guía cultural

El jugador de ajedrez

José Catalán Deus | Sábado 13 de mayo de 2017

Con El jugador de ajedrez, basada en la novela homónima de Julio Castedo Valls, Luis Oliveros confirma su vocación de cineasta realista con pocas ganas de epatar y hacer guiños a la corrección política vigente.

La trayectoria como director, realizador y publicista de Oliveros en cine, series de televisión y anuncios, por ejemplo: las cintas Pata Negra (2001) la serie de Manolito Gafotas o incluso La huella del crimen 3: El secuestro de Anabel (2010 codirigida con Pedro Costa) no parecían predecir un avance hacia el cine dramático realista hasta que en 2011 rodó para la televisión El ángel de Budapest. El guion de esta película se basó en el libro de Diego Carcedo, Un español frente al Holocausto que cuenta la meritoria labor del diplomático español ngel Sanz Briz quien, con enorme coraje salvó de morir en el Holocausto nazi a varios centenares de judíos hngaros, mayoritariamente de origen sefardí. Por esta hazaña, desde no hace tanto tiempo se reconoce a Sanz Briz como el Oskar Schindler español. Al tocar un tema tan similar al caso Schindler con un realismo poco habitual en el cine español de las ltimas décadas, a Oliveros le imputaron haberse dejado influenciar en demasía por Spielberg.

Ser una excepción tiene sus riesgos en el cerrado y escolanía del cine español actual, pero, si además te atreves a realizar una película producida por una pyme madrileña; Ishtar Films S.L. con un presupuesto raquítico de tres millones de euros y logras una puesta en escena de época con decorados, vestuario y atrezo de superproducción hollywoodiense, no tiene nada extraño que la nomenclatura se ponga a buscar defectos, incluso entre los evidentes aciertos. En su novela, Julio Castedo, quien también escribe el guion de la película, se inspira en las vicisitudes del campeón ruso Alexander Alekhine en la Francia ocupada por los nazis, donde un alto mando de la Wehrmacht aficionado al ajedrez le ofreció un trato: no enviar a su esposa de origen judío, la también ajedrecista Grace Wishaar, a un campo de concentración, a cambio de que representara a Alemania en una serie de campeonatos organizados en los países del Tercer Reich.

El jugador de ajedrez arranca en el turbulento periodo previo a la guerra civil española, donde el joven Diego Padilla se convierte en campeón de ajedrez, casi al tiempo de conocer en Madrid a la joven francesa Marianne Latour. Ambos se enamoran perdidamente y contraen matrimonio. Pasan la guerra en Madrid y las consiguientes penalidades, sin embargo, el matrimonio es feliz y tiene una hija. No obstante, la dureza de posguerra y sus avatares, relatados con enorme realismo, pero sin caer en el pintoresquismo y la negrura al uso, conducen al matrimonio a buscar una vida con mejores perspectivas en Francia.

Apenas instalados en París, entran los nazis con su Wehrmacht y su Waffen-SS y aparecen los traidores y colaboracionistas franceses. Entonces, el film cambia de rumbo y una tensión escondida por el naturalismo se apodera del ambiente. El sufrimiento es tan humano como la sensibilidad con que aparece en cada detalle. La verosimilitud de las mazmorras de la Waffen-SS, de sus esbirros y del coronel Maier, estereotipo del nazi culto e insensible, la lógica actitud del integro Padilla ante lo inexplicable de su situación, la verosímil interpretación de todos los actores, su estupenda ambientación, dotan a este film de perspicacias artísticas dignas de ser atendidas por los espectadores.