Los museos hoy día, aparte de mostrar sus tesoros permanentes, pugnan por atraer al pblico deseoso de entretenimiento cultural con exposiciones temporales atractivas e interesantes. Hace tiempo que han abierto sus puertas a las artes decorativas, a la moda, al diseño, a la arquitectura, a la fotografía o al cómic. En esta pugna por la audiencia el Museo Thyssen-Bornemisza apuesta este otoño por rememorar uno de los temas favoritos del imaginario infantil y juvenil de los hoy adultos y jubilados, el Oeste americano, las películas de indios y vaqueros, la inmensa parafernalia de juguetes entorno al tema que poblaron la vida y los sueños de casi todos los niños (y algunas niñas) de hace medio siglo.
El anclaje artístico lo proporciona seguir los pasos de los pintores y fotógrafos que en el siglo XIX se adentraron en los territorios del Oeste norteamericano, asumiendo el reto de mostrar sus paisajes, desconocidos y exóticos, y de representar las formas de vida de los nativos en trance de desaparición. Y arropando las obras de arte, una selección de mapas y escogidos objetos etnográficos. Y finalmente, lo más anecdótico pero lo más efectivo, un conjunto de libros, cómics y carteles de cine para hacer saltar los recuerdos, aderezados con los soldaditos de goma con que jugabas de pequeño, los indios a caballo, las pistolas y los arcos, las pelis que te emocionaron. El rostro real de Toro Sentado y de Gerónimo, los paisajes por donde corrían las diligencias, los desfiladeros donde se escondían los indios, sus campamentos, sus ceremonias, sus pinturas y sus penachos. Una tentación irresistible y encima ornada de contenido cultural y artístico.
La muestra comienza con un corto prólogo dedicado a los exploradores españoles que establecieron los primeros contactos con las tribus indígenas, pues la colonización del Lejano Oeste en el siglo XIX estuvo precedida por las expediciones españolas desde Florida y Nuevo México entre los siglos XVI y XVIII, que estuvieron guiadas en un primer momento por la bsqueda de imaginarias riquezas y que resultaron en una precaria pero prolongada presencia en los territorios del sudoeste, y durante unas décadas, en toda la cuenca del Misisipi. Quedan pocos testimonios artísticos de esta etapa, pero contamos con la cartografía para seguir las rutas, los asentamientos, las misiones y los presidios, así como las líneas de contacto y de fricción con las tribus indias. Los mapas elegidos ofrecen además un elevado valor estético y algunos de ellos incluyen dibujos de figuras y tipis.
Los caminos hacia el Oeste fueron abiertos por tramperos y compañías de comercio de pieles y, después, por científicos y militares que realizaron largos recorridos y que, desde muy pronto, se hicieron acompañar por artistas que ilustraran sus hallazgos o, con mayor ambición artística, pintaran o fotografiaran los paisajes y sus pobladores originales. El ferrocarril facilitó el acceso a una naturaleza edénica pronto también turística- que, con gran ayuda de los artistas, pasaría a ser protegida a través del innovador sistema de parques nacionales. Yosemite, Yellowstone y el Gran Cañón son algunos de los escenarios representados en la exposición.
La representación de esta naturaleza desbordante y grandiosa exigió la formulación de un marco conceptual y visual apropiado a la desmesura y a la falta de referencias humanas. Pintores como Thomas Cole, Albert Bierstadt y Thomas Hill, con un exacerbado lenguaje romántico, crearon obras que tuvieron gran trascendencia en la historia del arte; y fotógrafos como Carleton E. Watkins, Timothy OSullivan y William Henry Jackson establecieron un modelo de paisaje fotográfico que an hoy contina vigente, influyendo enormemente en la imagen que los estadounidenses se formaron entonces del Oeste.
Los primeros artistas que se adentraron en el Oeste en los años treinta del siglo XIX no fueron paisajistas sino retratistas y, con mayor o menor rigor científico, etnógrafos. George Catlin, con su extraordinaria Galería India, y Karl Bodmer, con la precisa documentación gráfica de los Viajes en el interior de Norteamérica del antropólogo Maximilian zu Wied-Neuwied, nos permiten conocer en profundidad los campamentos indios, la caza del bfalo y los rituales de numerosas tribus, así como fisonomías y atuendos. Ellos dieron paso a una visión idealizada pero melancólica de la vida india, en la que se funden paisaje y figuras, fantasía y etnografía. En la segunda mitad del siglo, estos temas ya se habían convertido en un subgénero pictórico con gran tirón popular, asociado a la pintura de historia o a la costumbrista y presente en la producción de artistas como Charles M. Russell, Charles Wimar y Frederic Remington, entre otros.
La figura del jefe indio fascinó a cuantos pintores y fotógrafos tuvieron ocasión de observarlos. En cuadros y fotografías se muestran con detalle los tocados, las pinturas corporales o los objetos de poder que portan en los famosos retratos realizados por Bodmer y Catlin o las fotografías de jefes legendarios salidas de las cámaras de Adolph Muhr o Edward S. Curtis, tomadas años más tarde.
La colonización supuso un violento impacto sobre las culturas indias, en un proceso muy rápido que les llevó casi a la desaparición. Hubo quienes quisieron preservar en la medida de lo posible los restos de ese desmoronamiento, iniciando unas colecciones que han llegado hasta nuestros días. Una selección de trajes, objetos cotidianos y rituales, armas y adornos de las culturas nativas se exponen a lo largo del recorrido de la exposición. Además, y como muestra de la gran divulgación y el potencial de fascinación que han tenido las leyendas del Lejano Oeste en todo el mundo y hasta hoy mismo, se presentará un conjunto de libros, cómics, carteles de cine y películas procedentes del archivo gráfico de la Filmoteca Nacional.
Como artista de la naturaleza, el comisario de la muestra Miguel ngel Blanco se interesa desde hace años por el arte y la cultura de las tribus norteamericanas, por la capacidad de interpretar las señales naturales y por su atención a las fuerzas sobrenaturales y admira su planteamiento de caminar en la belleza, armonizando tierra y cielo, cuerpo y espíritu. Con el bonito título de Bajo la luna comanche, cerrando la exposición se presenta -junto a una instalación con cráneos de animales y una intervención sonora que evoca el galope de las manadas de bfalos- una selección de 13 de sus libros-caja, todos relacionados con el Oeste americano, que forman parte de su Biblioteca del Bosque, un proyecto iniciado en 1985 y compuesto a estas alturas por 1.148 ejemplares, un proyecto escultórico vital que recrea paisajes, experiencias y visiones, expresados en dibujos, imágenes y composiciones con elementos o materiales de la naturaleza. Blanco ya comisarió hace poco otra intervención audaz y novedosa -Historias Naturales- al otro lado de la fuente de Neptuno, en el mismísimo Museo del Prado (ver nuestra reseña de entonces).
Propuesta original, en la que destaca también la variada y cuidada oferta de actividades paralelas- que hará torcer el gesto a los puristas del Arte, pero que se adapta a la marcha de los tiempos y las necesidades de los museos como templos de excelencia dentro del culto al tiempo libre. Ah, y se venden magníficos penachos de plumas para volver a hacer el indio!
Calificación de la Exposición (del 1 al 10)
Interés: 7
Despliegue: 8
Comisariado: 8
Catálogo: 8
Explicación al visitante: 8
Documentación a los medios: 8
Museo Thyssen-Bornemisza
La ilusión del Lejano Oeste
Del 3 de noviembre de 2015 al 7 de febrero de 2016
Comisario: Miguel ngel Blanco, artista. http://www.bibliotecadelbosque.net/
Coordinadoras: Marta Ruiz del rbol, rea de Pintura Moderna del Museo Thyssen-Bornemisza, y Blanca Uría
Nmero de obras: 86 en catálogo más un gran nmero de objetos
Catálogo con textos de Miguel ngel Blanco y Alfredo Lara; app educativa y publicación digital en la app Quiosco Thyssen
Actividades paralelas: Jornada de arte, Ciclo de cine, Visitas taller para familias, Visitas comentadas y dinamizadas para grupos y Talleres de dibujo y de fotografía para adultos.
INFORMACIÓN PARA EL VISITANTE:
Horario: de martes a viernes y domingos, de a 19 horas; sábados, de 10 a 21 horas
Exposición temporal La ilusión del Oeste:
Entrada general: 9
Entrada reducida: 6,5 para mayores de 65 años, pensionistas, estudiantes previa acreditación y familias numerosas.