Van Gogh y Gauguin, lo cual es tan discutible como lo contrario. Ya no simbolizaría nicamente la alienación del hombre moderno, sino el conjunto de la sensibilidad artística contemporánea, los miedos y obsesiones de la persona de nuestra época. Algo que puede decirse de toda la corriente expresionista.

Nunca abandonó la figuración, pero intentó penetrar tras el mundo visible y explorar
la dimensión espiritual que el racionalismo ahogaba, en paralelo a lo que intentaban en sus ámbitos respectivos el dramaturgo noruego Henrik Ibsen, el escritor sueco August Strindberg o el filósofo alemán Friedrich Nietzsche en la cultura nórdica de inspiración germana. Se declaraba a contrapelo del estilo moderno, influenciado por especulaciones esotéricas, buscador a través de arquetipos, imágenes primigenias de comportamientos humanos, de la dimensión espiritual más oculta.

Sus personajes aparecen suspendidos en una tensión estática que junto a la escenografía y el tratamiento espacial de la composición. Las formas planas y sinuosas, el color simbólico, la deformación expresiva del cuerpo, o la utilización de texturas y técnicas experimentales del grabado, fueron los elementos básicos de su vocabulario artístico para plasmar sus obsesiones existenciales en torno al amor, el deseo, la ansiedad, los celos, la enfermedad o la muerte, y esos estados de ánimo como melancolía y soledad que consideraba tan próximos. La repetición temática, llevando al límite las técnicas tradicionales buscando nuevos significados, es la que permite considerar la creación de arquetipos como una de sus más originales aportaciones. Y de esta forma se ha organizado la exposición, distribuida en salas articuladas en torno a ese amplio catálogo de arquetipos emocionales (melancolía, amor, muerte) y a los distintos escenarios en los que están representados (la costa, la habitación de la enferma, el abismo, el bosque, la noche, el estudio del artista), combinando en todo el recorrido obras tempranas con versiones tardías, obra gráfica y pinturas, para subrayar así la circularidad temática y existencial de su obra.

Son diez las secciones en que se articula la muestra, una elección que aparece en una primera impresión un tanto ecléctica, poco justificada. Hubiéramos preferido una presentación cronológica, pero es cierto que las repeticiones obsesivas del artista se prestan a este tipo de acercamiento. Melancolía, Muerte, Pánico, Mujer, Melodrama, Celos, Amor, Nocturnos, Vitalismo y Desnudo son los títulos de las diez secciones.

Vivió 80 años y salvo en el período nacional-socialista gozó siempre de gran consideración en su país y entorno. Al morir legó más de 1000 cuadros, 15.400 grabados, 4.500 dibujos y acuarelas y seis esculturas a la ciudad de Oslo, que construyó el Museo Munch en su honor. Ellos han prestado al Thyssen la mitad de las obras expuestas, un total de 54 pinturas y 26 grabados.

La exposición en Madrid coincide con una original comparativa Munch:Van Gogh que se está mostrando en el Van Gogh Museum de Amsterdam desde el 25 de septiembre. Vida y obra de ambos artistas se muestran con enormes puntos de contacto a pesar de que nunca se conocieran. El pblico y los críticos se preguntan quién de los dos estaba más loco, si el que lo parecía o el que lo ocultaba. Edvard Munch fue un atormentado artista escondido dentro de un apacible ciudadano.

Allí, en msterdam, se expone el célebre El grito, aunque aquí en Madridlo recuerda un pequeño grabado del autor con lápiz litográfico y tinta china realizado en 1895.

La impresión que queda tras la visita es la de una mirada triste camuflada con los colores más estridentes. No hay en su obra un resquicio de alegría, sólo resignación callada. No debió conocer el amor y por eso sus besos son casi tétricos. Contrarrestó la grisura paisajística nórdica con una explosión artificial de color, con la que intentó también paliar esa grisura emocional que tanto nos choca a los meridionales. Uno tiene la impresión de que se esforzaba en ser lo más infeliz posible: Recibí en herencia dos de los peores enemigos de la humanidad. Las herencias de la tuberculosis y la enfermedad mental. La enfermedad, la locura y la muerte fueron los ángeles negros junto a mi cuna. Una madre que murió temprano me dejó la semilla de la tuberculosis, un padre hipernervioso pietista religioso hasta rozar la locura de una antigua estirpe me dejó las semillas de la locura. Desde el nacimiento, los ángeles del miedo, el dolor y la muerte estaban a mi lado.

Aproximación a la exposición (del 1 al 10)
Interés: 8
Despliegue: 7
Comisariado: 7
Catálogo: n/v
Documentación a los medios: 8
Programa de mano: n/v

Edvard Munch. Arquetipos
Del 6 de octubre de 2015 al 17 de enero de 2016
Comisarios: Paloma Alarcó y Jon-Ove Steihaug
Coordinadora: Clara Marcellán, ayudante de conservación del rea de Pintura Moderna
Con la generosa colaboración del Museo Munch de Oslo
ACTIVIDADES PARALELAS: Ciclo de cine, Teatro y Jornadas de Arte

Paseo del Prado 8. 28014, Madrid.
Horario: de lunes a domingo, de 10 a 19 horas; sábados, de 10 a 21 horas.
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