guía cultural

Acreedores y deudores en el juego del amor

José Catalán Deus | Domingo 20 de enero de 2019

Muchos los llamados y pocos los elegidos en eso de adelantarse de verdad a su tiempo, y August Strindberg es indiscutiblemente uno de ellos. En 1888 escribió Acreedores, que 130 años después sigue repleta de destellos agudos y desafíos valerosos. Esta versión conserva el poderoso magnetismo de la pieza con notables dirección e interpretación.

Strindberg fue un trastornado genial que no se hubiera integrado ni siquiera ahora, un ser altamente sensible, incomprendido por la sociedad, víctima de trastornos mentales causa y/o efecto de su inadaptación, buscador espiritual, artista descomunal, la mayor figura literaria de la historia sueca y gran renovador del teatro occidental, del que cada día se valoran más sus pinturas y fotografías. La obra es una tragicomedia en un acto que se desarrolla en Delarce, en las cercanías de Estocolmo, en el salón de lectura de un balneario en la misma época en que se escribe. El autor indicaba que en el foro debía haber un vano por el cual se ve un corredor, y más lejos, bien claro, un paisaje marítimo. Puerta á la derecha. Mesa cargada de periódicos y revistas y al lado una chaise longue. Otro asiento a la izquierda. Adolf, un joven artista, espera ansiosamente el regreso de su pareja, Tekla, una mujer espontánea y liberada con la que arrastra una tormentosa relación. Mientras aguarda, encuentra alivio en las palabras de un extraño personaje, Gustaf. Pronto, el consuelo se transformará en destrucción conforme van abriéndose las viejas heridas, las inseguridades quedan al descubierto y las antiguas deudas comienzan a reclamarse.

El autor, que fallecería en 1912 de un cáncer de estómago a los 62 años, se inspiró en su experiencia matrimonial para alumbrar la pieza, una de sus obras favoritas, en la que en el ambiente tenso que caracteriza a su producción dramática lleva a escena el encuentro entre el marido y el exmarido de Tekla, uno y otro encarnación de sendas facetas de la personalidad del autor. Gustav juega con ventaja. Adolf no sabe que es el antiguo marido de su esposa, y que está llevando a cabo una diabólica venganza contra la mujer que le abandonó y lo ridiculizó cruelmente -así lo cree, así lo ha vivido durante años- en una novela de éxito, y contra el hombre que -así lo cree, así lo ha vivido durante años- la arrastró a ello. En su día, acompañando al texto, el autor mandaba esta nota al editor: Le envío esta obra más sutil que La señorita Julia, en la que la nueva fórmula está realizada de una manera más estricta. La acción es penetrante, como puede serlo un asesinato psíquico; nada ha sido omitido en la descripción de las conductas.

Un trío de educados intelectuales que solo al final coincide unos segundos en escena; un crimen psicológico premeditado y alevoso, sin rastro ni sangre. La versión de Elda García-Posada de ha inclinado por destacar su contemporaneidad actualizando trama y texto: estamos en un local de trabajo compartido y sobre la mesa un ordenador enseña descaradamente la marca de la manzana; los diálogos incorporan referencias y dejes actuales. Es una lástima, porque con ello se pierde el mayor atractivo de la pieza, que fue escrita hace más de un siglo y todavía hoy sorprende en sus atrevidos y desmitificadores planteamientos sobre el amor, la pareja, la mezcla de artes femeninas y feministas que cada vez más usan las mujeres, la crisis de la masculinidad atrapada entre unas y otras.

A la escenografía no la vamos a achacar su pobreza, pues Calibán Teatro lucha por la supervivencia y en el teatro que se viene llamando off, no comercial, alternativo, el teatro de los que pugnan por abrirse camino hacia los escenarios desde las pequeñas salas, parece inevitable una austera economía de medios. Pero hubiéramos preferido una ambientación descontextualizada con alguna referencia sutil a la época. La vestimenta de Gustavo y Adolfo banaliza sus palabras y el verde vestido largo de Tekla resulta fuera de lugar, con transparencias que aluden más a una buscona que una mujer coqueta pero hecha y derecha.

Andrés Rus lleva la batuta actoral certeramente y Chema Coloma, Elda García-Posada y José Emilio Vera están notables en sus interpretaciones. Sin duda Elda termina imponiéndose en el personaje más difícil; pero Chema consigue denodadamente hacerse con ese inseguro Adolf, de excesiva candidez, y José Emilio clava la maldad de Gustav, de desmedida perfidia: salvo que por momentos tiene discordantes dejes rioplatenses incomprensibles para un actor gaditano.

Calibán Teatro ya nos sorprendió gratamente en su versión de La extraña pareja en marzo pasado y reafirma ahora su buena trayectoria con esta pieza, para la que ha contado con la colaboración de la Embajada de Suecia en España y el Museo Strindberg de Estocolmo. De Acreedores ya hubo otra propuesta en 2012 en el Círculo de Bellas Artes, y sin duda no cesará de representarse, pues es el original de cien copias e imitaciones, comedias más o menos trágicas o cómicas en las que las buenas y malas pasiones de siempre -amor, generosidad, venganza, celos- forman el entresijo de la vida misma.

VALORACIÓN DEL ESPECTCULO (del 1 al 10)
Interés: 8
Versión: 6
Dirección: 7
Interpretación: 7
Escenografía: 5
Producción: 5
Programa de mano: 5
Documentación a los medios: n/h

NUEVE NORTE
Acreedores, de August Strindberg
Versión: Elda García-Posada
Dirección: Andrés Rus

Intérpretes: Chema Coloma, Elda García-Posada y José Emilio Vera

Asistente a la dirección artística: Diego Quirós
Diseño de iluminación: Sara Moyano
Diseño de escenografía: Calibán Teatro
Dramaturgia: Elda García-Posada y Andrés Rus
Producción: CALIBN TEATRO
Colabora: NUEVE NORTE

Estreno incluido en el FESTIVAL SURGE
Duración: 90 minutos
Precio: 12 euros
Calle Norte 9
Madrid 28015
Email: [emailprotected]
Phone: +34 626 091 278.