guía cultural

‘I Puritani’, quintaesencia del belcanto

José Catalán Deus | Jueves 07 de julio de 2016

Los puritanos de Escocia, el testamento musical de Vincenzo Bellini, volvieron al Teatro Real después de una difícil visita en versión concierto hace seis años. Melodrama al pleno, puro y decantado belcanto. Una excelsa ópera que no se programa cuanto debiera, quizás por sus casi tres horas de msica en una trama roma. Sobresaliente dirección musical, notable dirección artística, con una excelente Venera Gimadieva y un aceptable Celso Albelo como protagonistas.

La trama se desarrolla hacia 1650, en un castillo en los alrededores de Plymouth, Inglaterra, con el trasfondo de la guerra civil entre los puritanos, partidarios de Oliver Cromwell, y los realistas que apoyaban a la casa de los Estuardo. Arturo Talbo, cuando por fin consigue que el padre de Elvira, Gualtiero Valton, consienta su mutuo amor y autorice su boda gracias a la mediación de Giorgio (hermano de Gualtiero y tío por tanto de Elvira), hundiendo en la miseria al pretendiente oficial Riccardo Forth, descubre que una prisionera enemiga en manos de su futuro suegro Gualtiero a la que espera la muerte inminente, es ni más ni menos que la reina Estuardo, Enrichetta di Francia, y decide que en función de las preferencias política de su familia, su deber es liberarla aunque sea al precio de abandonar a su prometida al pie del altar. Elvira enloquece, Arturo regresa a los tres meses, consiguen reencontrarse, pero son apresados y cuando el desertor va a ser ajusticiado y Elvira recupera de golpe la razón para morir a su lado, llega el perdón parlamentario y todo termina bien.

El libreto ha sido muy criticado, pero no es especialmente atrabiliario hablando de ópera. La msica de Bellini es excepcional; a sus probadas dotes sumó mayor elaboración, mejor orquestación y tensión dramática, potenciando al mismo tiempo su estilo inconfundible de sublimes melodías, himnos corales y una profusión apabullante de arias y dos de coloratura, sin olvidar alguno de los cuartetos más bellos de toda la época: equilibra acertadamente la efusividad lírica y las necesidades dramáticas. Quizás se prodiga demasiado repitiendo en exceso los sucesivos motivos musicales, hasta el punto de que él mismo en el estreno suprmimió el cantabile del terceto entre Arturo, Riccardo y Enriqueta del acto I (Se il destino a te minvola), el cantabile del do entre Arturo y Elvira del acto III (Da quel dì chio ti mirai), y la stretta del final del acto III (Ah! sento o mio bellangelo), ahora todas incluidas. También, siguiendo al libretista, Bellini prolonga la obra unos minutos tras un falso final que podía haber sido el verdadero, el reencuentro de los amantes, sin sumar la irrupción de sus perseguidores, el prolijo amago de ejecución y el indulto final traído por un emisario.

La dirección artística de Emilio Sagi ha optado por una producción sencilla, sin alardes escenográficos ni situaciones complejas, una caja negra con tres aberturas laterales y unos quicios al fondo por donde irrumpe el blanco cegador en el negro escenario, acompañando siempre a la pobre Elvira, en su ciclo amoroso atravesando despecho, dolor y locura. El coro no ejerce de figurantes, y así no dota a la escena de ese ambiente poblado que sólo la ópera puede permitirse; por el contrario, es desplazado frecuentemente a apariciones estatuarias en ventanales que se abren a media altura, y tan sólo una docena de actores acompañan a menudo a los protagonistas, casi siempre en poses estáticas y lentas entradas y salidas del escenario.

El equipo de Sagi le secunda con acierto, con una escenografía simbolista de Daniel Bianco en la que hay arena en un hangar, rosas por el suelo, un sillón aristocrático y sobre todo un movimiento espectacular de dos docenas de lámparas de araña que ascienden y descienden a lo largo de la trama sin que se puueda captar si lo hacen por simple estética o algn significado conceptual. Con unos figurines de Peppispoo que agudizan el tono insignificante -en sentido literal, no figurado- buscado por el director artístico, el reposo sensorial del blanco y negro sólo se ve rasgado por una iluminación muy meritoria, muy dosificada, muy sutil de Eduardo Bravo, lo mejor en nuestra opinión de la puesta en escena.

Si Sagi ha buscado no distraer, hasta correr el riesgo de hipnotizar al espectador, la dirección musical de Evelino Pidò ha marchado en absoluta consonancia, en un entendimiento entre batuta y escena difícil de lograr. El director italiano se convierte en gran protagonista de esta producción, destacándose su presencia en vez de ocultarla en el foso, pues su forma de dirigir, su entrega a la partitura, su expresivo gesticular, son muy llamativos a la par que adecuados. Pidò se deleita, se solaza, se derrite en una ejecución lenta y detallista que a menudo pasa hasta desapercibida.

Sagi y Pidò parecen haberse puesto de acuerdo en no llamar la atención de ninguna manera. Y que toda la atención recaiga en las voces, en una ópera que demanda capacidades vocales importantes de los cantantes, difícil especialmente para la soprano y el barítono, pero todo lo contrario que fácil también para el tenor. Así que diez funciones necesitan dos repartos.

En el que estrenaba anoche, Celso Albelo luchó con altibajos con su papel de Lord Arturo Talbo, sin que le ayudaran su propio físico ni especiales dotes actorales; en los agudos que marcan el climax de sus arias en los tres actos, se le fue el cambio de tono, produciendo un efecto contraproducente, si bien es cierto que con el fa sobreagudo en Credeasi, misera! del acto III, han podido muy pocos tenores: William Matteuzzi, Nicolai Gedda y Chris Merritt cita la Wikipedia. Su compañera protagonista, la joven soprano rusa Venera Gimadieva como Lady Elvira Valton, fue la estrella de la noche por presencia, por actuación y sobre todo por voz, una voz templada, poderosa pero plena de matices, que acertó en todos los muchos momentos difíciles de su largo y extenuante papel.

En los dos paples secundarios más destacados, el bajo Roberto Tagliavini como Sir Giorgio empezó inestable y espeso pero terminó dominante y espectacular, mientras que el barítono rumano George Petean nos hizo el efecto contrario como Sir Riccardo Forth, impresionante en el primer acto, muy inferior en el tercero. Curiosamente, Tagliavini hizo de Lord Gualtiero Valton en la versión concierto ya citada que presentó este teatro en 2010, un acontecimiento en el que los protagonistas, -Juan Diego Flórez y Église Gutiérrez- estuvieron a punto a naufragar, especialmente la soprano cubana (ver nuestra reseña de entonces).

Para terminar con los cantantes, aceptables vocalmente Cassandre Berthon como la reina estuardo, Miklós Sebestyén como Lord Gualtiero Valton, y el murciano Antonio Lozano como Sir Bruno Robertson, aunque la presencia en escena de los tres pudiera ser mejorada. Ni el menor reparo al Coro y la Orquesta Titulares del Teatro Real que una vez más estuvieron en su sitio.

En fin, una ópera como las de antes. A teatro lleno, hubo media docena de ovaciones a lo largo de la representación, las más potentes acompañadas de entusiastas bravos para Albelo. Tras subir el telón, Venera Gimadieva fue aclamada como esa auténtica diva en que se convirtió anoche. La temporada pasada fue una de las tres Violetas de La Traviata que nos ofreció el Real, pero nosotros no la oimos a ella sino a otra de las tres, la albanesa Ermonela Jaho (ver nuestra reseña de entonces). Tiene por delante un gran recorrido.

I puritani puede agotar pero deja al espectador convencido de haber vivido una gran experiencia. Esta producción mantiene el listón alto.

(Las representaciones de I puritani coincidirán con la celebración de la Semana de la Ópera del Teatro Real, que tendrá lugar entre el 11 y el 17 de julio. La representación del día 14 será retransmitida en directo en gran pantalla en la fachada de Plaza de Oriente, en Palco Digital de forma gratuita y en los espacios culturales más importantes de España. Entre las instituciones que participarán de esta iniciativa estarán el Museo del Prado, el Museo Reina Sofía, el Centro Niemeyer de Avilés, Museo Guggenheim Bilbao y La Alhambra de Granada, entre muchos otros de casi medio centenar de localidades de todo el país).

VALORACIÓN DEL ESPECTCULO (del 1 al 10)
Interés: 8
Dirección musical: 8
Dirección artística: 7
Voces: 8
Orquesta: 7
Coro: 7
Escenografía: 7
Producción: 8
Programa de mano: 8
Documentación a los medios: 8

I PURITANI (LOS PURITANOS)
Melodramma serio en tres actos
Msica de Vincenzo Bellini (1801-1835)
Libreto de Carlo Pepoli, basado en la obra de teatro Têtes rondes et cavaliers (1833) de Jacques-Arsène Ancelot y Joseph-Xavier-Boniface
Estrenado en el Théâtre Italien de París el 24 de enero de 1835
Estrenado en el Teatro Real el 6 de diciembre de 1850
Nueva producción del Teatro Real, en coproducción con el Teatro Municipal de Santiago de Chile.

EQUIPO ARTÍSTICO

Director musical Evelino Pidò
Director de escena Emilio Sagi
Escenógrafo Daniel Bianco
Figurinista Peppispoo
Iluminador Eduardo Bravo
Director del coro Andrés Máspero

REPARTO
Lord Gualtiero Valton Miklós Sebestyén
Sir Giorgio Nicolas Testé (4, 7, 11, 14, 17, 20, 24)
Roberto Tagliavini (6, 13, 19)
Lord Arturo Talbo Javier Camarena (4, 7, 11, 14, 17, 20, 24)
Celso Albelo (6, 13, 19)
Sir Riccardo Forth Ludovic Tezier (4, 7, 11, 14, 24)
George Petean (6, 13, 17, 19)
Damiano Salerno (20)
Sir Bruno Robertson Antonio Lozano
Enrichetta di Francia Annalisa Stroppa (4, 7, 11, 14, 24)
Cassandre Berthon (6, 13, 19)
Lady Elvira Valton Diana Damrau (4, 7, 14, 17, 20, 24)
Venera Gimadieva (6, 11, 13, 19)

Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real
Duración aproximada 3 horas y 15 minutos
Acto I: 1 hora y 20 minutos
Pausa de 25 minutos
Actos II y III: 1 hora y 25 minutos
Fechas 4, 6, 7, 11, 13, 14, 17, 19, 20, 24 de julio de 2016, a las 20.00 horas.