guía cultural

Entendiendo el 18 de julio

José Catalán Deus | Viernes 08 de abril de 2016

Con motivo del 80 aniversario del estallido de la Guerra Civil, Stanley G. Payne, uno de los más reconocidos hispanistas del mundo anglosajón, y probablemente uno de los que mejor conocen la historia de nuestra guerra, se embarca en un ambicioso proyecto que no es ni una historia ni un libro sobre la guerra en sí, sino una obra sobre los orígenes y la erosión de la convivencia y la democracia en España. Una narración detallada de lo que sucedió en los meses previos a julio de 1936.

Se centra en los ltimos siete meses de la segunda repblica, los que condicionaron definitivamente el camino al 18 de julio. Y concluye que la guerra nunca habría tenido lugar sin la gran erosión que sufrió la democracia durante ese período, desde diciembre de 1935 hasta ese 18 de julio de 1936. Aborda hechos tan decisivos como
la disolución del Parlamento por el presidente Alcalá-Zamora a finales de 1935; el deterioro definitivo de la democracia electoral por el fraude, la exclusión y la violencia; las tensiones fraticidas dentro del Frente Popular debido a las tácticas desestabilizadoras de los partidos revolucionarios; la aplicación partidista de la ley En fin, ese camino indeleble, esa ruta aciaga al 18 de julio.

Lo importante del libro a nuestro parecer, no es lo que más subraya su promoción, que la Guerra Civil no fue inevitable hasta casi el ltimo momento. Naturalmente que si esto o lo otro hubiera sido de esta u otra forma, si fulano hubiera hecho y zutano hubiera aceptado, habría sido evitable. Lo importante del libro es otra cosa, lo que viene a llamar pdicamente la desunión de la sociedad civil española, y que en realidad es que la izquierda entonces, igual que ahora, no acepta a la derecha en igualdad de condiciones, cree ser mejor de nacimiento, cree ser la buena por definición, cree que toda la razón y todos los derechos son los suyos, y odia, odia visceralmente a la derecha, quisiera hacerla desaparecer hoy como ya lo intentó entonces. Sería pues en nuestra opinión esta la gran aportación del libro: permitirnos entender que no estamos hoy todo lo lejos que sería necesario del ambiente reinante el 17 de julio de 1936, -que el libro tan bien describe-, y que si no pasa otro 18 de julio es porque el contexto es incomparablemente más estable, y la sociedad se ha consolidado en niveles de comodidad aceptables para la inmensa mayoría.

En vísperas de la aparición de este libro, Payne hizo una visita a España para recibir el doctorado honoris causa de una universidad madrileña y dar una conferencia en el Ceseden, el centro de estudios superiores de las fuerzas armadas. Ello elevó el tono de los ataques que viene sufriendo desde la extrema izquierda, una mezcla de insultos y falsedades verdaderamente deleznable. La Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) hizo campaña pidiendo su suspensión. Esta asociación es una plataforma de revanchismo presidida por Emilio Silva, responsable del gabinete de prensa del portavoz de Podemos en la Asamblea de Madrid.

La intolerancia de que es víctima Payne demuestra una vez más que esa desunión de la sociedad civil española no es cosa del pasado, sino que ha reaparecido con crecida fuerza, probablemente a partir de la llegada al poder de Rodríguez Zapatero en 2004 y sus partidistas y desequilibradas políticas de memoria histórica, esa que el historiador norteamericano caracterizó en la conferencia citada de un invento, un movimiento político arqueológico, semisoviético, lamentando que el relato dominante en la opinión pblica sea que el golpe de Estado de 1936 acabó con un Gobierno democrático, en lugar de que fuera, como fue, una respuesta a la falta de democracia.

Por todo ello el libro de Payne es de total actualidad. Ya en el primer capítulo explica que los comicios de 1933, en los que la CEDA se impuso, aunque sin alcanzar una mayoría absoluta de escaños, y el nmero de escaños socialistas se redujo, al tiempo que los republicanos de izquierda fueron prácticamente barridos del mapa, hizo que los líderes de estos dos grupos reaccionaran exigiendo que el presidente de la Repblica, Niceto Alcalá-Zamora, un católico de centro, anulara los resultados de las elecciones para permitirles cambiar su propia normativa general y así garantizar la victoria a una izquierda escarmentada y reunida.

Durante un espacio de más de dos semanas, llevaron a cabo cuatro iniciativas diferentes para tratar de convencer al presidente. Las propuestas variaban: anulación directa; nombramiento de un Gobierno izquierdista antes de la convocatoria de las nuevas Cortes para disolverlas enseguida, o la utilización de la Diputación Permanente de las Cortes para formular una ley electoral nueva y crear un Gobierno que pudiera administrar otras elecciones bajo esta ley. No aducían que la votación de noviembre hubiera sido improcedente o carente de validez, sino que protestaban porque la victoria había sido para la derecha y el centro.

Mientras la CEDA había aceptado provisionalmente una ley electoral redactada por sus adversarios y preparada con el solo fin de excluirla del poder, las izquierdas afirmaban que no se podía permitir que la oposición ganara los comicios, ni siquiera en unas elecciones democráticas y auténticas las primeras en la historia de España, porque la CEDA abogaba por introducir cambios fundamentales en el régimen republicano. Las izquierdas insistían en que la Repblica no debía ser un régimen democrático igual para todos un sistema con reglas fijas y resultados inciertos, sino un sistema con reglas cambiantes a su antojo y resultados ciertos para mantenerse permanentemente en el poder.

Era una posición sin parangón en la historia reciente de los sistemas parlamentarios europeos. Los socialdemócratas alemanes, por ejemplo, habían puesto un gran empeño en defender la igualdad de derechos para todos durante la Repblica de Weimar, y ni siquiera los maximalistas revolucionarios socialistas de la Italia convulsa de 1919-1922 habían llegado a proponer realmente la manipulación de los resultados electorales.

De dónde procedía esa concepción patrimonial, como ha sido llamada, que tenían las izquierdas españolas de un régimen exclusivamente dedicado a defender sus presupuestos? Es difícil saberlo. Tal vez un antropólogo social se referiría al personalismo español. Pero lo cierto es que solo diez años antes, en 1923, gran parte de las izquierdas había exigido una democratización electoral como petición principal. Cuando la tuvieron, rechazaron sus resultados en el primer momento en que vieron que dicha democratización no garantizaba su preponderancia.

Los primeros izquierdistas españoles, los liberales de 1810, habían sido en su mayoría realistas, coherentes y moderados. Aunque en ese momento España carecía de la sociedad civil necesaria para mantener un régimen parlamentario moderno, durante la generación siguiente se redactó la Constitución de 1812, un hito del liberalismo europeo, desde Portugal hasta Rusia, pasando por Hispanoamérica. El germen de la izquierda intransigente o extrema se encuentra en los exaltados de 1821-1823, dispuestos a imponer sus valores por las buenas o por las malas.

Durante gran parte del siglo XIX esto dio lugar a una larga serie de pronunciamientos en favor o en contra, pero, por lo general, por parte de los liberales y disturbios urbanos. El lento ascenso de los movimientos revolucionarios obreros (anarcosindicalistas y marxistas) acentuó ese extremismo. Se fue desarrollando una actitud que sostenía que cualquier oposición que encontraran las izquierdas sería reaccionaria y, por tanto, ilegítima, una postura que tendría correlatos muy escasos en cualquier otra parte de Occidente. Su equivalente principal solo se encontraría en Rusia.

En noviembre y diciembre de 1933, el presidente Alcalá-Zamora rechazó en cuatro ocasiones estas demandas de los republicanos de izquierda y los socialistas, que pretendían anular los resultados de unas elecciones limpias cambiando las normas a posteriori. No obstante, el hecho de que la mayoría de los fundadores de la Repblica rechazara la democracia electoral en cuanto perdió unas elecciones hacía pensar que las perspectivas de esa democracia eran, en el mejor de los casos, inciertas.

Bastantes sistemas políticos contemporáneos habían surgido en medio de la incertidumbre, así que el fracaso de la Repblica no era algo predeterminado. Podrían haberse producido varias evoluciones positivas: el centro podría haber ampliado su base o fortalecerse; la derecha moderada podría no haberse limitado meramente a acatar la ley, pasando a apoyar directamente la democracia; o las izquierdas moderadas incluso los socialistas podrían haberse tornado más mesuradas y democráticas, aceptando la igualdad de derechos para todos. Por desgracia, nada de esto ocurrió: el centro no tardó en perder base y se debilitó; la derecha moderada no se desplazó con decisión hacia el centro, y las izquierdas no hacían más que radicalizarse y volverse cada vez más excluyentes, insistiendo denodadamente en el carácter izquierdista de la Repblica, mientras gran parte de los socialistas comenzaban a decantarse por la revolución violenta.

Larga cita, creemos que justificada. Un libro claro que condensa grandes conocimientos. Un libro fácil de leer como deben ser los libros de divulgación histórica. Un libro que saca conclusiones medidas de los hechos probados, y no al revés como tanto ocurre cuando los prejuicios manipulan los datos. Un libro de desgraciada actualidad, porque los riesgos de confrontación en nuestro país están creciendo. Un libro que aportaría una importante conclusión, la de que mientras no se establezca una historia verdadera y compartida sobre la guerra civil, mientras las llamadas izquierdas sigan extrayendo de ella munición para el odio y el rencor, no va a haber en España auténtica reconciliación.

Todos los intentos por apaciguar esta concepción de afrenta histórica, de venganza histórica más que de memoria histórica, -desde la política de Reconciliación Nacional lanzada por Santiago Carrillo en los años 50, pasando por los intentos del Régimen de Franco en torno a los XXV años de paz en los 60, llegando al espíritu de la Transición y la amnistía general de los años 70, hasta confluir en la Constitución vigente-, han fracasado ante la intransigencia y cerrazón de una parte de la sociedad que sigue considerando que quienes se etiquetan de izquierdas son mejores personas que quienes lo hacen de derechas, que sólo los primeros tienen derecho a gobernar y que sólo los segundos por el hecho de serlo no tienen derecho a nada. No leerán este libro. Les bastará para juzgarlo los prejuicios descalificadores que reciban de sus correligionarios. Y así mantendrán abierto el camino del enfrentamiento, el camino al 18 de julio, que no es otro que atribuir todos los males a una de las partes, la otra, sin reconocer antes los de la propia.

Aproximación al libro (del 1 al 10)
Interés, 8
Texto, 8
Edición, 8
Información complementaria, 8

El camino al 18 de julio
La erosión de la democracia en España (diciembre de 1935-julio de 1936)
Stanley G. Payne
Espasa
Fecha de publicación: 22/03/2016 | 424 páginas | Idioma: Español | ISBN: 978-84-670-4682-3 | Código: 10135454 | Formato: 15 x 23 cm. | Presentación: Rstica con solapas | Colección: Fuera de colección.